El bebe quedó flotando en la balsa.
Mientras la corriente lo llevaba mar adentro, la madre gritaba sin parar que
alguien la ayude. La gente que presenciaba la escena no hacía nada, algunas
mujeres lloraban y gritaban por la desesperación pero el bebe cada vez se
alejaba más.
El barco seguía con su
música cálida (Digresión: imaginemos película... ¿Titanic?) y con algunos
tripulantes que todavía no habían advertido tal situación. La madre corrió
hacia la popa del barco a los gritos e intentando sacar unos de los botes que
de allí colgaban se cortó un dedo, pero igual siguió forcejeando hasta que
logró que uno de ellos se desprendiese y cayera al agua. Descolgó un salvavidas
y se tiró hacia el bote, algunas de las personas que viajaban no pudieron
evitar ver la tamaña desesperación de la mujer, así que desprendieron algunos
botes más y oficiaron de ayuda. Cuando se alejaron unos metros del barco una
sirena comenzó a sonar muy fuerte, logrando que ahora si todos advirtiesen que
algo sucedía. Todos los tripulantes se acercaron hacia la parte de atrás del
navío para observar lo que se había desencadenado. Uno de los capitanes con un
megáfono daba la orden de que regresen al buque y los dejaran actuar a ellos,
pero nada de esto fue acatado, ahora la madre del niño era quién daba las
órdenes. Remando fuera de sí le gritaba a su hijo que resista y mientras secaba
sus lágrimas, vio que cercano al botiquín había unas luces de bengala.
Inmediatamente se apoderó de ellas y las repartió a los demás botes que la
acompañaban. La primera bengala la encendió cuando consideraron que se ya se
habían alejado lo suficiente del barco en donde viajaban. Entendía que serviría
de más ayuda. En otro de los botes encontraron un megáfono que también sirvió
para continuar haciendo bullicio. Una de las lanchas de la guardia marina llegó
para tratar de poner calma y que no sucediera ninguna desgracia por actuar
desesperadamente, a lo que la madre con total vehemencia gritó: “¡Hijos de
puta, mi hijo está en peligro y vos me pedís tranquilidad!”.Para ese entonces
habían llegado los refuerzos, que a través de trabajos intensos lograron
hacerse del niño. Aunque después hayan tenido el trabajo adicional de calmar a
la madre del terrible ataque de nervios por el que estaba atravesando, la
situación logró normalizarse. Una vez todos en tierra firme, la guardia marina
buscó testigos para la indagatoria de lo sucedido. Muchos no quisieron
prestarse, aduciendo severos problemas de nervios por el mal momento y
solicitaron la guardia médica. La madre del niño pedía irse a los gritos con su
hijo: “Estoy bien, solo necesito ver a mi hijo”, Sollozaba. Nadie hizo caso a
su petición y le indicaron que se tranquilizara porque ahora tendría que
contestar algunas preguntas acerca de lo sucedido. Solicitó como condición para
responder el interrogatorio, poder tener al hijo en los brazos. Con la gente ya
dispersa y con muchos de ellos abrazándose a familiares que los habían creído
en problemas por lo que decía la televisión, trasladaron a la madre del niño a
una de las oficinas para poder comenzar con las averiguaciones y dejar el
correspondiente documento. Los tratos hacia a la mujer habían cambiado, debido
a que no olvidan sus malos tratos al momento de ayudarla. La sentaron en una
silla de mimbre media venida a menos y con su hijo en brazos como había
solicitado, dijo: “Ahora sí”.
- Como entenderás el hecho
de que tu hijo termine en una de las balsas de emergencias en el medio del mar,
nos parece muy extraño, así que vos nos dirás… - abrió el dialogo el oficial.
- En realidad no recuerdo
mucho, porque sufrí un estado de shock en ese momento.
- Entiendo, pero vas a tener
que hacer un esfuerzo porque si no vamos a tener que sacarte la tenencia de tu hijo
– presionó.
La mujer nerviosa comenzó a
derramar algunas lágrimas.
-Me recuerdo bailando con un
muchacho apuesto que me invitó a acercarnos a la barra del bar y tomamos
algunos tragos…
- Vamos ¿Qué más?
- ¡Despacio! Estoy tratando
de recapitular cada cosa que sucedió. Después de hacernos de algunos tragos,
nos sentamos y empezamos a hablar de literatura. Era escritor.
- ¿Y su bebe donde estaba?
- Lo había dejado en la
guardería del barco.
- ¿y sabiendo que iría a
dispersar su mente, que hablaría con muchachos y tomaría alcohol, igualmente
decidió ir con su hijo? – Intimidó a la mujer.
- Es que mi madre tiene
cáncer y mi ex marido no sabe ni cómo cuidarse el, así que no me quedo opción.
No tenía a quién dejárselo.
- ¡Esta bien pero igual sigo
sin entender! Si su hijo estaba en la guardería y usted hablando con esta
persona ¿me quiere decir como termino en el medio del mar con una balsa?
- Es que no lo sé – dijo
entre lágrimas.
- Señora de que siga así, el
futuro de su hijo cada vez va a depender menos de usted.
- ¡Por dios! ¡Ayúdeme! – Se
paró a los gritos. Rápidamente los médicos de la guardia se acercaron y
aplicaron una inyección a la mujer para tranquilizarla.
-No deja de hacer todo mal –
gruñó el oficial y pidió que le sirvieran una bebida fuerte.
Para ese entonces la mujer
con una fuerte dosis inyectada, igualmente pidió un trago de lo que tomase el
oficial y le negaron el pedido.
-Hasta que no me digas que
pasó no nos vamos a ir – dijo ya cansado de las distracciones de la mujer.
- Ya le dije, oficial.
Estaba hablando con el muchacho de literatura. Me decía que le gustaba mucho
Garcia Marquez y Faulkner, pero que si había algo que le gustaría hacer es
experimentar lo que sucede en relato de un naufrago y que el viaje que
estábamos haciendo era un buen momento para hacerlo.
- Ya entendí eso y aplaudo
tu interés por ese arte, pero no me decís nada de lo que pasó.
- ¡No sé que más decirle! Si
espera que le diga que estábamos borrachos…si estábamos borrachos y tuvimos
sexo ¿Qué más quiere saber?
- ¡Como término su hijo en
el medio del mar con la balsa de emergencia del barco!
- Recuerdo que nos paramos y
tambaleándonos fuimos a buscar al niño a la guardería. Fuimos los tres a la
parte trasera del barco, el muchacho fumó un habano y me dijo: “¿Qué hacemos?” no
entendía nada de lo que me preguntaba ¿Qué hacemos con qué, le dije. Y sin
decirme nada me quitó al niño de los brazos, cortó con un cuchillo el sostén de
un bote y se tiraron. Lo único que pude hacer en ese momento fue gritar pero
nadie me escuchaba porque la música estaba muy fuerte, así que corrí hacia el
salón donde estaban todos para pedir ayuda y eso fue todo.
- ¿Eso fue todo? Por dios,
usted está loca; ¿Ese tal hombre donde quedó ahora? – preguntó enfrentando a la
mujer.
- Se habrá tirado del bote
para que no lo culparan.
Indignado el oficial ordenó
que encerraran a la mujer y pidió la presencia de un psiquiatra. La mujer
insistía con que era la verdad y seguía diciéndole al oficial que el hombre
estaba loco y quiso hacer de su hijo un naufrago. Nadie escuchó estas últimas
declaraciones y encerraron a la mujer momentáneamente en un calabozo, para
poder trasladarla a un hospital psiquiátrico y al niño a un orfanato. Esa noche
el oficial envuelto en medio de una profunda tristeza, porque estaba convencido
de que la mujer quiso abandonar a su hijo como los tantos casos que escucha,
optó antes de irse a su casa, caminar y fumar. Se detuvo en el puente y dejo
los brazos colgando, mientras miraba los barcos que pasaban. Al llegar a la
última pitada del cigarrillo, bajó por una rampa hacia la orilla del mar. Con
un viento que se calaba en sus huesos, miró hacia el cielo y al cerrar sus ojos
dejando abstraer su mente, escuchó unos gritos. Cuando llegó al lugar había
mucha gente amontonada, entonces pidió permiso mostrando su identificación
hasta que llego al centro del circulo que conformaba la gente y vio un cuerpo
llenó de algas y barro, con una remera que tenía una leyenda hecha a mano: “La
vida es un naufragio”.
Excelente vuelta de tuerca. Pensé que era la historia de la abnegación materna y era la de la literatura hecha realidad!
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