Lanzó
una llamarada que iluminó el fondo negro del firmamento.
Un automovilista se le quedó mirando, ensimismado en esa
habilidad de arrojar lumbre por la boca. Los dragones si existen, le diría a su
pequeño hijo si un día le preguntara por esos reptiles mitológicos de la Edad Media.
Están al acecho bajo un semáforo.
Otra bocanada de fuego, ahora muy cerca de él.
Sintió el aliento fétido del aguarrás y la lengua de
fuego lamiendo su rostro hasta regresar a la boca de aquél.
Un último acto preparó, sobre una silla, el dragón de dos
patas lanza otra ráfaga de fuego hacia arriba combatiendo al caballero de la
armadura invisible.
Algo salió mal.
El escudo invisible rebota la lengua flamígera y se
enrolla en el cuerpo del dragón humano.
La conflagración terminó entre el ulular de una
ambulancia del servicio forense.
El automovilista continúa la marcha con retraso.
Si un día su hijo le pregunta por los dragones, le diría
que están en peligro de extinción.
Y tal vez haya pasado así. O pueda pasar que los animales que existen en la actualidad, pasen a ser míticos en el futuro, por haberse extinguido.
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