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jueves, 25 de abril de 2013

LA VENGANZA DE LA DESATANUDOS, por Eva Marabotto, de Buenos Aires, Argentina



Era una época de desesperanza y abulia en la cual florecieron los pastores electrónicos y los falsos gurúes que prometían todo a cambio de nada. Por entonces ningún Papa argentino revolucionaba los templos y atraía a propios y ajenos en torno del altar. Por eso los curas se esmeraban por encontrar un estímulo para las almas piadosas.
            Entre los más tenaces estaba el padre Osvaldo, un espíritu noble, deseoso de atraer ovejas al rebaño del Señor a cualquier costo. Por eso fue el primero en organizar campeonatos de fútbol para los niños de la barriada desangelada donde quedaba su capilla. También cocinaba locros para las fiestas parroquiales donde corría el vino en damajuana y había competencias para toda la familia. 

            Pero indefectiblemente, a la hora de la misa sólo llegaban las beatas de siempre. Esas que se sabían de memoria el oficio religioso y lo corregían si se salteaban una sola de las letanías. Y no es que Osvaldo las despreciase. Esas buenas señoras eran las que lo mimaban. Le acercaban una bufanda tejida por sus manos, una botella de colonia, un budín casero y se ocupaban de renovar los manteles y los ornamentos de la iglesia toda vez que resultaban deslucidos. Pero en su simplicidad de cura de barrio, el hombre intuía que su misión estaba en atraer a las masas, en sumar más y más fieles al mensaje de Cristo.

            Así que no dudó en comenzar una investigación para descubrir los secretos del éxito de las iglesias evangélicas de la barriada. Primero fueron los monaguillos y después algunas de las beatas más avispadas que trajeron noticias sobre ceremonias con cantos, túnicas coloridas e imposiciones de manos. Pero al cura no se le daba fácilmente el don del canto y el baile así que desistió de esas artimañas.

            Hasta que un obispo amigo le contó que en algún lugar de Villa Devoto había un santuario dedicado a La Desatanudos, una invocación de la Virgen muy en boga. Esta vez Osvaldo no recurrió a enviados especiales sino que se apersonó él mismo en el templo del Barrio de Agronomía donde se veneraba una imagen de María rodeada de ángeles en el acto de desatar cintas que representan los problemas humanos.

            La recorrida dejó al cura totalmente satisfecho. El santuario estaba abarrotado de gente que se afanaba en colocar sus ofrendas y participar de las celebraciones para que la Virgen la ayudase a desanudar la trama de sus vidas. Un sacristán eufórico le contó que los días 8 de cada mes, más de 40 mil almas hacían cola ante el cuadro que mostraba a la Virgen Desatanudos. Tanto es así que no daban abasto con las estampitas y las medallas y el arzobispado gestionaba la concesión de un predio para construir un templo de mayores dimensiones.

            El cura no lo dudó. Aquella imagen mariana era la que necesitaba para posicionar su iglesia y atraer más fieles. Así que mandó traer un cuadro de Alemania y destinó el altar mayor para venerar a la Desatanudos. No le importó mudar el santo patrono de la comunidad a un lugar menos destacado. Ni bien se corrió el rumor en el barrio, empezaron a llegar hombres y mujeres desesperanzados con sus matrimonios y con sus vidas. Tenían las más diversas edades y en su mayoría eran protagonistas de historias de amor desgarradoras en las que había celos, engaños, violencia o el más profundo desamor.

            Venían confiados en que la virgencita iba a enderezar sus vidas. Encendían velas, rezaban de rodillas y suplicaban por estampitas. Osvaldo tuvo que pedir un refuerzo para las confesiones y desdoblar las misas del domingo en la mañana. Viendo la multitud que hacía cola para rezar empezó a sentir que su misión pastoral estaba cumplida.

            Pero pasados unos años el fervor por la Virgen de las cintas comenzó a decaer y los pasillos del templo de despoblaron. Una de las beatas que llevaba años esperando la jubilación le contó al cura que en la santería le habían vendido una estampita de San Expedito, el patrono de las causas urgentes, con la promesa de que el santito resultaba infalible para obtener una respuesta instantánea. Al cura volvió a tentarlo un santo que diese respuestas inmediatas como si se encontrase siempre on line y le pareció que era un patrono digno de los tiempos de la Internet y las redes.

            Así que trasladó a la Virgen de los nudos a un altar del fondo del templo y consiguió una imagen de aquel legionario romano martirizado por el emperador Diocleciano por profesar la fe en Jesucristo. Para apoyar su cruzada de reclutamiento de fieles, Osvaldo mandó crear un sitio web difundiendo el culto de San Expedito y colocó pasacalles por todo el barrio convocando a las misas por las causas urgentes de los días 19.

            Y otra vez volvieron las colas y los carteles en los colectivos indicando que pasaban por la iglesia de Osvaldo. El cura se felicitaba a si mismo y paladeaba los elogios que recibiría del obispo. A veces fantaseaba con los calurosos aplausos que recibiría en la Vida Eterna por el tesón en mantener y hacer crecer el rebaño que le había sido confiado.

            Pero entonces empezaron a sucederse los episodios extraños. Una imagen que se precipitó desde el altar e hizo añicos un vitreaux, una novia que cayó enredada en su propia cola, un monaguillo que enmudeció de pronto, poco antes de interpretar el Gloria. Casualidades o productos de la fatalidad que hicieron persignarse a las beatas y redoblar su entusiasmo en el rezo del Rosario. Alguien echó a rodar el rumor de que aquellos acontecimientos desgraciados eran la venganza de la Desatanudos que se sentía desplazada.

            Cuando la historia llegó a los oídos del cura él dedicó una homilia completa a negar los infundios y desmentir que las Vírgenes se dedicasen a intervenir en los asuntos de los hombres por despecho. Pero no todos le creyeron - máxime cuando, lejos de disminuir - las desgracias se multiplicaron. Un ministro de la Eucaristía rodó con el caliz repleto de hostias y su carga redonda y blanca se dispersó por todo el templo. Una epidemia de varicela dejó al cura sin acólitos durante varias semanas.

            Una tarde una comisión de fieles se apersonó en la sacristía para pedirle al padre Osvaldo un desagravio para la Desatanudos. Todos confiaban en San Expedito pero pensaban que aquel cambio había ofendido a la Virgen. Pero él se mostró inflexible y se negó a mover al santito de su sitial de honor.

            Aquella madrugada la pasó el cura acarrenado baldes de agua y ayudando a los bomberos a apagar un incendio que se desató en el altar mayor del templo y se extendió inmediatamente por los bancos, los altares y confesionarios de roble y las imágenes del Via Crucis talladas en madera. Los peritos aseguraron que el siniestro comenzó por la caída de una vela y recomendó adquirir una de las modernas máquinas de luces simulando candelas que se encendían colocando monedas, pero el sacristán aseguró que aquello era un castigo divino.

            Al día siguiente, mientras caminaba entre las ruinas con las beatas que lo ayudaban a limpiar, Osvaldo encontró el cuadro de la Virgen de las cintas. Le sorprendió ver que nada le había pasado. Una de las mujeres se arrodilló gritando que aquello era un milagro. El cura lo negó pero decidió que cuando lograse reconstruir la iglesia, devolvería a la Desatanudos su lugar de honor.

5 comentarios:

  1. Buen relato pero...¿Qué tal si Osvaldo intentaba descubrir a DIOS dentro suyo? Ese fue su error, ha perdido a los feligreses por no dar la misa con la consciencia de que él era la voz de DIOS. No soy de ir a misa, pero nunca falté al SÁBADO DE GLORIA, me gustaba el rito. Un día fui a una iglesia que me quedaba cerca. Era tanta la frialdad del sacerdote que le dije a mi marido al oído "Con las pocas ganas que le pone este cura, a la liturgia, creo que el Espíritu Santo se fue, yo me voy también" Nos persignamos, tal como corresponde y nos fuimos, nunca más volví a misa. Eva, me gustó tu narrativa pero, amiga, habría que avisarle a Osvaldo que ya que ni él cree en los santos (los utiliza que no es lo mismo), sería conveniente que tome clases de canto y baile ¿No te parece?

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  2. Claro que sí, Myriam pero no a todos les fue dado el carisma de atraer a las ovejas. Y muchos recurren a artilugios rayanos con el marketing. Por suerte, ahora está Francisco y eso ya empezó a verse en los templos.

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  3. Claro que sí, Myriam! sucede que atodos los pastores no le sfue otorgado el carisma para atraer a las ovejas y recurren a los más diversos artilugios, algunos rayanos con el marketing. Por suerte, ahora está Francisco y su presencia ya empezó a notarse ne los templos.

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  4. Un buen relato acerca de lo rápido que se "acomodan" los hombres... y de lo fácil que se ofenden las mujeres... Supongo que también es válido verlo así. En todo caso me gustó. Saludos, Eva.

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  5. Absolutamente cierto, Malkiel. Antes y después de " La ajorca de oro" de Bécquer las mujeres y eso también vale para las vírgenes somos caprichosas y vengativas. Un abrazo!

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