(A las Hermanas Pastor
Hernández)
La escuela de Ciutadilla se levantaba solitaria en medio de
un altozano. Era un edificio en la que la planta baja correspondía a la Escuela
Mixta, con sus “centenarios“ pupitres de madera y su pizarra pintada en la
pared. En la primera planta vivía yo y el piso de enfrente servía de dispensario
médico en donde, diariamente, pasaba consulta mi amiga, la Doctora.
La inmensa era, sin vallas, ni otros
límites que los almendros que la rodeaban, constituía el patio de recreo de la escuela. Un poco alejado el viejo coche
SEAT 6oo abandonado – quién sabe desde cuándo – era el inmenso juguete donde se pasaban las horas
más felices de su infancia, mis chiquillos.
En la puerta, dos olivos, de cuya
cosecha, allá por Noviembre, recogíamos y vendíamos en el molino de aceite. Nos
daban 750 pesetas de entonces, que era mucho, para hacernos una merienda o para
comprar tizas, cartulinas y hasta algún libro.
También teníamos un huerto y flores,
muchas flores que nunca me faltaban en los floreros de mi mesa.
La clase estaba presidida por una
enorme estufa de leña. Cada mañana, antes que llegaran ellos, yo bajaba a
encender la estufa y dejar abierta la puerta, así se la encontraban cálida al
entrar y no tenían que esperar helados, haciendo fila, ni nada que se le
pareciera. El largo tubo de hierro de la estufa también cruzaba mi casa y se
calentaba a la vez, como un aprovechamiento máximo de los recursos naturales.
En el hueco de la escalera se
amontonaba la leña que nos traían cada año, troncos de olivos y cepas viejas
que perfumaban el aire.
Era la casa de la maestra un lugar
privilegiado en sus vistas a los campos, el río Corb, las viñas y la cuesta que
nos unía como un istmo a la Plaza Mayor del pueblo, con su fuente, sus árboles
y sus bancos.
Era una maestra diferente hace 33
años. Llegué a Ciutadilla a cambiar el mundo, esas cosas crees cuando tienes 20
años. .Allí tenía 25 chiquillos de todas las edades y era libre, enseñé muchas
cosas a esos chiquillos. Les leía cada tarde Juan Salvador Gaviota, entonces
era como un cuento, una fábula de una Gaviota. Le regalé ese libro a Ana. Ella,
después de tanto tempo, me devolvió frases de ese libro que durante toda su
vida le sirvió de camino y de guía.
Aún hoy sigo explicando y leyendo la
historia de Juan Salvador Gaviota.
También recuerdo mis lecciones de
geografía física, en la tierra, formando cordilleras, mesetas y ríos que fluían
con la regadera y que desembocaban en océanos con nombre propio escrito en
cartulina. ¿Y el belén que hicimos aquél año? Con figurillas de arcilla que fuimos a buscar al
pie de un barranco y que cocimos en la estufa de leña.
Recuerdo haber cantado, haber hecho
gimnasia en la hierba de detrás, en donde años después construyeron la piscina
municipal, de construir cabezudos con cajas de detergente como máscaras de Carnaval y de haberlos
llevado de excursión cada viernes al
pueblo de Nalech, los mayores llevaban a caballito a mis párvulos y de
construir cabezudos con máscaras con tambores
de detergente como máscaras de Carnaval.
En ese mundo idílico-rural todos nos
ayudábamos, éramos maestros y aprendices; pero lo más importante del mundo es
que fueron niños felices.
También la maestra, entonces, era
muy querida, no había semana en que no me regalaran algo: huevos, patatas,
aceite, un queso de cabra, fresas, almendras, habas tiernísimas… las primicias
de los huertos eran para mi y si había matanza, lo mejor, para la maestra. Aquel
año, la familia de Cal Bonico me crió un
gallo precioso y enorme para regalármelo en Navidad. Confieso que es el regalo
más hermoso que he recibido en Navidad, pues no fue comprado en una tienda,
sino mucho tiempo antes ya se guardó, crió y cuidó para mí.
Estoy orgullosa de mi mundo construido
pues lo hice sobre las premisas de enseñar a volar a los demás. En el vuelo de
los otros estuvo mi propio vuelo.
Cuando acabó el curso, como tantas
otras veces, me tocó marcharme, con dolor de las despedidas que crees para
siempre ; pero la vida me trajo la mayor de las sorpresas.
Hace tres años recibí este correo
electrónico desde Almería.
“hola, señorita Mayte! así la llamaba cuando era pequeña y estábamos
en Ciutadilla. Era en 1980 más o menos. Siempre he tenido el impulso y deseo de
buscarla y ahora al cabo del tiempo ya aparece por esta ventana; a veces mágica.
Cuando se fue, me mando su primer libro y al cabo de muchos traslados se me perdió
y con el su dedicatoria:"a mis niños de Ciutadilla" y lo sentí mucho
porque usted me enseño a querer la poesía. Sólo quería saludarla y decirle que
no la olvido. Ah! yo soy Ana Pastor y era la hija del pastor de Ciutadilla. Perdone
los errores en la escritura, no se mucho de ordenadores. Besos”
ANA PASTOR
Y yo le contesté:
“Querida Ana: ¡Claro que te recuerdo
! Eras una niña con dos trenzas negras y unos ojos brillantes! Sí era 1980,
creo que debes tener actualmente unos 39-40 años.
Tu carta me ha llenado de emoción. No sé de donde has
encontrado mi e-mail, pero doy gracias a Dios y a la vida por tan hermoso
regalo de cómo después de 30 años me llegues con esa gratitud tan hermosa y me
recuerdes que he dedicado mi vida a llenar este mundo de poetas allá donde he
estado. Me has hecho inmensamente feliz, no te lo puedes ni imaginar y esta
misma noche he querido contestarte”.
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Y así empezó entre nosotras un
recobrar el tiempo, los abrazos dormidos y soñados y el cariño guardado tantos
años. Nos escribimos cada día, sin falta, decididas a no perdernos nunca más
entre distancia o tiempo.
Ella misma me puntualizó más sobre
esa carta
“Cuando la escribí, lo hice nerviosa
como si me estuviesen metiendo prisa, esa prisa era la mía por si recibía
contestación, que ni siquiera esperé a que estuviese mi hijo y me dijera cómo
se ponían las tildes y las mayúsculas, porque como te dije, no cogía el
ordenador para nada. Después me contestaste y te sembraste en mi vida, ya no
estabas sólo en mi pensamiento y claro... me tuve que poner manos a la obra y
aprender a manejar esta herramienta que todos los días me lleva a ti Y gracias
a ello he aprendido muchas cosas y a estar en contacto con más gente y lo agradezco.
Y todo ello Mayte, es por la causa de
buscarte a ti. Ante todo, felicitarte porque con el paso del tiempo y los
caminos por andar, a veces llanos, otras pendientes y pedregosos, sigues
teniendo la sonrisa más sincera que conozco, esas que sólo se ve en los niños. Solo
estuviste un año con nosotros y dejaste una huella imborrable. Nos hiciste tan
felices, que siempre que hablamos de buenas maestras el único nombre que mencionamos
al unísono, mi hermana y yo, es el de Mayte. Parecías la protagonista de la
película "Chocolat" que con su maleta llena de chocolate, llegaba a
un pueblo a hacer felices a sus habitantes. Pues eso hiciste con los niños de
Ciutadilla con tu maleta cargada de poesía y tu corazón desbordado de cariño. Niños
felices, (que no es cualquier cosa) por eso y por seguir realizando la misma
tarea en Vila-Seca (¡que afortunados los niños de Vila-Seca!) te doy las
gracias departe de mis hermanas, mía y todos los que fuimos tus alumnos. Gracias
por nacer poeta, por hacerte maestra, por formar parte de nuestras vidas y
porque sigues tal y como te imaginábamos. Mira que tarde es, hoy he trabajado
hasta la 1 de la mañana y estoy agotada; pero antes de dormir me gusta desconectar
del trabajo para no tener pesadillas y he dicho; pues me pongo a escribirle a
mi señorita Mayte y a ver si esta noche tengo buenos sueños, que con ella me
vienen recuerdos bonitos de lo maravillosa que es la infancia. Y GRACIAS
TAMBIÉN, POR ACOGERME, OTRA VEZ, EN TU VIDA”.
Pero dos semanas después se sumó a
la correspondencia Mary Pastor, una niña que yo dejé con 8 años y ahora era una
mamá que no se correspondía con la imagen de la niña de trenzas y cara redondita
que recordaba.
De nuevo la vida me premió a través
de esta carta:
“Querida Mayte: Hoy quiero ser yo
también la que te escriba y explicarte
de todos los momentos de mi
infancia y de cómo llegaste a nuestras vidas. Habrá quién se sorprenderá,
incluso tú misma, pensarás:"pero si yo lo único que hice es ser yo misma y
comportarme como siempre hago con todo el mundo". Ahí es dónde quiero
llegar ERES ESPECIAL. El curso anterior (78/79) estuvimos con una "bruja”;
pero de las de verruga y todo, un horror de mujer (y no sólo por su aspecto
físico) es que era mala. Con nosotros, especialmente, como éramos de familia
humilde y teníamos poco o nada que ofrecer, pues nos hacía la vida imposible
mientras estábamos en clase, nos ninguneaba o despreciaba. En fin podría dar
detalles, porque lo recuerdo todo perfectamente; pero no me apetece, no quiero
recordarla ni en lo malo. La mayoría de las veces la gente piensa que los niños
son estúpidos, les hablan como si no alcanzaran a comprender nada, los
maltratan y humillan como si al día siguiente todo fuese a desaparecer de su
memoria. Piensan: pequeño = estúpido. A finales de verano del 79 recuerdo que
por las noches juntaba las manos y me ponía a rezar ,y pedía por favor: DÍOS
mío que venga una buena maestra, que no venga "la bruja" por favor. Y
me escuchó, nos envió a un ÁNGEL. Un
ángel de pelo negro y rizado, con una sonrisa reconfortante de esas que
dicen:"no te preocupes, todo va a ir bien". Todo fue nuevo para
nosotras. Por primera vez alguien (que no era de nuestra familia nos trataba
como a personas dignas, nos sentíamos importantes y a todo lo que hacia en
clase le poníamos muchas ganas. La veíamos por la calle y nos deshacíamos por
saludarla y contarle cosas. Nos enseñó muchas más cosas de las que se pueden
dar en un sólo curso y todo con mucho cariño, pues tenía y tiene alma bondadosa y corazón de
poeta. ¡Cómo no vamos a estar agradecidas! ¡Cómo no la vamos a recordar con
cariño, si llegó para cambiar nuestras vidas, pues cada vez estoy más segura de
que nadie se cruza en tu vida por azar, tú te cruzaste en las nuestras para
cambiarlas. Tú si que eres un regalo de la vida MAYTE”. MARY PASTOR
Las hermanas Pastor me devuelven
cada día un retazo de mí misma, para que no me pierda, para que recuerde que ese
es mi camino: el camino del corazón, el camino de regalarme, el camino de la
inocencia.
Los lazos de amor y gratitud que establecimos en la Escuela de Ciutadilla
siguen estando ahí, son fuertes raíces del frondoso árbol de la vida.
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