Sonaba About a Girl y con la voz desgastada de Cobain
que nos envolvía, hablábamos con mi compañera, la posibilidad de hacer un viaje
a algún lugar montañoso o donde se conciba algo de paz. Al principio costó
decidirse por un destino, porque le escapaba un poco a viajar en pareja. Dice
que tiene miedo de que la invada ese pánico estremecedor a las compañías y
tenga que salir corriendo, al grito de: No me toques, por favor. Estuvimos
varias horas discutiendo los pros y los contras de hacer esto juntos, hasta que
de un momento a otro, se paro de la silla y parada frente a mi, dijo: Te odio,
pero me encanta. Sin entender bien lo que pasaba, no le quite la mirada, pues
seguía diciéndome cosas sorprendentes: Estas totalmente loco - seguía - y le
diste un giro inexplicable a mi mundo. No puedo creer que estemos hablando de
un viaje, cuando hace un mes que te conozco.
Al quedar un poco de silencio, aproveché
para preguntarle si finalmente viajaríamos y me contesto un: si; sin muchas
certezas. Nos miramos entre risas nerviosas con algunos besos de por medio.
Sabía que en la heladera había una cerveza, así que no hice más que volver a
mirarla, que ya tenía un vaso inclinado: sin espuma, por favor, dijo. Mi forma
abrupta de servir provoco una espuma que sobresalió del vaso. Pensé que se
enojaría, pero solo se rió y volvió a besarme. Mientras tomábamos con
entusiasmo, tenía la particularidad de mirar el teléfono a cada ratito. A pesar
de llamarme la atención esta acción nunca pregunté nada; quizás era más
importante eso que leía, a lo que yo decía. Es probable. Mientras esperaba a
que terminase con el celular, encontré una guía de lugares para viajar con una
tapa particular, que decía: "Lugares a los que nunca quisieras ir con tu
novia". Me llamó la atención, por supuesto. Comencé a ojear esta guía y
por ejemplo, uno de los lugares tenía como atracción habitaciones donde no
estaba permitido el sexo. La habitación estaba ambientada como El Vaticano y a
parte contaba con imágenes religiosas, tal cual una santería. Las paredes
estaban empapeladas de colores amarillos con tonos blancos, el baño tenía de
posa jabón una hostia y el parque llevaba el nombre de "Eucarisland".
Las actividades recreativas, eran simulacros de misas, comuniones, casamientos,
etc. Había que formar grupos, en donde no estuviesen las parejas juntas, sino
que tenían que mezclarse. Uno de los juegos era recrear a Adan y Eva, con los
mismos vestuarios. Cuando mi compañera leyó esto conmigo, lo descartó de cuajo,
así que seguimos mirando. En otra pagina había un lugar donde la atracción era
que tu pareja juegue a ser una ninfómana por una semana con todos los que
permanecieran en el complejo. Al leer esto no pude evitar una carcajada pero
rápidamente pasé de página. La hoja siguiente mostraba otro lugar de una
atracción un poco más rustica, quizás. La temática era un zoológico y cada día
tocaba hacer un animal diferente. Las habitaciones contaban con manuales que
detallaban el hábitat de cada uno, las costumbres y la actividad sexual. En ese
momento imaginaba si me tocaba ser un caracol marino; se dice que es uno de los
animales acuáticos más promiscuo. Esa opción quedo descartada, también. No ando
en tiempos de agitarme mucho.
Trataba de pensar alternativas para
viajar, quería que fuese algo inolvidable. Ya había dejado de mirar la guía,
intentaba buscar opciones por Internet pero ella seguía ojeándola y escuchaba
que me leía en voz alta algunas descripciones de lugares, invadida por las risas
de lo que estaba leyendo. Con el cursor en la mano y con su voz de fondo,
empecé a cabecear hasta dormirme por completo. Me arrastró, protestando, hasta
el mullido colchón, limpió la baba de la comisura de mis labios y me tapo los
pies. Desperté a mitad de la noche en medio de un concierto de ronquidos que
siempre me parecieron tiernos. Hice poco ruido para salir de la cama y fui
derecho a la heladera. Quería una cerveza pero no había; encontré un cartel que
me causo mucha gracia: No te enojes pero si ves esto antes de que despierte,
anda a conseguir cervezas. Intente leer un libro de entrevistas de rock, pero
me aburrí a la segunda pagina. Era un buen momento para hacer el amor pero si
la despertaba me insultaría y no puedo hacer escándalos a estas horas de la
madrugada porque los vecinos levantaron varias quejas por nuestra presencia en
el vecindario. Dicen que cuando tenemos sexo somos muy cirqueros; incluso la
esposa del abogado - viven pegado a nuestro apartamento - dice que mi compañera
finge. No voy a decir que no me hizo dudar, pero todavía creo en los gemidos
del amor.
Logré dormirme de nuevo, hasta que una luz
solar comenzó a quemarme la frente y forzosamente tuve que abrir los ojos.
Parada al lado de la ventana con una taza de café, esperando a que me
despertara, me dijo: debo hablar con mis padres de nuestro amorío. Me sequé el sudor de la frente y
restregándome los ojos, pregunté si eso sería una buena idea; intentándole
recordar que su padre no aceptaría un muchacho de mis características a su
lado. Encogiéndose de hombros, dijo que a la noche iríamos a cenar a su casa
para poder presentarme y hablar sobre el viaje que haríamos. No tuve más que
aceptar porque el amorío en cautiverio
ya no era atractivo. Me pidió que elija bien la ropa que iba a vestir, que
fuera a la peluquería y que no hablara de política: Nada de andar con tus
cuestiones marxistas y de cambiar el mundo, me dijo muy seria. No me quedo más
que asentir, entre risas.
Cuando salí de bañarme y buscaba la ropa,
escuché que le decía a su madre por teléfono: si voy con el famoso bohemio.
Ponía mis medias riéndome, mientras pensaba, envuelto en una situación de
adrenalina, cuál sería la cara de sus padres al verme. Por el momento no podía
no pensar que sería terrible.
Llegamos a su casa, mis manos sudaban y
como sabía que su padre me daría la mano, las sequé en mis pantalones. La
bienvenida fue cordial, me invitaron a dejar el abrigo en uno de los percheros
que estaba detrás de la puerta e inmediatamente su padre me trajo una copa de vino
y me apartó hacia el comedor. Con su mano en mi hombro, me invito a sentarme.
Mirándome varios segundos, lo primero que le impresiono fue el largo de la
barba: hablemos un poco de tus intenciones con mi hija, dijo no tan sonriente
como al principio. En ese momento la madre interrumpió - para suerte mía -
diciendo que vayamos a la mesa.
En la cena las preguntas no fueron tan
puntillosas, hasta que llegó el momento de la digestión y el café...
- Contanos ¿a qué te dedicas? - preguntó el padre.
- Soy escritor - dije rápidamente.
Hubo un momento de silencio y luego unas
carcajadas que retumbaron hasta el techo.
- Quizás no me entendiste bien ¿Cuál es tu profesión?
- insistió
- Escritor, señor - repetí.
- ¿Escritor de qué?
- De guiones para cine.
- ¡Ah bueno! esto es lo último que imagine en mi
familia.
- ¿Qué cosa, señor?
- Un vago
- Pero por esto me pagan. Yo vendo los guiones.
- ¡Ah no me digas! ¿Hiciste alguno para alguna
película famosa o que haya ganado algún premio?
- En realidad, no. Me dedico al cine de culto.
- Hija, te vas a cagar de hambre. Después no te
quejes de que no te avise.
Mi compañera un poco incomoda por la
situación, interrumpió la conversación.
- Papá la razón por la que vinimos, fue para
comentarte nuestro romance y que conocieras a J.
- ¿J?
- Así le dicen los compañeros de cine. Se llama
Jerónimo.
-¿Realmente tenés decidido que va a ser tu pareja
definitiva? Acordate que a vos te gustan las cosas perfectas - dijo
sorprendido.
Mi compañera me miró y con un gesto
indicador de que nos fuéramos, nos despedimos de sus padres. Mientras ponía mi
abrigo, su padre se acerco a mi oído y dijo: te voy a vigilar...Lo mire con una
sonrisa de oreja a oreja y le recomendé un disco de nirvana - Bleach -
Camino a casa, besándonos en cada esquina, me
dijo que hiciéramos de Adan y Eva con la verdadera indumentaria. Con mi mano en
su bolsillo de atrás, asentí sin pudor.
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