Ya sé que me vas a
decir, que ese color fucsia o rosado fuerte es de maricón y que te arrancás los
ojos antes de ver a Román o Nico Blandi o a Orión con una camiseta así. Yo
también pensaba lo mismo, creéme. Pero tuve que cambiar de idea a la fuerza. Y
la culpa la tuvo una bruja.
Vos sabés que yo me crié en la
provincia, y allá todos tienen su equipo, el del barrio, el primero que viste
jugar. Bueno pero los de Pilar la teníamos medio difícil porque en Campana tienen
a Dálmine y en San Fernando a Tigre. Pero nosotros no teníamos ninguno hasta
que allá por los 2000 nos cayó como regalado del cielo, un grupo de exiliados
de colegiales, que venían sin gloria y sin estadio, a un terreno prestado de la
zona.
Fijate que premonitorio, los tipos
tenían el nombre de un pájaro capaz de resurgir de sus propias cenizas: el
Fénix, pero les decían cuervo porque la camiseta tradicional tenía bastante
negro. Y en la zona los recibimos con los brazos y los corazones abiertos, confiados
en que iban a repuntar a poner a Pilar en el mapa futbolero de la Argentina.
Pero
pasan los años y el equipo no salía de
la mala. No dejaba de perder y la gente andaba bajoneada. Los dirigentes se
esforzaban, rompían el chanchito y traían a un pibe que la había roto en
Laferrere o a un petizo que brillaba en Acassuso. Pero no hubo caso. Ibamos de
mal en peor y hasta los clubes locales se burlaban de nosotros.
Siempre había alguno que tenía una
idea extraordinaria. Traélo al Pelado Almeyda o contratalo al Beto Acosta que
ya está de vuelta y viene a pasarla bien. Pero ni así conseguimos repuntar. Y
llegó aquel fatídico 9 de abril de 2011, cuando en un partido mediocre que tuvo
un gol de otro mundo, el de Fredes, nos quedamos sin aliento y sin categoría.
Con la protección de la virgen que los ampara siempre, Luján nos mandó
derechito a la D.
Así que hicimos de tripas corazón y
nos dispusimos a bancarlos a los muchachos a toda costa. Pero dicen que en la
comisión de fútbol no se resignaron tan fácil a ver la caída anunciada del
equipo. Supongo que a los más veteranos se les venían a la cabeza todos los
recuerdos tenebrosos del pasado: el de la pérdida de los terrenos ferroviarios
donde jugaban en Colegiales por orden expresa del ex intendente Cacciatore, que
quería hacer una de sus autopistas y el de la desafiliación cuando hacían de
locales a los tumbos en la cancha de Excursio.
Entonces uno de la comisión decidió
tomar el toro por las astas y se fue a ver a una bruja. Sí, como me escuchan.
El tipo razonó que si la virgen podía darle una manito a Luján bastante
seguido, una bruja podía enderezar los entuertos al Cuervo. Y se fue a ver una
que le había recomendado un dirigente de la A que le había jurado que a fuerza
de inciensos y lavados a su equipo lo sacó de una sequía de 21 años sin salir
campeón.
Nuestro hombre se fue una tarde a
una casa medio venida a menos cerca de la estación de Guernica y pregunta por
Doña Alcira, esperando encontrarse un ser extraordinario, una especie de
pitonisa con turbante y túnica que le iba a vender sahumerios o muñequitos con
camisetas rivales pinchadas con alfileres. Pero no fue así. Lo atendió una
señora en batón y ruleros que le convidó unos mates y le pidió una semana para
estudiar el tema.
Cuando el dirigente volvió, a los 7
días clavados, acuciado por otra derrota del Cuervo, Alcira le dijo que la
clave estaba en la camiseta y le cobró una tarifa más que módica para sugerirle
que le agregase un detalle de color rosa en la casaca del equipo.
El tipo se lo tomó a broma porque le
pareció que ese artilugio era de niña enamorada o de vecina que busca novio y
no de 11 deportistas buscando suerte en el arco, pero la mujer le argumentó
algo de la cromoterapia y el feng shui de los colores, que su interlocutor no
entendió, hasta que recibió una explicación más sencilla de parte del chino de
la rotisería de al lado. "Cada persona, un color. Un tono para lo bueno.
Otro para malo", le dijo el oriental cual adagio de Confucio.
El caso es que cuando el hombre
volvió - tras la parada para una traducción sencilla en la rotisería - con la
idea a la comisión directiva, lo sacaron cagando. Ninguno quería ver a los
muchachos con un cuello, un puño o un bolsillo rosa en la camiseta de rayas
blanas y negras que el equipo había usado toda la vida. Ni siquiera intentaron
consultarlo con los hinchas porque sabían que se les venía la noche, así que
desecharon la idea y dedicaron dos fines de semana más a ver cómo el Cuervo
seguía haciendo papelones en la cancha.
Ahí no aguantaron más y haciendo de
tripas corazón le pidieron a la casa de deportes que vestía al equipo una
camiseta con el escudo del club en un rosa más que furioso. Yo no estuve ahí
pero me contó el verdulero que era vocal de la comisión directiva que el día
que se reunieron para mostrar la camiseta hubo insultos y piñas y más de uno se
retiró ofendido.
Pero los números acuciaban y el
hombre que había consultado a la bruja llegó el domingo con las camisetas
flamantes para los muchachos y apeló a toda su paciencia para reproducir el
sermón del chino de la rotisería, sobre los colores buenos y los colores malos.
A regañadientes, los once que iban a salir se enfundaron en esas casacas que
parecían más de azafata o secretaria de centro médico, que de futbolistas.
¡No sabés lo que fue la hinchada
contraria! Lo que no nos gritaron, y las tribunas nuestras sorprendidas por la
innovación en la vestimenta pero meta cantar y cantar para no dejar solo al
equipo. Los bancaron con cánticos y saltos poco más de medio tiempo. Después
comenzó el entusiasmo sincero. Los chicos del Cuervo sacaron fuerza de vaya a
saber dónde y le pegaron un baile bárbaro al otro equipo, que andaba pro la
mitad de la tabla. El marcador terminó 5 a 0 pero a la comisión le tomó una
fecha más convencerse de las bondades del rosa.
En la fecha siguiente no se
arriesgaron a ir vestidos de visita vestidos como princesas así que volvieron
al albinegro. Y perdieron como en Camboya, así que el presidente reunió al
utilero y al preparador físico y prometió sanciones durísimas si el equipo no
se presentaba a los partidos con la camiseta rosada.
El resto lo podés leer en los
diarios. Ganamos el campeonato de punta a punta y ascendimos a la C. Y este
año, con alguna resistencia, porque hay que entrar a una cancha del Ascenso con
una camiseta de esas características, seguimos fieles al rosa. Y acá nos ves.
Entramos al Reducido y logramos el pase a la B Metropolitana. ¡¡Ya podemos
mirar de igual a igual a un montón de grandes!!
Yo sé que me vas a decir que fueron los jugadores, que los dos
directores técnicos, que la dirigencia y sus sacrificios, pero a mí nadie me
saca la cabeza que la bruja tuvo razón. ¡¡Es una cuestión de camiseta,
hermano!!
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