Llegó a Ezeiza con apenas tres horas de
sueño, sin que amanezca aún, pero no sólo ella estaba dormida sino que el
empleado de la compañía de aviación también lucía somnoliento, además de muy
mal humor. Ella tenía suficiente tiempo por adelante para embarcar y después de
hacer el cheking llamó a su enamorado para avisarle que partía, no vaya a ser
que la busque y no la encuentre.
Cuando subió, se acomodó
en su asiento doble al lado de la ventanilla, lo reservó de antemano, con tanta
suerte que estaba desocupado, así que hizo el primer tramo sola disfrutando de
un avión nuevo, de super-lujo con una atención esmerada y una comida exquisita,
viendo un paisaje maravilloso sobre los Andes, recorrido que no había hecho
nunca. ¡Maravilloso, la vista era espectacular!