-Según me contaron mis mayores, esas mariposas negras y muy
grandes son señales de que algo malo sucederá. Son causa de desgracias,
anuncian la pronta muerte de alguien, y si le pican a uno, dan fiebre. Hasta se
dice que fue el castigo dado a la indígena siboney Aipiri por ser mala madre y
mala esposa.
-Abuelito, echémosle insecticida
-Calla muchacho, en este país no
matamos mariposas, es de mala suerte. Además, éstas, en particular, dicen que
dan los números. Yo mismo me he sacado unos pesitos con los números que llevan
en sus alas. En fin, que esas mariposas negras, llamadas en el sur “Brujas”,
también dan mala suerte si se les mata. ¿Sabías mi hijito?
-No abuelito.
-Así es, pues ellas son los
espíritus de aquellos que murieron sin arrepentirse. Después de muertos, el
enemigo malo los convierte en “Brujas” o Mariposas Negras.
-¡Ay María Santísima! Abuelito…tengo
mucho miedo…
-Lo sé mi hijito. Lo sé. Cálmate.
Hagamos algo. Pásame la escoba que está a tu lado, y vamos a espantarla para
sacarle de la casa, y así, alejaremos a ese espíritu maligno.
-No sé abuelito, tengo miedo ¿y si
me muevo y ella me persigue y me pica? Me puedo morir ¡Ayúdame abuelito! Tengo
tanto miedo.
Con una expresión de terror en el rostro, Danielito se
abrazó al cuerpo envejecido de Don Esteban Candelario. El cuerpo del niño
estaba helado. Realmente había caído presa del pánico el inocente. Y no era
para menos, la historia que acababa de escuchar de labios del abuelo, ya antes
la había escuchado Don Esteban, por lo cual, este también sentía mucho temor de
aquella mariposa ¡tan grande, tan negra! Pues él, como todos los dominicanos,
había crecido escuchando cientos de historias trágicas alrededor de aquel
lepidóptero.
Aquellos, fueron segundos muy
tensos, que parecieron horas de agonía para ambos. Ni el niño ni el abuelo se
decidían a mover un músculo del cuerpo.
Aquel día era brillante y caluroso. Como siempre, no había
energía eléctrica, y el calor dentro de la modesta casa era asfixiante, lo que
agravaba más la situación. “La Bruja” pegada a una viga durmiente de la
habitación, con las alas extendidas, las levó suavemente en dos ocasiones, lo
que les pareció una señal inequívoca de que vendría tras ellos.
Danielito y el viejo Esteban
Candelario, presos del espanto, cometieron una gran imprudencia, un error muy
costoso. En vez de salir calmados de la habitación, comenzaron a agitar los
brazos, a gritar y a correr como locos, lo que provocó que la Mariposa Negra, “La
Bruja”, levara vuelo y revoloteara sobre sus cabezas. Al punto de que parecía
que le iba a picar a Danielito, “El Angel”, un gato machado marrón claro, salto
sobre “La Bruja”, dándole alcance en el aire con sus zarpas, introduciéndola
luego en su boca, para salir corriendo luego de aquella calurosa habitación,
mientras aquellas dos pobres almas, con los ojos desmesuradamente abiertos, no
salían del terror asombro…
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