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miércoles, 7 de noviembre de 2012

¿POR QUÉ ABANDONAMOS A LOS VIEJOS? ©, por Myriam Jara – La Eterna Poeta Disconforme, de Buenos Aires, Argentina



Cuatro guardias de 24 hs encerrada en un hospital me volvieron más vulnerable y sensible, aún. No es novedoso que en los hospitales públicos se conoce el rostro de la miseria, carencias afectivas y materiales. Las materiales, bueno, se pueden “digerir” pero…las afectivas ¡NO, ME NIEGO!
Esta es una historia entre tantas.
La dulce anciana Clarita de bellos ojos azules, mujer culta y de determinado poder adquisitivo, ingresa al quirófano y me regala una sonrisa amplia, me pide disculpas, me explica que siente vergüenza por no tener la dentadura puesta. Yo le digo que no se preocupe, que igual su sonrisa no pierde brillo, que la mía no es tan bonita como la suya pero tengo la suerte de cubrirla con el barbijo.
Clarita, con sus 91 años, apuesta por la vida y se entrega, resignada, a un grupo de desconocidos pero que ella intuye como los “salvadores” que la regresaran al triste geriátrico donde sus “adinerados” hijos la han confinado a pasar los últimos años de su vida.
Sin importar que tan lujosa pueda ser la residencia para “mayores”, es sólo eso, una residencia alquilada, un asilo que se asemeja al viejo baúl donde guardamos lo que ya no necesitamos pero que no nos atrevemos a arrojar a la basura porque alguna vez significó algo, porque alguna vez nos resultó útil. Y allí convive Clarita, con otros pares y compañeros de soledad, recorriendo los metros finales que la suerte quiera, en su bondad, regalarle.
No están ellos, sus vástagos, cuando la camilla transporta el cuerpo de la anciana, atravesando la puerta vaivén, no la despiden con un beso y un “Hasta prontito, aquí estaremos esperándote”
Pregunto, por curiosidad, si Clarita no tiene una cobertura médica que la haga merecedora de un sanatorio con habitación privada y ciertos privilegios que, seguramente, su familia podrá pagar. La respuesta es no.
No importa, Clarita está en buenas manos, somos empleados públicos, no muy bien pagos, pero con un corazón grande, eso creo, como para acogerla en nuestros brazos y pasarla a la mesa de operaciones.
Antes de caer en el sueño profundo, producto de la anestesia, Clarita recibe besos y caricias del equipo quirúrgico, un conjunto de extraños que por designio de DIOS y guiados por ÉL, la devolverán operada, curada, a su soledad obligada.
Clarita, no nos des las gracias, no nos mires más con esos ojitos tiernos que tus párpados arrugados apenas si dejan ver el azul de tus pupilas. No nos debés nada, nosotros te debemos a vos haber encontrado el sentido de pasar cansancio, hambre, desarraigo familiar, pero sólo por 24 horas. Vos no, vos volvés a tus días solitarios en una casa prestada.
¿Por qué abandonamos a los viejos cuando todavía pueden darnos tanto?
En Japón se fusionan los hogares para ancianos con los jardines de infantes, los pequeños tienen abuelos postizos, los abuelos tienen un motivo para seguir. Deberíamos tomar el ejemplo nipón y encajar las piezas de modo tal que el resultado final sea una pradera primaveral… si es que no tenemos otra opción. 

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