Esta página intenta ser un espacio multicultural donde todas las personas con inquietudes artísticas, en cualquier terreno que sea puedan publicar sus creaciones en forma libre y sin ningún tipo de censura. Son bienvenidas todas las muestras de las bellas artes que los lectores del blog nos quieran acercar. El único criterio válido es el de la expresividad, y todo aquél que desee mostrar sus aptitudes no tendrá ningún tipo de censura previa, reparos o correcciones. Este espacio pretende solamente ser un canal más donde los artistas de todas las latitudes de nuestra Iberoamérica puedan expresarse. Todas las colaboraciones serán recibidas ya sea en nuestro correo todaslasartes.argentina@gmail.com o bien en nuestra página en facebook denominada "Todas Las Artes Argentina" (Ir a http://www.facebook.com/profile.php?id=100001343757063). Tambièn pueden hacerse amigos de nuestra Página en Facebook yendo a https://www.facebook.com/pages/Todas-Las-Artes-Argentina/249871715069929

jueves, 5 de septiembre de 2013

CISNE BLANCO – CISNE NEGRO ©, por Carlos Alejandro Nahas, de Buenos Aires, Argentina


Fernando conoció a Pilar sin proponérselo. El ya 35, ella diez años menos. Colegio de monjas ella, ateo compulsivo él. Virgen ella, mujeriego él. Pilar era el bello cisne blanco que todo hombre quiere tener en su cama

            Fue verse y darse cuenta que estaban hecho el uno para el otro. A los seis meses se fueron a vivir juntos, entre libros y amor dulce. A los dos les gustaba la buena vida, aunque vivían apretados en un dos ambientes del centro. Viajes a Europa y platos con fideos en la mesa. No hubo hijos, no querían resignar nada del buen pasar que tenían. Ella, católica insistía, él cantaba la internacional y se hacía el tonto al pasar por la puerta del Registro Civil.

            A los cinco años y con el “cuarentazo” a cuestas, Fernando conoció a Gabriela. Promotora de planes de ahorro, a sólo dos cuadras de su casa. No le llegaba ni a los talones a Pilar. Pilar bello pelo castaño lacio, cuerpo de modelo, sílfide bien educada, varios títulos universitarios encima. Gabriela morocha y bajita. Pechos caídos y educación vulgar. Todo lo que iniciaba lo dejaba. Ni hablar de la universidad a la que había ido como mucho dos veces en su vida. A diferencia de Pilar, estaba casada, sin embargo había tenido decenas de amantes antes, durante y después de Fernando. Los más notorios habían sido un mozo de un catering que conoció en un country y un diplomático con muchas ínfulas y poca pasión. Luego vino Fernando.
            Sin embargo, Fernando no supo lo que era una cama sublime hasta que se acostó con ella. Lo que era hacer el amor sin parar todo el día, lo que era amar hasta quedar exhausto. Se veían una o dos veces por semana para meterse en un hotel y escandalizar a las piezas contiguas con sus gritos destemplados. Gabriela era el escandaloso y prostibulario cisne negro que también todo hombre quiere tener en su cama.
            Fernando jamás volvió a ser el mismo. De ciertas cosas nunca se vuelve, y él nunca había sabido lo que era el amor en la piel hasta que llegó esa morocha fulera y lo dio vuelta como a una media. Lo difícil llegó cuando él se dio cuenta que Gabriela quería siempre más y más. Un día atada a la cama, otro le pedía que la golpeara, otro que la asfixiara.
            Pero había algo a Fernando que le decía que el sexo, por más sublime que fuera, no era amor. Era simplemente eso: sexo.
            Un día Pilar le anunció que partiría en viaje de negocios todo el fin de semana. Ideal para que los dos amantes furtivos se encontraran en la casa de él y retozaran a sus anchas tres días completos. Gabriela inventaría una buena excusa para su marido. Justo por esos días Fernando estaba decidido a decirle a Gabriela que lo de ellos no iba más. Pero pudo más la tentación, y Fernando decidió postergarlo un tiempo.
            Fernando, por esos días, se dio cuenta de que el cisne negro sería su perdición. Pilar, el cisne blanco, era todo lo etérea que podía ser una fémina, dulce tierna, fuerte, y por sobre todas las cosas fiel. Con Pilar, Fernando tenía asegurado el cielo, la paz, la armonía. No tendría ese fuego, pero su vida no correría sobresaltos. El cisne negro era su perdición. Era la sensualidad y lo prostibulario. Jamás podría confiar en ella. Ni él, ni su marido ni los hombres que vendrían. Porque llevaba en sus venas el sino de la perdición. Era ladina, sinuosa, de negligés negros y comidas embriagadoras. Todo en ella estaba destinado a envolverlo como a un hato de espárragos. Su vida al lado de ella sería un sobresalto permanente. El cisne negro sólo conocía de placeres y no tenía otra dueña que si misma. El necesitaba confiar en ella pero sabía que si unían sus destinos se podría ir despidiendo de su calma. No era ni bueno ni malo. Era así. La fidelidad a un hombre a un club o a una religión no es algo que se compra o que se intenta. Se tiene genéticamente o no. Y Gabriela sólo era fiel a sí misma. Con Pilar tenía la paz asegurada. En el momento del estertor, Fernando decidió y vio que el cisne blanco era su vida, y que el negro su muerte. Que la pasión no es amor. Que se puede vivir sin pasión, pero sin amor no.
            El domingo, sin embargo, se le anticipó el regreso a Pilar - la sílfide de piernas eternas – y volvió a su departamento antes de lo esperado. Cuando entró a la habitación los encontró desnudos enredados como lagartijas. Fue tanto su dolor que tomó el cuchillo grande de la cocina y cuando Fernando llegó, ya era tarde. Lo desprendió del vientre sangrante de Pilar y con toda su furia se dirigió al tálamo de la perdición. Y se lo hundió siete veces a Gabriela. Luego, sin pensarlo, hizo lo mismo consigo mismo hasta que se desvaneció, esparciéndose lentamente en la habitación el olor dulzón de la sangre.

- - - - - - - -  - - -

Cuando Fernando despertó esa mañana vio que al lado suyo dormía Pilar plácidamente. A los dos minutos dos niños desconocidos le saltaban encima.
Varios días después pasó por la casa de planes de ahorro y le dijeron que hacía al menos cinco años que no tenían muchas novedades de Gabriela, pero sí sabían que se había separado del marido hacía tiempo y que vivía cerca de Dock Sud, donde contaban las malas lenguas, regenteaba un prostíbulo de mala muerte.
Esa noche Pilar, casi con displicencia le dijo que mañana de noche daban en el Colón “El Lago de los Cisnes” de Tchaicovsky. Fernando lo pensó un rato y amablemente declinó la oferta. Se la cambió a Pilar por ir al cine.
Ya había tenido suficientes cisnes en su vida.

2 comentarios:

  1. Tuvo un buen comienzo, pero luego derivó a Fernando engañando a la mujer con cuerpo de sílfide con una mujer atractiva, y ni siquiera culta.
    Lo bueno que la tragedia fue un sueño, pero no sé si me convence la frase final. Queda claro que no era digno de la sílfide.
    Por otro lado, hay imaginación en este cuento.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por las críticas. Son siempre bievenidas. Abrazo grande. Carlos Nahas

    ResponderEliminar