Hoy escuché una canción que
decía algo como: "Only miss the sun when it's start to snow".
Inmediatamente me puse a pensar en todo aquello que perdemos o, mejor dicho,
que dejamos ir, por no valorar a tiempo: cuando lo tenemos.
No sé
si se trata de una ceguera mental o si solo responde a la manía de querer tener
aquello que no tenemos, justamente por no tenerlo. Esto podría ser pensado
desde la oposición entre lo que es propio y lo ajeno: la barrera que hay entre
éstos. ¿Cómo? Adquirir algo que no tenemos pero que sabemos que otros sí
tienen, significaría, en muchos casos, arrebatárselo a ese otro. Apoderarse de
algo que otro también desea. Además, se trata de invertir tiempo y energía en
ese algo para conseguirlo. Pelearlo. Ganárselo. Claro que, si éste es el
verdadero motivo, estaríamos hablando de una actitud sumamente estúpida y
egoísta, pero no muy ajena a nuestra realidad.
Ahora
bien, ¿qué pasa en realidad con eso que "tanto" queremos? ¿Lo
queremos, en realidad, más allá de su condición externa? Esto es fácil de
demostrar: ¿cuál es nuestra actitud hacia dicha cosa una vez que la
conseguimos? ¿Sigue siendo tan importante o es cajoneada en un instante para
ser reemplazada por otro deseo todavía no alcanzado y así sucesivamente?
Si
hablamos de objetos, podríamos asumir una postura que nos defendería
(relativamente), sosteniendo la idea de que vivimos en una sociedad consumista,
bombardeada a diario por publicidades que nos incitan a deshacernos de lo
"viejo" para convertirnos en personas más "cool"
adquiriendo los "último modelo". A pesar de tratarse de individuos
pensantes, es un sistema que se mueve en una inmensa masa, o
corriente, difícil de contrarrestar.
El
problema viene cuando esa misma lógica se traslada hacia las personas, a los
lazos afectivos, a las relaciones que establecemos unos con otros. ¿Entienden
la gravedad de considerar a alguien desechable como si fuese un producto que
descarto en cuanto deja de servirme y/o gustarme? Hoy en día es algo común.
Seguramente lean esto y crean que estoy exagerando: es sólo que resulta
chocante el ponerlo en palabras, pero no por eso pierde validez. Pensemos en la
cantidad de divorcios que hay. Sin llegar a eso, pensemos en cuantos novios o
novias (si es que llega a asumir esa formalidad) tiene alguien hoy antes de
casarse. Muchas. Infinitas. ¡Tantas como pares de zapatillas! No existe
compromiso con nada ni nadie. El ser humano del momento defiende lo suyo, es
sumamente individualista, y le importa muy poco lo que pase al de al lado.
Muchísimos
intelectuales muy leídos como, por ejemplo, Pierre Bourdieu, pelean por el
concepto de "excepción cultural", defendiendo la necesidad de un
proteccionismo que resguarde la producción cultural de cada país de las garras
del mercado y su lógica avasallante, perfectamente graficado en el mismísimo
Hollywood. Estos autores consideran que el mercado y su finalidad, la ganancia,
son perjudiciales para el arte ya que no hace más que homogeneizar y vaciarlo
de contenido. ¿Qué significa esto? Las obras artísticas pierden su esencia, al
igual que la perdieron los zapatos de cuero hechos a manos por antiguos
artesanos cuando se introdujo la famosa cadena de montaje de Ford.
Ya que
en lo que concierne a las relaciones humanas, sería casi (por no decir
completamente) imposible establecer reglas que las eximan de toda lógica
consumista, tendríamos que replantearnos, como seres pensantes que decimos ser,
qué es lo que nos está pasando, si es éste el mundo en que queremos vivir y si
toda esta oferta material que hallamos a la vuelta de la esquina reemplaza, en
cuanto a la búsqueda de nuestra felicidad, al antiguo lazo entre dos o más
personas que se quieren y respetan. Y, recordando el viejo refrán, será mejor
despertar antes de que sea tarde.
Me encantó la imagen! Muchas gracias!
ResponderEliminarCon nuestras "nuevas plumas" tratamos de esmerarnos especialmente en ese aspecto. Gracias a vos.
ResponderEliminarsiempre tan reflexiva Male, me encantó.
ResponderEliminarGracias amiga!
ResponderEliminarGracias amiga!
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