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jueves, 23 de mayo de 2013

UNA BUENA HISTORIA, por Eva Marabotto, de Buenos Aires, Argentina

¡Hola! ¡Qué bueno que pases por acá! Me pregunto cómo habré hecho para atraer tu atención, pero ahora no tengo demasiado tiempo para desentrañarlo. Necesito asegurarme de que sigas conmigo en este texto hasta el final.
            Quizás debería haber comenzado con un “cross en la mandíbula”, como proponía Roberto Arlt. Hablarte de un pobre hombre que despierta una mañana convertido en un monstruoso insecto, o de un ministro que se muda a una casa embrujada. O quizás contarte sobre un minúsculo cambio en los carteles publicitarios de la Plaza Constitución en un día candente de febrero en el que murió una tal Beatriz Viterbo.


Sin embargo, eso ya fue dicho y escrito alguna vez. Y ahora me es ajeno. Aquí estoy contándote que me he planteado como único objetivo atraer tu atención. Quiero hacerte partícipe de la agonía implícita en el acto de creación literaria (en esta frase creo que me excedí en los acentos).
            Cierto que poco te importa la agonía del autor y la necesidad de constituirse a través de la aceptación y la mirada complaciente del otro. Quizás llegaste a esta página buscando algún curso de artes plásticas para tu sobrino menor, ése que no para de dibujar en las paredes. O, peor aún, viniste en pos de alguna instrucción sencilla para festejar el cumpleaños número 90 del abuelo y el título de este texto te llamó la atención.
            No pretendo más que eso. Alguna vez en un taller literario me recomendaron hablar de los temas universales: muerte, amor, sexo, traición. También sugirieron que en lo particular está lo universal: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Por eso ahora debería contarte que en mi ventana de Plaza Once una mujer y un hombre discuten acaloradamente. Ella llora o grita, alternativamente. Y el suplica, y grita, con idéntica frecuencia. Dos cuadras más allá, un par de morenas ofrecen sus cuerpos. Una lleva un bolso con la imagen de Ricardo Arjona y sueña con que, alguna vez, alguien la ame de veras.
            Pero no es ésa la historia que quiero contarte hoy, sino la de una aspirante a escritora intentando seducir al lector. Y ése es el papel que te ha tocado. Ya sé que te hubiese gustado ser el héroe. O al menos el guía espiritual que acompaña al paladín de la justicia, pero te tocó estar del otro lado. Y a mí, tratar de entretenerte y asombrarte con mi cuento.
            Supongo que no lo voy haciendo tan mal ya que todavía estás acá. O quizás sólo estás haciendo tiempo esperando a una mujer que se retrasa. Adivino que ella te cito en algún café céntrico y llevás un rato esperando. Mientras tanto, usás el celular para entretenerte hasta que el mozo se digne a mirarte y puedas pedirle un cortado y el diario.
            Podría asegurarte que ella no va a llegar nunca. Probablemente lo haya pensado mejor y prefiera quedarse en casa esperando el llamado de aquel compañero de trabajo nuevo. Pero eso vos no lo sabés, y mientras esperás, estás recorriendo estas líneas. Todavía tengo tiempo para sorprenderte.
            En este punto y como ya he abusado de tu atención debería llegar el final con beso, o el desenlace tan inesperado como truculento. Quizás debería contarte que harta de buscar alguien que me lea estoy dispuesta  a terminar con mi vida ni bien le ponga punto final a este texto. Pero esa promesa sonaría poco verosímil para alguien que ha venido especulando durante todo el texto.
            Voy a permitirme volver a hacerlo. Cuando los teóricos con Poe, Cortázar y Quiroga a la cabeza buscarían un efecto final poderoso, que justifique las líneas precedentes e incluso las resignifiquen, yo te dejaré ir amablemente. Tal vez la muchacha, finalmente lo haya reconsiderado y esté llegando al café donde la esperás con ansias. Quizás mi historia te entretuvo lo suficiente para que no notases su demora y hasta estés dispuesto a aplaudir que el final llegue en el momento justo en que la bella se detiene frente a tu mesa. Sino es así, volveré a recurrir a Arlt y decir como él: “Que los eunucos bufen”.

5 comentarios:

  1. No puedo jactarme de haber leído mucho de lo tuyo, pero de lo que he leído, me parece el texto más elegante hasta ahora. Sin desmerecer a los demás, claro, pero este fluye con más energía y gracia, al menos en lo que respecta a mis gustos literarios. Saludos.

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  2. "Estimada Eva (ahora sumo, talentosa escritora), no vine en busca de nada que no fuera una buena historia, no por aburriemiento ni haciendo tiempo, sino que, como escritora, disfruto mucho del rol de lectora, y resulta que me encuentro con algo más que una buena historia, me encuentro con un texto impecable en cuanto a construcción (de ninguna manera hay tildes que no correspondan, te lo dice una correctora de textos, y muy obsesiva con la gramática y la construcción, porque escribir así porque sí, nunca resulta en una buena historia)también me encontré con una temática más que original y sí, fijate que me hallo a mí misma en muchas descripciones de lo que se siente al crear desde la palabra escrita, por último, me atrapaste desde el primer sintagma hasta el último, me quedé con ganas de más. Bueno, el beso te lo dejo yo, junto a un ¡FELICITACIONES Y APLAUSOS!". Miryam Jara.

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