Y es que, así como el esperma de los intemperantes en las relaciones
sexuales es, en general, estéril e improductivo, lo mismo la falta de recato
para charlar vuelve la palabra vana y necia.
Plutarco, Vidas paralelas, Licurgo.
Creo que, en esta vida, y quizás en la otra, no hay nada más cansino,
repetitivo y aburrido, que un político español con miedo a perder las
elecciones. Se pasa el día, las horas, las semanas y los meses, hablando de lo
mismo, de lo único que sabe hacer y le han dicho, en el partido, que haga y
repita: cantar todas las maldades que nos esperan si no le votamos a él, a su
partido, y lo hacemos, por el contrario, a los otros, a sus enemigos, ya no
rivales, que son, poco menos, que el apestoso demonio que nos va a llevar a las
calderas de Pedro Botero. O como les gusta repetir día tras día, a dar un paso
hacia delante cuando ya estamos al borde del abismo. La segunda vez que oí al
político de marras pintando tan idílico panorama recordé un cuento infantil, Pedro
y el lobo, creo que se titulaba. El tal Pedro siempre estaba anunciando la
llegada del lobo con la finalidad de meter miedo en los pastores, y de
divertirse con sus carreras y terrores. Ahora no se trata de divertirse sino de
conservar el sillón o la butaca. Planteamiento que evidencia, por si no estaba
claro, que la política no es un servicio público o a la cosa pública. O es eso
y algo más, mucho más. Algo que hay que defender hasta el absurdo y el
patetismo. Hasta la esterilidad.