Marcelo nació antes: quince minutos. Quince minutos más
apurado que Dana. Ambos más bienvenidos por el padre que por la madre. Marcelo
se apegó a la mamá linfática, a la permisiva y hasta indolente mamá. Dana se
sentía muy respaldada por el papá. La suave Dana epilogaba sus juegos
vespertinos oyendo cassetes melódicos en inglés. Marcelo prefería la radio o la
televisión. Era más lector que Dana. Dana se concentraba con mayor facilidad y
sin esfuerzos salía del paso. Participaba en los actos patrióticos de la
escuela recitando poemas de Baldomero Fernández Moreno o Conrado Nalé Roxlo que
Marcelo le seleccionaba, o cantando, acompañándose con su guitarra, temas de
Piero.
Mientras Marcelo orinaba en el baño
del colegio fue descubierto en su precoz desarrollo genital por otros dos
chicos, en ese momento, entre alborotados y estupefactos. Marcelo ya había
advertido ese desfase a su favor sobre los exhibicionistas del grado. La
noticia fue llegando a oídos hasta de algún maestro y de un respetable
porcentaje del alumnado, incluida Dana, orgullosa.
Dana se atrevió a proponer a Marcelo
en la primavera, en un pic-nic, alejados de la familia, con los pies en un
arroyito y maliciosa dulzura, que se dejara mirar allí por ella, inmóviles
durante un rato, para ver qué pasaba. Marcelo se negó y regresó a lugar seguro.
Fue él quien días después, tras debatirse, retomó la escandalosa proposición:
rogó a Dana, muy compuesto y gracioso, que por favor no volviera sobre aquella
cuestión. No desplegó argumentos, no encontró ninguno digno de exponer, así
razonó a la noche, tratando de calmarse. Rehusó, confuso, intentos de noviazgos
procedentes de las permitidas compañeritas del colegio.
Aprovechando un atardecer en casa
sin moros ni padres, Dana decidió obrar sobre el cuerpo de Marcelo recostado en
un sofá: colocó de súbito, con naturalidad, su mano izquierda –era zurda- sobre
la bragueta del pantalón a cuadritos de Marcelo, quien con las cejas asustadas,
disfrutaba ya del avance mudo, práctico. Marcelo recostado y Dana inclinada y
por detrás de Marcelo. Ante los signos de tumescencia de la zona, Dana apretó.
Reconocido y reconocedora observaron los dedos de Dana cuando abrió la
cremallera y los introdujo en el slip de Marcelo. Y allí Marcelo expone lo que
hay. Deslumbrada, Dana comparece ahora con su mano derecha y con las yemas de
los dedos descorre el prepucio. Mano sobre mano, como guiando Marcelo, aguardan
la oferta de la abundancia y la enajenación.
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