Portada: Monumento 11-M (cortesía José Luís Ayuso)
III
Uno de los sultanes alauitas[1] dijo: « nosotros los reyes torturamos al que nos quiere, ejecutamos al que nos odia y feliz aquél cuyo camino nunca cruza el nuestro». Caprichos, severidad y rigor en el ejercicio del poder y transparencia en el modo de tejer vínculos con los soberanos.
Sin embargo en pocos países como Marruecos ha habido tanta adulación, tanto amor y tantos cruces de destinos con los mandatarios.
[1] De dinastía alauita de la que es descendiente el actual monarca Mohamed VI
En Jamaa Al Mezouak las cosas eran distintas hasta hace pocos años. Se vivía de espaldas al país y se creía que todo tenía un precio. Aquí, como en otros países y ciudades del mundo musulmán, lejos de la decadencia y ocaso anunciados a bombo y platillo, el llamado Islam político sigue encontrando a incondicionales adeptos. Pero contrariamente a lo que se piensa a menudo, ello no se debe al vacío dejado por las grandes ideologías, sino simplemente porque el fundamentalismo y su principal vertiente: el fatalismo constituye la mejor de las terapias ante la pobreza, la exclusión, la injusticia y la humillación.
Con el paso del tiempo, Rabat se dio cuenta de que su misticismo solo era comparable con su utopía ritual. El barrio parecía mas a uno de Kandahar que a sus semejantes de la Comunidad Urbana de Tetuán. La negligencia de las autoridades locales y nacionales invitó a sus habitantes a perderse en un laberinto anarquista tildado de confesional, olvidando su adhesión irreducible a su ciudad y a sus, según sus habitantes, legendarias tradiciones.
Se pensaba con las ideas de otros y se respiraba la desconfianza venida de más allá.
En sus, últimamente casi providenciales visitas al barrio, Yussef no compendia por qué tanta inurbanidad. Había prometido a su madre de construirle una villa como la del Sr. Sedraui[1].
— Con sus rosarios y los extraños gorros que no sé de dónde los saca, no creo que pueda ayudar gran cosa.
— El tío cambió radicalmente.
— Para mal.
— Bueno, yo no he dicho esto.
Ni reconocía a sus antiguos amigos ni ellos querían reconocerlo.
— Un magnífico prototipo de lo que debería ser la lucha contra la inmigración clandestina.
— Y legal… si él vive en España yo prefiero seguir viviendo aquí.
— ¿Por qué no se vaya a Afganistán?
— Pues… no te preocupes acabará allí.
Ayer y hoy. Aquí y allí. Dos mundos distintos y casi distantes. Dos universos alternativos.
— Patria es la que te da pan.
— Pan y… dignidad.
— ¡Amigo! Con la pobreza no hay dignidad. La necesidad te desvalija de todos tus valores. 2 900 personas murieron, intentando llegar a donde está y no lo aprecia en su justo valor Yussef El 75% de ellos sub.-saharianos. Muchos en el Mediterráneo o en el Atlántico pero la mayoría al atravesar el Sahara.
¡Maldita pobreza que obliga a algunos a precisar después de revelar su nacionalidad que « nadie es perfecto»!
En Jamaa Al Mezuak nadie conoce la frontera entre la pobreza y la riqueza. El tráfico ilícito de hachich la venta de productos de contrabando, procedentes de la vecina Sebta enturbian los parámetros sociales y económicos.
Los que tienen y los que tienen menos. Los adinerados y los nuevos acomodados. El barrio de los contrastes. El barrio de todo. El barrio de nada. El barrio que rechaza toda seguridad espiritual. El barrio donde la religión tiene fines políticos. El barrio donde los héroes han cambiado de fisonomía y de nacionalidad.
Jamaa Al Mezuak vive de espaldas a la realidad. Por ello Yussef ha tenido poco…muy poco que explicar. Poco se le ha preguntado.
— Este regresa exactamente como se fue.
— Peor que como se fue. Nos regresa con más mala leche.
Los islotes de opulencia eclipsaban de manera surrealista la carencia y la escasez. Las fronteras entre ambas eran siempre indecisas e indefinidas. La tierra donde todas las semanas son santas. Todas las semanas, todos los días y todos los instantes. Nadie podía ni debía cambiar el curso de los acontecimientos.
Todos eran igual ante… Dios, dispares entre la sociedad civil y variopintos ante la autoridad. La ley del más excluido… del que nadie ayudó…nadie quiso reconocer… del que se obligó al auto-exilio.
Contrariamente a otros, Yussef regresaba al país sin vehículos de lujo, ni pulseras de oro ni economías para construir. Regresaba con otras ideas, otra visión de la vida e ideas que rozaban el pecado. Nada que podía atraer a amigos ávidos de limosnas bajo forma de generosidad y de caridades envueltas en papel regalo… ni siquiera para contribuir a la construcción de una nueva mezquita.
— ¿Pero, qué coño fabrica este en España?
— Si no dan, nadie sabe lo que hacen en su destierro. Que sois una banda de mendigos. Peor que los vampiros porque ellos por lo menos chupan la sangre, vosotros chupáis el sudor y las lágrimas.
El gran éxodo. Como otros buscaron y encontraron una patria usurpada, ellos se fueron y nunca encontraron su Dorado soñado. Se fueron con sus crucigramas dogmáticos y sus conjuras doctrinales o rituales.
[1] Nombre de familia de una de las ricas familias de Tetuán, dueña, entre otras cosas de autocares de transporte local y nacional.
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