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viernes, 9 de marzo de 2012

LA BRUJA, por Elizabeth Oliver de Ávalos, de Montevideo, Uruguay

"La Bruja,
que ayer fuera reina de todo mi ser,
hoy, roto el encanto, no es más que mujer.
La Bruja,
montón de caprichos que me esclavizó,
hoy es un paisaje, cubierto de horror".
Francisco Gorrindo

Todo empezó en la oficina de un jerarca, después se trasladó a la del secretario y por último... a la vida misma del pobre pinche que admiraba a su jefe por ser un tipo de bien, y creyó que todo lo que hacía (o había hecho), era de la misma calidad y por lo tanto, admirable también.
La pibita iba a ver al padre a la oficina, tendría unos 10 años cuando Luis la vio por primera vez. Linda, simpática, vivaracha, le gustó, como también le gustaban todos los gurises con esas condiciones, y dejó aflorar sus cualidades pedagógicas conversando con ella. Trece años mayor, se sentía como un tío orgulloso de su sobrina.
El padre, encantado: su secretario era confiable cien por cien, y lo libraba de entretenerla, pudiendo dedicarse al exhaustivo análisis que dedicaba a sus tareas ejecutivas.
Un poco después, cuando la nena cumplió 13, ya ni entraba al despacho del padre... sus visitas eran para Luis. Y así nomás, un día le zampó en la cara, con una sonrisa desfachatada que la hacía verse como bastante mayor... ¡que quería ser su mujer!
La sorpresa lo dejó tan mal parado, que no tuvo capacidad de reacción y se quedó mudo. Ella entendió, pero el silencio le sirvió para seguir adelante. Lo apremió a seguirle el juego, asegurándole que no desistiría hasta conseguir que dejara de verla como niña porque ya no lo era.
A Luis, que de veras era confiable, no le quedó más recurso que desaparecer. Le argumentó al jefe una propuesta de trabajo más conveniente y renunció. La mentira piadosa le evitó angustias al padre, y a la hija, por más berrinches que hiciera... no se iba a enterar ni la iba a ver más.
Muchos años después había olvidado el asunto, pero un mal día se la encontró de casualidad. Los trece años de diferencia eran menos notorios. Él rondaba los 50 y ella había dejado de ser una nenita y tenía un divorcio en su haber. Se dejó atrapar por la atracción enfermiza que ella le demostraba permanentemente... y se ennoviaron.
Luis se sentía ahogado por aquella mujer tan posesiva, pero se había enamorado y encontraba siempre justificación a sus caprichos. Quiso conocer a su futura suegra (para ella era un hecho que había encontrado el candidato seguro aunque no le hubiera propuesto casamiento), y él la llevó a su casa.
A la señora, muy mayor, no le agradó la estampa de la candidata y aunque la recibió con amabilidad, no dejó de advertirle a su hijo que algo extraño había en esa mujer, pidiéndole que no se comprometiera demasiado. "Tiene las uñas tal largas y arqueadas que parecen garras  -le dijo-,  me asusta".  Luis la calmó diciéndole que si bien eran novios, no era una relación con futuro por la diferencia de edades y que ella misma se alejaría de él cuando se cruzara alguien más joven en su camino. Debe haber sido su subconsciente, que aun ileso, puso esas palabras en sus labios previniéndolo de algo... que él no entendió.
La damita, aprovechando los buenos modales de su anfitriona, alabó el mobiliario y la parte de la casa que tenía a la vista, y pidió para conocerla toda. Subieron, refistoleó todo y se dio cuenta que su novio, único heredero de los bienes familiares, era mejor partido de lo que suponía.
Luis se las arregló para seguir en lo suyo pasando algunas noches en lo de su novia y otras en su casa, conformando a ambas sin molestar a ninguna. Le hizo creer a la madre que su relación había terminado, y que sus ausencias, al trabajar en otra ciudad, se debían a horarios extendidos y le quedaba más cómodo quedarse en casa de un colega. Como la extraña dama no pidió visitar a su suegra nunca más (¿para qué?, si ya había visto lo necesario), la mentira inventada le permitió moverse libremente sin tener que escuchar las advertencias de su madre.
Así fue que en pocos meses, se estaban casando por civil a escondidas, no sólo de la madre sino de todos los parientes y conocidos de él. Tuvieron una luna de miel atípica, donde el flamante esposo seguía pasando algunas noches en la casa materna. A ella no le importó y es más, lo instaba a que lo hiciera más frecuentemente.
Muy pronto, ya muy viejita, la madre de Luis murió. De inmediato, su joven esposa decidió alquilar el apartamento en que vivía y mudarse a la casa de la difunta... que ahora era de su marido. Esa vivienda no estaba paga, Luis había levantado una deuda acumulada y se hacía cargo de las cuotas, o sea, no era legal alquilarla. Ella hizo un arreglo sin papeles que terminó con la pérdida del inmueble, pero no le importó porque odiaba el barrio en que se encontraba.
La estancia en la casa de Luis fue muy corta, porque tampoco ésa era su meta. Lo fue convenciendo de vender todo lo que había adentro, incluido el auto, y culminó con la venta del inmueble. Él, sumido en su nube de tolerancia, aun a disgusto no dejó de complacerla. Compraron otra casa y la equiparon con todo nuevo. Cuando él se dio cuenta que la única intención de ella había sido convertir su acervo hereditario en bienes gananciales, ya estaba hecho... voluntaria y estúpidamente hecho.
Ella le hizo sacar una tarjeta de crédito y nombrándola usuaria adicional eligió, compró, y siguió comprando todo lo que quiso, por innecesario y superfluo que fuera. Él la dejó hacer sin  pensar en las consecuencias... hasta que se le vinieron encima. Fue el momento en que la señora empezó a sentirse incómoda e insatisfecha... su marido había culminado su función. Pero no le dijo que quería separarse, o que se iba, no... le comunicó, muy suelta de cuerpo, que salía con otros hombres. Eso motivó la separación de cuerpos por parte de él, obviamente... pero ni se fue de la casa ni la echó.
Ya la damisela se le había convertido en bruja, pero no tuvo agallas para cortar por lo sano. Se devanaba los sesos pensando cómo había pasado todo eso, cómo no había comprendido a tiempo la feroz trampa que ella le había tendido, cómo hacer de ahora en más. Pero no hizo nada, simplemente, bancó la situación.
La bruja se adueñó de la casa, lo redujo a un rincón en la antecocina y prácticamente le prohibió la entrada a las habitaciones que confiscó para ella. Compartían el baño, que limpiaba él. Le obsequió la cocina porque no le interesaba, nunca había cocinado ni lavado un trasto. Compraba su comida hecha, sin embargo, accedía a compartir algún plato preparado por él cuando era de su gusto. Lo convirtió en el mayordomo de la casa, sólo que sin sueldo, que también debía ocuparse de lavar, tender y guardar la ropa.
A esa altura, el padre de ella había muerto, lo que resultó ser una suerte para el pobre viejo, que así se evitó sufrimiento y culpa por no haber conseguido transmitir sus virtudes por herencia. Luis lo recordaba, y volvieron a su mente algunos temores que le había confesado cuando trabajaban juntos, sobre la conducta de su hija adolescente.
Recordó claramente aquella charla en que el jefe le mostró el resultado del psicodiagnóstico que le habían hecho a la muchacha por su mal comportamiento y se le representó el estudio como si lo tuviera delante para leerlo; su mente lo reprodujo textual:
"Inteligencia. Su nivel es normal (Percentil 75 según el test de Raven), aunque su rendimiento desciende por factores de ansiedad, que la domina durante el test. Esta incidencia de elementos emocionales explica posiblemente el brusco descenso de su escolaridad.
Personalidad. Su actitud frente a las pruebas es de tanta ansiedad, que pretende ocultar con el desafío y el exhibicionismo histeroide sus aspectos más conflictuales. Vive todos los conflictos en términos de gran inmadurez y falta de adaptación a su edad y su sexo, y ha elaborado muy inadecuadamente las tendencias afectivas que la ligan a las figuras parenterales. El objeto paterno constituye una imagen de la que resulta difícil desprenderse e independizarse, obstaculizando así su relación con otras figuras masculinas del ambiente.
Con la figura materna la problemática se agudiza, porque experimenta celos y rivalidad, y como consecuencia, la agrede intensamente en sus fantasías (la desvaloriza, la mata, la abandona, etc.) Paralelamente, su super-yo castigador y destructivo, provoca intensos sentimientos de culpa por su agresividad hacia la imagen materna, que derivan en fuertes temores de venganza y castigos contra ella.
Como mecanismo defensivo, se refugia en la introversión y el aislamiento afectivo, porque teme, si se libra al contacto con el ambiente, ser superada por la agresividad, que podría ser muy explosiva (Pulsiones hostiles en el test de Rorschach, volcanes, explosiones, violencias, etc.)
En resumen. Es una personalidad inmadura, con una conflictiva neurótica que excede la mera adolescencia. Su sintomatología de labilidad y exhibicionismo histeroide, le permiten manejar el medio ambiente familiar, al mismo tiempo que libera parcialmente su agresividad contra el mismo. Dr. Mario Berta." 
Y pensar que había conocido ese maldito documento unas pocas semanas antes de que la chica se le regalara y a pesar de eso, cuando optó por evadirse ni siquiera lo recordó. Fueron, en aquel momento, dos errores que habrían de marcar su triste futuro: no tener en cuenta a quién se enfrentaba y creer que la evasión podía actuar como vacuna, inmunizándolo de por vida.
Y así dejó pasar los años, junto a aquella bruja maligna que lo fue destruyendo poco a poco, económica, física y espiritualmente. Su salud se quebrantó y ella no lo asistió en absoluto. Ése fue otro golpe que le mostró a las claras que estaba completamente solo. 
Cuando la bruja gastó todo el efectivo y le saturó la tarjeta, no pudieron con las deudas y la casa fue a remate. Pero ella, tremendamente hábil en el arte de engatusar, consiguió que uno de sus "amigos" se hiciera cargo de la compra y los dejara a ambos continuar viviendo ahí.
A ella le servía esa casa porque ahí había montado su consultorio, donde embaucaba clientas con sus inventadas dotes de astróloga y otras yerbas para sacarles dinero. Le molestaba la presencia de Luis y lo destrataba de contínuo, agrediéndolo con gritos, improperios y groserías; pero como también lo usaba y tuvo miedo de perder su ayuda si él pasaba a mejor vida... lo apremió a jubilarse... pensando únicamente en aprovechar su prestación y después, obtener su inmerecida pero legal pensión.
Todo aquello parecía una trama de telenovela barata y exagerada, donde nunca falta una mujer maldita ni un pobre tipo que se deje atrapar en sus redes sin oponerle resistencia alguna. Pero aquello no era ficción, sino realidad.
Una noche, con el descaro que la caracterizaba, le comunicó que había encontrado su hombre ideal y por lo tanto, lo traería a dormir con ella cuando no quisieran revolcarse por ahí. A Luis no le importó y solamente se le ocurrió pensar en el pobre "punto", que muy pronto se enteraría con quién se había metido... En él mismo no pensó, como tampoco lo había hecho antes, pero esa indiferencia traída de los pelos no reflejaba la verdad de sus sentimientos, que existían aunque no quisiera reconocerlo.
Con unos cuantos años encima, su organismo, sufrido y maltratado por tanto tiempo, colapsó. Se sintió morir y logrando pedir ayuda solito, una ambulancia lo llevó al hospital, con el diagnóstico de infarto complicado con insuficiencia pulmonar. La bruja, tal vez por guardar las apariencias, le llevó un teléfono celular (que por supuesto le curró a la empresa que le proporciona clientela y que sin saber está pagando las llamadas), se informó del estado del pobre hombre y se mandó a mudar.
Allá lo asiste la limpiadora que ella contrató de inmediato, cuando su "mayordomo" quedó fuera de combate. La doméstica, bailando al ritmo que le impone la bruja, se explaya un poco en su función a escondidas de su patrona y le ofrece a Luis un poquito de solidaridad. También lo visitan algunas personas de su amistad que pudo contactar por teléfono, las pocas que, a pesar de haber sido corridas brutalmente de la casa por la infame, siguieron sintiendo un poco de afecto por él.
El tiempo de estadía de Luis en el hospital es incalculable. Su corazón y sus pulmones no le dan tregua y su salud sufre altibajos permanentemente. Tampoco quiere mejorarse del todo, porque en ese lugar se siente más acompañado que en su casa. Pero en algún momento, si supera esto, le darán el alta y habrá de volver al infierno de su vida cotidiana, para remedar al obispo Ruggieri (como en el último círculo de otro infierno, el del Dante), cuya cabeza se destroza por las mordidas del conde Ugolino.
Mientras tanto, la bruja se informa de los trámites que la harán pensionista (ya se siente viuda), y se ocupa de cobrarle y administrarle la jubilación, dejándole unos pesitos que no le sirven ni para mandar comprar comida cuando la del hospital escasea.
La telenovela continúa, aunque el final que se vislumbra no se parece a los que eligen los libretistas, donde los buenos triunfan y los malos sucumben... No, acá es la vida, y por eso es al revés. Todo esto hace pensar qué cierto es que cada uno traza su propio destino y por lo tanto... si bien la bruja es bruja porque así nació, la culpa no es sólo de ella... sino que buena parte le corresponde al que, como al chancho, le vino rascando el lomo.
Qué bueno sería escucharle a Luis otra de las estrofas de "La bruja", de Francisco Gorrindo: "Ahogando este grito que sube del pecho,/ y llega a los labios cargao de rencor,/ yo vuelvo a tu lado, atadas las manos,/ pero pa' decirte que todo acabó,/ Que ya no me importa tu risa o tu llanto,/ que a fuerza 'e coraje vencí al corazón,/ y que hoy como nunca mirándote cerca,/ te veo realmente, así como sos"... pero son  utopías, que me gusta imaginar...

3 comentarios:

  1. Ay, por favor... lo único que voy a comentar es que CUALQUIER ANÁLISIS PSICOLÓGICO HECHO A UN ADOLESCENTE, DARÍA ANORMALIDAD... veáse libro Adolescencia normal, de Garbarino.
    Espero que el blog tenga contenido superior a este cóctel de rencor familiar, mal disfrazado de ficción.

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  2. Querida "Luzbelita"

    El comentario que has hecho nos parece atinado. Sin perjuicio de lo cual te recomendamos leer las más de 300 publicaciones a lo largo del último año, fecha desde la cual existe nuestro blog, así te evitás abrir juicios de valor tal como "Espero que el blog tenga contenido superior a este cóctel de rencor familiar, mal disfrazado de ficción"

    Te vamos a publicar el comentario igual, pero te sugerimos que en lo sucesivo leas algo más del blog, donde han publicado autores de la talla de Rolando Revagliatti, Vicente Adelantado Soriano, Fernando Sorrentino, Eva Marabotto o Rocío Trotón por citar tan sólo a los más de 70 autores que colaboran en Todas las Artes Argentina, sin contar a los excelentes cuentos que ha publicado la autora del cuento que tu criticas, Elizabeth Oliver de Ábalos y su marido, Miguel Ábalos, también increíbles y excelentes cuentistas.

    Un saludo grande y quedamos a tu disposición

    Eva y Carlos

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  3. Querida Luzbelita: te sorprendería saber cuántos análisis sicológicos efectuados a adolescentes y exentos de anormalidad, existen en los archivos que se conservan de la ilustre Sicóloga Mercedes Freire de Garbarino y del también prestigioso Siquiatra Dr. Mario Berta.
    Los jóvenes "adolecen" de las cosas normales inherentes al período de transición que están viviendo. Pero ¡por suerte! sólo algunos pocos muestran anormalidades reales, de cuidado. Los más, crecen y se hacen adultos comunes y corrientes que viven y dejan vivir. Los menos, aparecerán en la crónica roja y/o servirán de inspiración para cuentos como el mío, o películas de terror.
    En cuanto a mi "cóctel" que no te gustó, lamento que seas abstemia. Beber mucho es pernicioso, pero con moderación, ayuda a despejar la mente y estimula el discernimiento.
    La ficción se nutre de realidades, y la vida contiene de todo un poco. Lo bueno, lo malo, lo lindo y lo feo son el pan de cada día. Ojalá nunca puedas comprobar lo que te digo por experiencia propia. No te gustaría que te lo confundieran con rencor.
    Un beso enorme, desde el país cuna de los "loqueros" ilustres mencionados.
    Elizabeth Oliver de Ábalos

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