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martes, 18 de septiembre de 2012

LAS ZAPATILLAS, por Víctor González Treviño, de Reynosa, Tamaulipas, México

Andalucía se puso muy contenta al ver las zapatillas de tacón dorado que sobresalían entre el mugrerío que desbordaba del bote de basura. En el callejón no había nadie más. Sin embargo atisbó hacia a todos lados para asegurarse de miradas indiscretas al momento de agarrarlas. Al llegar a su casa se las calzó.
Perfectas para su pie.
El brillo dorado del tacón continuaba con vida, la suela no estaba muy gastada. ¿Por qué su dueña las desechó? se preguntaba al mismo tiempo que se maravillaba ante al espejo ya vestida con una falda blanca para que hicieran juego con las zapatillas.

Y se imagina ser la reina de la noche…

Sus súbditos, ávidos clientes que buscaban manosearla, hurgar con su lengua en cada rincón de su cuerpo cada vez que se acercaba meneando el trasero al compás de la música.
Sobresalían las zapatillas de tacón dorado por encima de un liguero negro.
Un lacayo acerca un billete de cien dólares, se lo introduce en la sensual tanga de hilo dental que se interpone entre las nalgas voluptuosas. Ella susurra
 –Es tu día de suerte, papi.
La música termina.
Una voz atrás del micrófono anuncia: ¡Un aplauso a la sensual Emperatriz! ¡y recuerde distinguido cliente, la cerveza cuesta sólo 25 pesos, o si lo prefiere un “cubetazo”, sólo pague 200 pesos!
El hombre de los dólares pide un cubetazo, en su interior mucho hielo y 10 cervezas Indio.
El mesero destapa una botella y él bebe el amargo elixir ambarino lentamente mientras la pista se llena de mujeres desnudas en pasarela.
Llevaba la tercera cerveza cuando llegó Emperatriz, bañada y perfumada. Lavanda y Jazmín, sin lugar a dudas fue lo que percibió, un instante nada más porque se volvió a mezclar con el sudor y olor a sexo que inundaba el ambiente a esa hora. Otra vez el mesero llega a la mesa, ahora con un jugo de naranja para ella.
Al terminar su quinta cerveza, se levantan rumbó a los cuartos, ella adelante de él, quién va mirando las nalgas y baja la vista para ver los tacones dorados que cargan a la Venus de la noche.

Son preciosos - Piensa.
Al entrar a la habitación es sumisa con su emperador en turno, baja el cierre de la cremallera y siente un miembro duro, trata de suavizarlo con pequeños besos. El hombre se estremece, ella se llena de fluidos.
Se quita toda la ropa (que es poca en realidad) menos las zapatillas a petición del hombre.
Las zapatillas se mueven frenéticas en el aire.

Andalucía despierta adolorida y con olores extraños en su cuerpo. Sobre el buró de la habitación estaban las zapatillas deteniendo un billete de cien dólares. No recordada nada. Siente resaca como si no hubiese tomado agua en semanas.
Se mete a bañar, ya es tarde. Es día de exámenes en la escuela de enfermería.
No se explica los cien dólares encima del buró, pero los toma. Ya habrá una explicación-piensa y sale de la casa con las zapatillas en la mano para llevarlas a poner gomas a los tacones.
Las deja con el zapatero, que a esa hora, la hija atiende la pequeña zapatería. Recibe las zapatillas y no se aguanta de admirarlas.
Que lindas-dice con voz melosa.
A las tres de la tarde están listas-anuncia la dependiente. Espera a que Andalucía se marche para checar las zapatillas. Descubre una leyenda en la base de la suela. Emperatriz con letra caligrafiada.

Se las calza.
Perfectas para su pie.
Se imagina ser la reina de la noche…

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