Foto de archivo pública: Jockey Club Casa Central ciudad de Córdoba
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Muchachos,
hasta acá llegamos. No cuento más nada – soltó el Turco con cara seria mientras
los demás lo miraban estupefactos –
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¿Será
mucho preguntarte porqué? – tiró el Tano Brandán arriba de la mesa del café
mientras los otros tres seguían enfrascados en el dominó –
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Y…
porque me andan contando que hay un boludo por ahí que cosa que cuento, cosa que
escribe y me lo publica por internet. Dicen que hasta un libro de cuentos míos
anda preparando. Se va a cagar, che.
Manolo
levantó la vista de las fichas y le dijo: - ¿Y a vos te parece motivo
suficiente como para privarnos de tus anécdotas? ¡¡Que se llene de guita el
boludo ese!! Acá lo importante es pasarla bien entre amigos, Turco!!
El Turco se mesó la barba quedamente, se levantó el puente de
los anteojos y señaló: - Ta’ bien, pero acá hay alguien que me vende, sépanlo,
che. Y mientras decía esto los cuatro miraron con disimulo al mozo, un morocho
de Catán que justo en ese momento se puso a buscar algo debajo de la cafetera.
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¿Bueno,
les conté del tirabombas del Jockey? A lo que los muchachos entre risas
contestaron: - Nooooooooooo.
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La
cosa es que esto me lo contó el propio protagonista, hace como tres meses me
cae al negocio un tipo bien trajeado, con cara de garca de unos setenta
pirulos. Charla va, charla viene al final se empieza a aparecer todas las
semanas, hasta que un día yo le tiro una anécdota mía, tipo John Wayne y como
contrapartida me confiesa la aventura de su vida. El tipo era un pendejo en Córdoba
cuando lo recluta una partida de Montoneros en la Facultad de Derecho.
Reuniones de acá, reuniones de allá, como el punto tenía una facha bárbara,
arman un plan de la concha de la lora. Le cocinan los papeles, el linaje, la
ficha, todo, y lo hacen pasar por un primo lejano de los Braun Menéndez o los
Anchorena, no me acuerdo bien.
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Y
eso para qué – pregunta el Gallego Manolo mientras se comía el azúcar del fondo
del pocillo del café con una cucharita –
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Para
hacerlo entrar como socio pleno en el Jockey Club de Córdoba. Ustedes saben que
si te llamas García no entras ni a ganchos en el Jockey. Y si encima no te
presenta nadie que sea de la rancia estirpe patricia, tampoco.
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Anda,
larga el Ruso mientras tose porque se había atragantado con un amaretti húmedo.
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No,
en serio. Lo presenta un miembro de verdad del Jockey que estaba con los Montos
y la cosa pasa. Rubio, alto, de ojos celestes, el entonces pendejo estuvo como
seis meses garchando cordobesa que se le cruzaba. Fiesta que había, el coso cantaba
presente. Mientras tanto los tirabombas armaban el plan en la clandestinidad.
La logística, la bomba, los caños o lo que fuere. El tema es que todos los
pitucos se habían tragado al rubio como a un Pérez Companc más. Además les
había vendido que tenía un estudio de primer nivel en Alta Córdoba que le había
armado la orga. Hasta citaba clientes y asesoraba. ¡¡Una puesta en escena
perfecta, muchachos!!
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La
cosa – continuaba el Turco – es que la bomba estaba preparada para ser puesta
el 26 de enero, aniversario del Club, donde iban a estar los socios más
prominentes en el palacete que tiene el Jockey en la Avenida General Paz, la
zona más exclusiva de Córdoba, pleno Barrio Jardín.
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¿yyyyy?
- Se entraron a revolver los muchachos en sus asientos, ¿qué pasó preguntó el
Gallego?
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Trescientas
cincuenta personas había ese día. Las mujeres con más seda que mi negocio. Los
hombres de smocking y de jaquet. Un espectáculo. Todos con tres apellidos
mínimo. A las doce de la noche el coso pone una valija debajo de la mesa
central. Y a las doce y cuarto aprovechando a una rubia casino con la cual venía
encamándose desde hacía un mes, aprovecha y salen haciéndose arrumacos los dos,
a los jardines. Doce y media el Palacio estalla en mil pedazos. Murieron cerca
de treinta personas y hubo más de 100 heridos. ¿Qué tul?
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Che,
Turco pero yo no me acuerdo de nada de eso que contás, cuándo fue? - suelta el
Ruso mientras los demás asienten con la cabeza.
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Fue
en enero de 1977. Y el Jockey, con la cúpula del Proceso en el poder lo tapó
todo. Nadie jamás se enteró. No se podían dar el lujo de tamaña pérdida, che.
En fin, eso fue todo. Yo terminé.
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¿Y
la neda? Como decían en un programa de tele que ni me acuerdo, pregunta el
Gallego.
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Y
la neda es que al punto la “orga” como premio lo mandó diez años a España,
estudió en la Complutense, se recibió como de diez cosas, y cuando estaba
terminando el gobierno Menem, lo muchachos lo repatriaron. Ayer pasó por la
puerta del negocio en un Mercedes Benz plateado último modelo. Se bajó, me pagó
unas telas que había comprado la semana pasada y como al pasar me tiró que se
iba rajando, que estaba apurado. Yo le pregunté porqué y me dijo que la sesión
empezaba en media hora y que tenía que votar. Resulta que el coso es diputado
desde hace como diez años y además dueño de una ONG que se dedica a la paz en
el mundo.
Se
hizo un silencio sepulcral en ese bar de la recóndita Barracas. Todos se
miraron entre alelados e indignados. Cerca de dos minutos pasaron para que el
dueño del bar, con su inconfundible tonada gallega interrumpiera:
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Yo
siempre dije que este es un país que se divide entre vivillos y gilipollas, y
que a nosotros nos tocó ser de los últimos, vale!!
El Turco revolvió con
mesura su café ya frío. Hizo silencio y asintió con la cabeza. Mientras tanto,
en el baño del fondo, el mozo terminaba de garrapatear unos apuntes en su
libreta.
Por favor quisiera saber quienes son los padres de Carlos Alejandro Nahas.A que provincia pertenece, por supuesto si es argentino. Gracias
ResponderEliminarEstimado Anónimo:
ResponderEliminarQuien te responde es el propio Carlos Alejandro Nahas. Mis padres son Carlos Domingo Nahas e Irene Avilés. Soy argentino, nacido en Buenos Aires y mi abuelo era Abdul Kerim Nahas, segundo de entre trece hermanos. Si quieres saber más de mí y de mis ancestros y si te interesa te ruego me contactes via este correo institucional de "Todas Las Artes" con tu propio correo. Gracias por el interés.
el correo es: todaslasartes.argentina@gmail.com
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