Portada: Monumento 11-M (cortesía José Luís Ayuso)
II
En el complejo Palm Beach todo el mundo le llamaba cariñosamente «El Moro» pero nadie sabía a lo que se dedicaba. El lujoso apartamento en que solía pasar algunos fines de semana, propiedad, según la oficina de timbre y registro de la Conservaduría Inmobiliaria de Fuengirola, de la súbdita marroquí afincada en Ceuta, Malika El Yedri, indicaba el grado de opulencia de Don Abdelkrim.
- ¿Pero nadie conoce el apellido de este hombre?
- A mi me basta y me sobra su nombre.
Su enigmático silencio y sus misteriosas idas y venidas entre las ciudades andaluzas y el norte de Marruecos despertaban una desenfrenada psicología del rumor y de la más disparatada especulación.
- Nunca revela nada, ni de dónde viene ni a dónde va ni, ni dónde dormirá ni a dónde tiene la intención de llegar, ni lo que tiene ni lo que le falta.
- ¡Y a ti que te importa!
- Lo único que sabe decir, repetir y abusar de repetir es «a boca cerrada no entran moscas»
En efecto Don Abdelkrim para la «aristocracia» de la bella ciudad balnearia y Si Abdelkrim para sus paisanos no dejaba indiferente a nadie. A los que insistían para saber un poco mas sobre su estado civil solía contar la misma anécdota:
- Érase una vez una mujer que conducía en una carretera de montaña sinusoidal y empinada. De repente cruza otro coche cuyo conductor le grita: “¡vaca gorda!” a lo que le responde “¡imbécil!” Prosigue su camino pero choca en una curva con una vaca gorda.
- ¡Y qué!
- Que las mujeres deben escuchar siempre a los hombres.
Los que conocían un poco su pasado afirmaban que se refería a su esposa cuyo secreto guardaba a cal y a canto.
Sin embargo, su desproporcionada dilapidación, sus suntuosas recepciones en el Club Náutico de Málaga y su desordenada generosidad con o sin motivo se convirtieron en verdaderas crónicas de sociedad en Costa del Sol.
Sus amigos afirmaban sus raíces de una nobleza marroquí. Sus detractores sus labores en el narcotráfico. Unos y otros reconocían su ejemplar conducta desde que un 20 de marzo del 2004 llegaba a Estepona, luego a Marbella y poco después a Fuengirola.
Nocherniego y vehemente Don Abdelkrim prefería las largas noches de Ven Almudena y las sencillas pero exquisitas cenas en los restaurantes con Sin especialidad de pescado de Málaga. Taurófobo y alérgico al fútbol nadie comprendía como hacía para contar con tantos amigos en los dos medios. Sin embargo no ocultaba su cariño por el equipo de su ciudad natal: El Mogreb Atlético de Tetuán y «un poquito por el Betis de Sevilla».
- Nunca le he visto beber
- Es que no bebe. Lo he visto rezar.
- Pero siempre está solo.
- Es un hombre discreto pero generoso. No puede hacer daño a una mosca.
Su amabilidad le ha valido una estima general. Todo el vecindario hablaba de « aquél santo que da sin ver a quién».
Cuentan algunos de sus domésticos que tras sus largas y frecuentes meditaciones a menudo llora a cántaros y relatan asustados a menudo con evidente exageración sus instantes de alucinación.
- La otra vez en medio de una larga siesta comenzó a gritar in congruencias.
- Pesadillas, como todo el mundo
- No. Los decía con los ojos abiertos
- ¿Y qué decía?
- Cosas raras como por ejemplo «nació ángel y termino diablo»
- Debe ser el título de alguna película egipcia que le gustan tanto.
- Otro título: «Híce de ella la mendiga más rica del planeta porque nunca descubrió que sus bienes superaban los del gobernador»
El cocinero Paco y su ayudante Tommy un homosexual sevillano inconfesado solían contarse barbaridades de Don Abdelkrim mientras pelaban patatas y zanahorias. Pero ambos lo consideraban, a justo título, como una verdadera providencia. En más de cinco años a su servicio no tuvieron el menor roce con él o con alguien de sus huéspedes, casi todos de dudosa procedencia.
Durante los fines de semana, la calidad de sus invitados con, generalmente un aspecto descuidado, su manera de actuar y las discretas medidas de seguridad desataban una ola de rumores y de especulaciones en Palm Beach. Llegaban en costosos vehículos y abandonaban el apartamento a altas horas de la noche.
- Lo curioso es que no juegan.
- Don Abdelkrim nunca juega. Es profundamente religioso y solo se siente seguro entre los magrebíes.
- ¿Querrás decir los marroquíes?
- No, los marroquíes porque no paran de hablar de Tetuán, Tánger y sobre todo de Castillejos.
- Oye Tommy ¿De qué suelen hablar?
- De todo pero principalmente de política porque he captado mas de una vez términos como elecciones, campana electoral, candidatos, municipios y parlamentos.
- ¿Y qué más, Tommy? Paco comienzo a creer que tu eres un «honorable correspondiente».
- Cada vez me sorprendes más, Tommy ¿Y qué es eso?
- Que eres un «chivato» de mierda.
Con su marcado espíritu surtido, Don Abdekrim contaba siempre con una fuerte carga de emoción lo que llamaba sin ningún tipo de precisiones « mi salida de Tetuán que se transformó en algo». Se auto-censuraba su derecho de expresión, limitándose a frases inconcluidas y a metáforas sensibles a la pertinencia del pretexto y desplegando enormes esfuerzos para evitar errores de interpretación o simplemente deducciones fortuitas. Con la prudencia de un arzobispo, trataba siempre de quemar pistas, de dejar el relato donde no puede llegar a ninguna conclusión y de dar la impresión más radicalmente opuesta o contradictoria de lo que quiere realmente dar.
Su obsesión de codearse siempre con los que no sienten tentación ni curiosidad alguna por los detalles ha hecho de él una Qaid[1] con rostro humano. Escuchaba a todo ya todos. Nunca reaccionaba violentamente aunque el argumento no resultara de su agrado. Inspiraba, a la vez, confianza y susto, tranquilidad e inquietud, satisfacción y frustración. «Lo suyo es sobrevivir» comentaba su mas próximo colaborador-confidente Mohamed Larbi.
Sobrevivía…pero a su manera, fausta y fastuosamente. Decían las malas y también las buenas lenguas «como si acatase la sentencia del destino». No se cansaba de repetir que «la vida no obsequia nada» antes de rematar «…pero Dios es Grande». Le gustaba decir a los que le envidiaban que «Si Dios os dé la victoria, nadie será capaz de venceros»[2] y prodigaba sus consejos bajo forma de pensamientos proféticos: «Obra en tu vida como si vas a morir mañana y obra en el otro mundo como si vas a vivir eternamente».
Nadie lograba catalogarlo con precisión. A falta de su pasado, difícilmente se podía leer su presente. Repetía hasta la saciedad que «de nada sirve saber mas de lo que se sabia sobre él». «Soy un subordinado que decidió tomar el mando», solía decir entre sonrisas y tristezas.
- ¿Y lo lograste?
- Casi…casi.
Para él, más que delicadeza, el respeto al prójimo era una necesidad…un imperativo social…una condición fundamental en el trato y las relaciones humanas. Aconsejaba ser evidente ante las cosas más complejas. «Nos hundimos cuando perdemos los nervios» y, contrariamente a muchos de sus huéspedes de etiqueta, para él los valores supremos suelen ser nociones poco claras.
- Nunca habla de su país de origen.
- Si habla y en la mayoría de los casos bien. Habla con un respeto religioso hacia el rey Mohamed VI y su padre el difunto Hassan II.
Efectivamente Si Abdelkrim evocaba con veneración el recuerdo de «aquél gran rey» y cuan do se le recordaban sus «años de plomo» contestaba enfadado pero con un esfuerzo de energía serena para poder convencer que «es un enojo de los que le responsabilizan al llorado soberano hasta de lo que cometieron simples cabos de la policía en la mas recónditas comisarías del reino». Se declaraba voluntario y con sumo placer « el mas fiel entre los fieles súbditos de SM aunque ni a mi ni a me hermano Seddiq se nos presento nunca la insigne oportunidad de besarle la mano porque entonces éramos vulgares agentes de cambio ilícito en el mercado municipal de Ceuta».
«Hassan II era un gran soberano. Los que le faltan el debido respeto lo lamentaran», clamaba en medio de la extrema atención, mezcla de interés y miedo de su audiencia.
[1] El jefe de una banda de delincuentes
[2] Corán
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