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jueves, 9 de enero de 2014

MISTERIOSO ASESINATO EN FLORIDA ©, por Carlos Alejandro Nahas, de Buenos Aires, Argentina


Nota del autor: Esta historia esta basada en hechos rigurosamente reales, ocurridos en la localidad de Florida, Partido de Vicente López, Provincia de Buenos Aires, Argentina, en abril del año 1989. Las muertes quedaron sin resolver. El final es sólo una hipótesis plausible.

Como todas las semanas, los muchachos se convocaban en aquél bar bohemio, azul y brumoso de su querido Barracas. Como todas las semanas eran cuatro hombres mayores alrededor de una mesa y muchos cafés los que prolongaban el encuentro varias horas. Como todas las semanas la conversación giraba en torno a las anécdotas inverosímiles del Turco.

            Pero esa no fue una semana como todas las demás. A medida que iban llegando se suscitaban los saludos y los abrazos. Ya habían arribado el Gallego, el Turco, el Ruso, y faltaba el Tano Brandán que casi siempre venía presuroso y pidiendo disculpas por la demora. Pero esa vez no fue así. Su cara de un pálido cuasi mortuorio delataba que venía de un entrevero fulero. Fue el Gallego el que le soltó al verle tan mala traza:

-       Che Tano, parece que hubieras visto al diablo, ¿qué te pasó?
El Tano se fue sentando lentamente y como pidiendo perdón les escupió:
-       Muchachos, todas las semanas nos juntamos a escuchar los cuentos y huevadas que nos tira el atorrante del Turco, pero esta vez les tengo que pasar el cuento yo ¿me dejan?
Todos asintieron con la cabeza y le dieron la voz. Una ocasión así no era para desperdiciar. Los muchachos sabían que el Tano se había retirado hacía unos años como Subcomisario de la Policía de la Provincia y que tenía muchas cosas interesantes para contar. Pero como no era muy habilidoso con las palabras, siempre quedaba de lado. Jugaba bien al dominó y su “olfato policial” les alertaba de cuando entraba un “yiro”, un “punga” o un “rati” al boliche, pero nada más. No pasaba de eso. Era un tipo de códigos fuertes y de palabras cortas.
-       ¿Se acuerdan de las primas que encontraron en la bañera en Vicente López hace más de veinte años? A lo que algunos dijeron que sí, pero el Turco – hábil conocedor del oficio de “contador” – dijo que no, por el sólo hábito de darle el pié al “cuentista”. “No”, dijo el Turco, ¿cómo era?
-       Resulta que fue en el año 89. Mi Jefe era el Subcomisario Raúl Torre, un capo en criminalística, yo por entonces era nada más que Principal pero lo ayudé en todo el caso, paso a paso, y quedó cerrado sin resolver. Fue el tema de las primas que estaban en una bañera muertas y que presentaban fauna cadavérica de por lo menos dos meses, pero que las habían visto vivitas y coleando hacía dos días nada más ¿no se acuerdan, che? A lo que todos a coro respondieron:
-       Nooooo. Y el Gallego para darle más pata al Tano, le tiró: ¿Porqué no lo contás desde el principio, che? ¡¡Ahora lograste intrigarnos!!
-       Ta bien. Pero yo se hablar en la jerga de los “taqueros”, así que ninguna florcita como el Turco. No esperen relatos refinados, elegantes ni nada de eso. Para mi un individuo es un individuo, y si se me escapa un “masculino mayor de edad” me bancan ¿ta?, a lo que la barra entre carcajadas asintió.
-       La cosa fue que el 16 de abril de 1989, recibimos en la Departamental un llamado por olores nauseabundos de la calle Melo 3354, en Florida, partido de Vicente López. Los vecinos que llamaban decían que parecía que ahí adentro estaba el cadáver de Gardel. Cuando llegamos un vecino ya había abierto la puerta a patadas y estaba parado en la entrada con cara de asco. Entramos ¿Y qué vemos adentro? No, lo que había muchachos no lo puedo describir con palabras porque fue la cosa más horrenda que observé en mi vida, y miren que a lo largo de mis años en la fuerza vi cosas espantosas. Pero esa superaba todo lo conocido. Dos minas en estado de completa descomposición adentro de una bañera.
¡¡¡Ohhhh!!! Asintieron los muchachos alelados. Pero eso no fue todo, expresó el Tano. Me remito a la investigación. Si mal no recuerdo, las minas se llamaban Irma Beatriz Girón, de 15 años, y Claudia Gloria Fernández, de 21 años, que era la que alquilaba el departamento. La de quince visitaba a la mayor, y cuando se juntaban era un bardo, pibes, joda, sexo, drogas. De todo. Las maledicencias de los vecinos ponían en duda la sexualidad de las chicas, sospechando que las unía una relación sentimental. Es probable que la manera en que fueron encontradas al momento de la muerte haya alimentado también esa hipótesis. Todas huevadas y más adelante, cuando les bata todo se van a dar cuenta. Las dos pibas yacían con los ojos abiertos. Una estaba acostada, la de 15, desnuda, la otra arriba. Juntas en la bañera, la de arriba tenía cerca de 21 y estaba semi vestida con una bombacha y un chaleco de lana. Las dos muertas. Los cuerpos hinchados, cianóticos, el tejido necrótico e inflamado obligó a los bomberos a trabajar durante horas para desencajar los cuerpos. El nivel de descomposición era similar al que experimenta un cadáver luego de estar dos meses en el agua. Larvas cadavéricas y gusanos propios de la descomposición de un cuerpo humano que lleva un tiempo considerable, inundaban el lugar. El laburo fue un suplicio para los expertos de la División Criminalística y Científica. Recogieron muestras de todo tipo, para analizar. Lo primero que llamó la atención de los forenses fue el avanzado estado de descomposición de los cuerpos, estimando que los mismos llevaban en el lugar unos dos meses.
-       Pero, pero, y acá viene lo interesante, volvió sobre sus pasos el Tano en el relato - cuando pusieron los tejidos dérmicos debajo del microscopio, la primera gran sorpresa se apoderó de los científicos, al saber que los cuerpos apenas llevaban dos días en la bañadera. Además, hacía exactamente ese tiempo que un médico de la asistencia pública de Vicente López había sido convocado a la casa con la finalidad de asistir a Irma, la que presentaba un cuadro gripal acompañado con una fiebre muy alta. Nos metimos de lleno en la investigación y descubrimos rastreando llamadas que un tal Adolfo Brescianini, médico de la zona, le recetó un antifebril a Irma, la más chica, hacía un par de días atrás. Fue interrogado por nosotros cuatro veces y no se contradijo jamás. Doppo, la autopsia confirmó que la joven no ingirió ninguno de los medicamentos recetados por el doctor Brescianini, a pesar de encontrarse los mismos en la mesa de luz de la enferma.
A esa altura del relato, los muchachos estaban inclinados sobre la mesa del bar prestándole más atención al Tano de lo que jamás lo habían hecho en su vida. En un tris lo interrumpe el Gallego para decirle, “seguí, seguí, Tano, ya me atrapaste”
-       Bueno, la cosa – prosiguió el ex policía – que la prensa a esa altura del partido, a los dos, tres días, ya hablaba de un pacto suicida, un asesino invisible, una muerte natural, y miles de giladas más. Pero ninguna de las hipótesis les cerraban ni a la cana ni a la prensa. Eran dos muertes sin explicaciones.
-       El tema es que investigamos un poco más y a qué no adivinan qué encontramos. Claudia Fernández, la más grande, salía con un tipo de unos treinta años, con el que se veía al menos de una vez por semana. Cuando nos llegó esa data, citamos al tipo inmediatamente y pasó un día casi completo en la taquería declarando y contestando preguntas de todo tipo, sin dar ni una sola señal que permitiera abrigar una sospecha. No había ningún motivo para pensar en su involucramiento y por lo tanto lo dejamos ir a su casa. Sin embargo, el juez que estaba al frente de la investigación era un cuadrazo. Nosotros lo respetábamos mucho. No se olviden que era la época que la instrucción la hacía enterita el Juez de Instrucción, no como ahora que la hace un fiscalucho de cuarta. Este Juez se llamaba Raúl Casal, y cuando le llegaron todos los elementos del caso a su escritorio, lo primero que dispuso fue que el novio fuera discretamente vigilado. Pero tampoco hubo novedades.
-       La cuestión – avanzó el Tano – es que el paso del tiempo comenzó a dejar el crimen de la primas en la bañera en el olvido. Pero como este juez que les conté, Casal, era un tigre y no iba a dejar que las cosas quedaran así, decidió convocar a los mejores especialistas del país para revisar nuevamente el lugar del supuesto crimen en busca de un dato salvador. El derpa estaba cerrado por orden judicial a cal y canto. Cuando la comisión judicial, a los 10 días, fue al lugar, ¿qué encontraron?: La bañadera estaba llena de agua y gusanos cadavéricos. ¡¡No se podía creer, chicos!!
Los muchachos se repantigaban en sus sillas como si tuvieran hormigas en el ojete. Ya a esa altura del relato se habían sumado el mozo, el dueño del bar y una par de parroquianos que el Ruso juraba no haber visto antes en su vida por el lugar. Estaban todos atrapados por el relato del tano.
-       Y Brandán siguió: En cuanto se retiraron las fallecidas se tomó la medida de vaciar y limpiar el lugar, que ahora misteriosamente aparecía nuevamente con agua y gusanos. Los especialistas trataron de explicar que podría tratarse de larvas resistentes que a pesar de la limpieza, quedaron adheridas a la bañadera y se reciclaron. Sin embargo, la explicación no alcanzó a la misteriosa aparición de una bañadera llena de agua, a la que nadie tenía acceso. El juez volvió con más interrogantes que los que tenía al momento de abrir la puerta del departamento.
-       Finalmente, continuó el tano, el gallego Casal decidió jugar la última carta fuerte y buscó esta vez a aún mejores especialistas para que desentrañaran la cuestión. La aproximación más importante a la verdad del caso fue un cotejo primario que le permitiera determinar si las primas murieron víctimas de un veneno letal. Para ello estudiaron detalladamente el veneno que se obtenía de una serpiente africana, llamada Mamba Negra, que tenía la facultad de acelerar la descomposición del cuerpo hasta extremos desconocidos. Este parecía ser el caso en cuestión. El dato se lo pasó un experto de la Federal – porque el caso ya había excedido a la policía de la Provincia y se le había pedido ayuda a los “Federicos”. El experto este se llamaba si mal no recuerdo Barro Casal. Se solicitó una muestra corporal relativamente sana de las muertas y se pidió la remisión del corazón de ambas mujeres, que se encontraban depositados en formol en la morgue policial de La Plata. ¿Y a qué no adivinan qué? ¡¡Los dos corazones habían desaparecido!! ¡¡Así como lo escuchan!! ¡¡DE – SA - PA – RE – CI – DOS!!.
-       A los pocos días, seguimos investigando y ¿a qué no adivinan qué otro dato encontramos? El flaco que se garchaba a la mayor, la Claudia, ¡¡era empleado de una veterinaria en San Martín que tenía serpientes!! Al toque Casal mandó a detenerlo y a trasladarlo hasta su despacho, para tomarle declaración nuevamente, convencido de que ahora estaba sobre la pista correcta. Y la última para terminar de cerrar el círculo: el punto se había rajado a la mierda. Si, así como lo escuchan. Se había esfumado, sin dejar un solo puto rastro. Se imaginarán que un cuadrazo como Casal no iba a dejar – al menos para la opinión pública – que el caso quedara sin cerrar. Así que un mes y medio después de las muertes, le pidió colaboración al forense más prestigioso de la Argentina, el doctor Osvaldo Raffo, quien de inmediato fue a la casa, analizó la causa y pidió hacer una nueva autopsia, la que llevó a cabo días después en La Plata. Raffo, en una entrevista, recordó: "Al hacer la autopsia encontré que había carboxihemoglobina en ambos cuerpos, lo que es un claro indicador que ambas habían fallecido por inhalación de monóxido de carbono”. Lo que el Raffo este – y se hacía bien el boludo – no decía es que las ventanas, tanto del baño como del departamento, estaban abiertas al momento de la muerte. ¡¡¡Yo las vi abiertas, muchachos!!! Además, añadió: "La menor estaba totalmente desnuda porque seguramente se estaba haciendo baños de vapor, por su estado febril, mientras que la otra joven vestía algunas ropas porque posiblemente fue a ayudar a su prima y también encontró la muerte". Ese día, de acuerdo a la reconstrucción que pudo hacer, en el baño la temperatura alcanzaba los 33 grados, con alta concentración de humedad, lo que – según él - generó la acelerada descomposición de los cadáveres. Y para que la cuestión cerrara todita, agregó que respecto de la bañera que se había llenado nuevamente con agua y había surgido más fauna cadavérica indicó que: el desagüe se había tapado con algunos restos y el grifo tenía una muy pequeña y casi imperceptible pérdida. En fin, concluyó el Tano, todas giladas para los giles. No cerraba nada, dos pibas que se mueren en una bañera por monóxido de carbono presentan un estado de descomposición de dos meses, el tipo que puede llegar a tener la famosa “Mamba Negra” desaparece, los corazones desaparecen, la fauna cadavérica vuelve a llenar la bañera unos días después. Repito, no cerraba nada. Lo fui a ver a mi jefe con esa montaña de dudas a cuestas, y Torres me dijo que cerrara el pico y a la mierda. Con el tiempo llegaron los ascensos y me olvidé del caso.
Todos nos retiramos hacia atrás como movidos por un resorte. El Turco pegó un resoplido y le preguntó con pocas pulgas: “¿Y para contar una historia sin final nos tenés media hora acá, tano boludo?”
El Tano apoyó sus dedos entrelazados sobre su prominente panza y nos dijo:
-       Ustedes me conocen. ¿Me creen capaz de hacer algo así? A lo que todos devolvimos con interjecciones irreproducibles. Paren un poco que la cosa sigue, dijo. Había una tercera hipótesis, la de los espíritus. Acto seguido saca una carpeta debajo de la silla y nos dice: Esto lo leí hace bastantes años. Es una nota de investigación del un tal José Luis Gallego, un periodista español, que escribió en el portal de noticias 24CON y dice algo así: “Corría el año 1990 y yo apretaba mi dedo índice contra el timbre en una casa del barrio bonaerense de Florida, investigaba el caso de las Chicas de la Bañera. Una señora con los ojos repletos de venitas rojas salió a mi encuentro. La inquilina del departamento donde un par de años atrás, uno de los enigmas más complejos de la historia policial acosó el ingenio de los especialistas. La mujer (me dijo) - "Necesito saber los nombres de las chicas muertas. Es que vamos a llamar a un cura, ¿sabe? Acá las puertas se abren y se cierran solas… y ese frío en el baño, venga pase, pase"… Entonces, la mujer de los ojos rojos me invita a entrar a la casa. - "Yo no sabía que acá había pasado esto, cuando alquilé no me dijeron nada. A la noche se escuchan gritos y ese frío en el baño. Venga que le muestro". Pero la puerta del baño estaba cerrada, la mujer golpeó y desde adentro una voz femenina dijo- "ocupado". La inquilina me invita a sentarme. El departamento esta prácticamente igual, solo pasaron dos años, me da la sensación de aun escuchar a Enrique Sdrech hablar desde la tele: "lo más extraño de este caso es que cuando fuimos a hablar con la vecina de arriba nos enteramos que las chicas 48 hs antes estaban vivas, le pidieron el teléfono a la locataria para llamar a un medico del hospital Vicente López, el doctor Brechiani, que efectivamente visito a las jóvenes. Es decir, a pesar de los signos de descomposición que databan de dos meses, apenas cuarenta y ocho horas antes estaban vivas." … al final la ocupante del baño sale envuelta en una toalla sorprendiéndose de la presencia de un extraño en la morada, al tiempo que se escabulle ágilmente. … Entrar al baño y volver a observar los azulejos tristes me transportó de inmediato al olor de la pipa del comisario Torre, del servicio especial de investigaciones técnicas, con su bigote prominente diciendo: - Mamba Negra, pero ¿a usted le parece? Una Mamba Negra, estos periodistas no tienen cara"- Torre se refería a la hipótesis de la Mamba, pequeña serpiente de 20 cm proveniente de África cuyo veneno produce la descomposición acelerada de sus presas, una teoría un poco descabellada pero la única explicación a la extraña descomposición de los cuerpos. ¿Por qué las dos jóvenes estaban muertas? Y el estado de sus cuerpos, ¿porque estaban juntas en la bañera? Finalmente el caso fue archivado como muerte accidental por monóxido de carbono, sin embargo, las ventanas estaban abiertas. ¿Porque murieron? Los enigmas quedaron flotando en la impune atmósfera que cubre este tipo de sucesos y nadie volvió a preguntar por ellas. La inquilina de los ojos irritados estaba aterrada, aseguraba que los espíritus de las jóvenes no estaban dispuestos a abandonar la morada. La muchacha que se escabulló del baño se presentó y corroboró el relato de su compañera, "las almas de las chicas penan por la casa, lloran de noche"-dijo. -¿Puedo hablar con la locataria, la dueña a la que las chicas pidieron el teléfono aquella noche?- les pregunté. Ellas me señalaron la puerta de la dueña de casa. Golpeé la puerta y me atendió una viejita, cara de cascarrabias - ¿Periodista? No quiero hablar con periodistas, ¿quien lo dejo entrar? - Las chicas me dijeron que usted me podía ayudar- me excusé. - ¿Que chicas? -Las del departamento de abajo. -Mentira, ¡voy a llamar a la policía! -¿Cómo que mentira?, ¡ellas me abrieron!- insistí ofuscado y confundido. -No hay ningunas chicas en el departamento, si nadie me lo quiere alquilar, ¿no se da cuenta? La gente tiene miedo, dicen que hay fantasmas. Fue entonces que se me debilitaron las piernas, y me sentí algo mareado. La mujer debe haberse dado cuenta, porque terminó de abrir la puerta y me ofreció sentarme. Luego me acompaño al departamento para verificar lo que ella decía. La casa donde acababa de tomar un té con galletitas estaba vacía, no había muebles, ni siquiera cocina y, por supuesto, no había ningún rastro de la mujer de los ojos irritados. Afuera soplaba un viento cálido del norte que amagaba una tormenta que jamás llegaría, sin embargo en ese baño, en ese departamento de la localidad de Florida, el frío era intenso y permanente”.
Cuando el Tano terminó de leernos el artículo parecía que había entrado al bar el mismísimo Belcebú, disfrazado de abogado. Nadie decía nada. Todos estábamos pasmados y a la vez aterrados. Rompió el silencio el Gallego que dijo “Terminaste Tano, porque lo que es yo, tengo los pelos de punta y me quiero rajar a casa”.
            El silencio inundó la noche de Barracas. El Tano agregó: “Y…. acá tenemos dos muertas que en dos días presentan rasgos de tener putrefacción de dos meses, fauna cadavérica que vuelve a aparecer en la bañera, dos corazones que se vuelan en el aire, un veterinario trucho que desaparece, una supuesta “mamba negra”, medicamentos para el resfrío que desaparecen pero no se toman, y para terminar, espíritus que vagan en la casa. Si ustedes no quieren saber la posta de este tema, me callo. Ahora si quieren saber el final del cuento sigo”
            Creo que el Turco no se lo comió vivo al Tano porque se lo impedimos entre todos. Ya a esa altura del partido creo que toda Barracas estaba alrededor de esa mesa. Los gritos destemplados de los muchachos de la barra se escuchaban hasta en Avellaneda, hasta el que dueño del bar gritó en una mezcla de gallego y porteño:
-       ¡¡¡Pues que este cabrón termine lo que ha venido a contar, carajos, o rompo todo el bar y se los cobro a ustedes, cabrones!!
Todos callamos y el Tano sacó de debajo de la silla unas hojas que parecían cartas, con redonda y hermosa letra femenina. Eran tan sólo tres carillas. Las desplegó y nos dijo: “Me llegaron hace un par de días. Desde entonces que estoy digiriendo esto y lo quería compartir con ustedes. Creo que es un premio a mi constancia. Creo que es un regalo del cielo. Aún no lo he dilucidado, pero lo quiero compartir con ustedes. Les leo:
Estimado Sr. Raúl Brandán
Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Le escribo esta carta como recompensa a su constancia y perseverancia. En la época en que ocurrieron estos hechos Ud. era un simple Principal, pero sé también que se cargó la investigación al hombro Ud. solito y que luego de 20 años de dudas y fatigas merece conocer la verdad. La total y absoluta verdad. En primer lugar, y para que tenga Ud. una primera pista le voy a citar al autor argentino Guillermo Martínez. El mismo, en su libro “Crímenes Imperceptibles”, sostiene que “El crimen perfecto, no es el que queda sin resolver sino el que se resuelve con un culpable equivocado”
En aquellos años yo y mi prima éramos muy jóvenes, propensas a la promiscuidad, al alcohol y a todo tipo de excesos. Yo vine del interior a estudiar y ella llegó tras mis pasos. A los meses ya estábamos involucradas con la peor calaña que se puede reclutar en la villa que estaba al sur de Florida. Al tiempo me puse de novia con un empleado de una veterinaria en San Martín que tenía la extraña habilidad de combinar sustancias alucinógenas. Fue eso y sin darnos cuenta nos metimos en un plan simple como un emparedado de queso: Estafar nada menos que a la mafia narco que habitaba el lugar.
Me concederá Ud. (y por favor no se ofenda, es la simple realidad) que engañar a la policía y a los medios es completamente más simple que engañar a la mafia. Por la simple razón que ellos viven engañándolos a Uds. Entonces ideamos la forma de hacernos de dos millones de dólares y plantarles tres tipos de pistas falsas: Los cadáveres extraños, el veneno extraño, y la superchería. Y le cuento por pasos. Mi novio – oculto su nombre por obvias razones – les dio a probar una muestra de un potente alucinógeno que había ideado en esos días. Con los narcos convencidos nos encontramos en un lugar neutral. Ellos con la plata, nosotros con la droga. La plata llegó, la droga no. El segundo paso era poder escapar de ellos sin dejar rastros. Pues teníamos que morir. Fuimos a la noche siguiente al cementerio de Olivos y desenterramos dos cadáveres de menos de seis meses y de más de dos, para que la cosa fuera creíble. Las lápidas nos cantaron los nombres de dos pibas de 15 y 21. Bolsas negras al hombro, mucho asco al principio, pero primer punto solucionado. El segundo fue guardarnos por un tiempo en un hotel del centro de Buenos Aires los tres, nosotras dos y mi novio. Y lo más importante de todo, conservar una copia de la llave de la casa. Después fue mi novio al local de San Martín y se dejó ver el tiempo suficiente como para que lo citaran a declarar. Luego de esa primer y única declaración, salió de la Argentina con un “toco moto yuto” (Ud. sabrá que es un pasaporte falso) y nos preparó el terreno a nosotras. A la semana volvimos de noche al departamento y “plantamos” la fauna cadavérica que asombró luego a todos. Pero especialmente a los narcos que si hay algo que son es supersticiosos. Finalmente estaba el tema de los corazones en la morgue de La Plata, la única forma a esa altura del partido que tenía la policía de contrastar nuestras identidades con los ADN respectivos. Nada que un buen puñado de dólares en la devaluada y destruida Argentina de los 80’s no pudiese comprar, en especial a un camillero corrupto. Más tarde sembramos en la opinión pública el tema de la Mamba Negra para darle más sensacionalismo al caso, además ya seguros que nuestro compinche estaba completamente a salvo. ¿El broche de oro? Los espíritus en la casa. Teniendo la llave en nuestro poder entrábamos de noche y nos divertíamos como dos locas, Irma y yo con dos sábanas blancas haciendo “uuuhhhh” de madrugada, cosa que le ponía los pelos de punta a la dueña de la casa. Pasaron al menos cinco años para que la dueña pudiera alquilar el departamentito. Mientras tanto todo el Gran Buenos Aires – en especial la mafia narco – creía que el lugar estaba embrujado. Lo demás… en fin. Yo estoy muy lejos de la Argentina. Separada y con buen vivir. Desconozco el paradero de mi prima y de mi ex pareja, pero estimo que la deben estar pasando bastante bien con la parte del botín que les tocó. ¿Porqué esta confesión? En primer lugar, un simple formalismo legal que se llama prescripción. En segundo lugar, porque Ud. se lo merece, Brandán. Porque nunca cejó ni aún cuando Raffo le puso el punto final a un caso que no lo tenía. Y me consta, porque uno no puede hacer este tipo de trapisondas sin tener a alguien adentro de la policía. Y finalmente, porque en el fondo de su alma, no debe haber nada que lo satisfaga más que dos jóvenes adolescentes se hayan burlado no de la cana, sino de los narcos y frente a sus narices. Con mis cordiales cumplidos y total respeto, le saluda desde el fin del mundo. Claudia Fernández.”
      Cuando el Tano terminó de leer la carta, el silencio espeso como manteca se posó sobre el bar. El Turco quiso abrir la boca pero lo interrumpió el dueño del bar y con su gruesa voz sentenció:
-       “Verdad o mentira, joder, tengo que conceder que esta historia se lleva las palmas de todas las que has contado tu, Turco”. Y acto seguido se dio vuelta ordenándole al mozo: “Ronda de cafés gratis, esta vez vale la pena, banda de gilipollas”

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