De “El amante perfecto y otros cuentos por inferencia”, Salvador Alario Bataller, Editorial lulu Enterprises, London, 2009.
Como cada noche, el mendigo arrastraba su patética figura por el bulevar; ya no sentía culpa, ni vergüenza, ni siquiera angustia. En cambio experimentaba siempre un deseo imposible, permanentemente insatisfecho, cuando columbraba la buena vida al otro lado de las puertas de los restaurantes inaccesibles. El tintineo de los cubiertos sobre la porcelana le devolvía el recuerdo no de los manjares que deleitaban los paladares de aquella gente pudiente, pero sí de otros suficientes que un día tuvo. Porque nunca dejó de ser pobre, pero no tanto como ahora, que lo era de solemnidad.
La necesidad y la incuria lo habían convertido prácticamente en una alimaña. Bajo un crepúsculo de murciélagos se encaminó hacia el rincón de desperdicios en el solar por construir, la hura donde hacer furtiva su desdicha. Un tiempo atrás llegó a sentirse el ser más desgraciado y solo del mundo. Pero ahora ya no sentía casi nada. Después, bajo el cobijo de los cartones, se hizo una paja.
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