Seguía la programación de los canales en un solo rincón del hogar (habían aprobado junto a su esposo). Ambos decidieron que el televisor no se multiplicara e invadieran otros espacios. El único aparato que tenían en la casa, sufrió un desperfecto en el tubo de imagen y optaron reponerlo por una inmensa pantalla; de varias pulgadas, con un sistema de audio que envolvía el ambiente (aumentaba la tensión de las voces y los efectos de sonido que emitían). Así lo había probado en el supermercado, que vendía equipamientos para el hogar, y que además tenían la gentileza de realizar la instalación sin costos extras.
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Cuando todo fue conectado y puesto en marcha, se rieron mutuamente, porque pensaban que hasta el más aburrido de los comerciales se transformaría en una soberbia y majestuosa experiencia para los sentidos, pero el hombre que les realizó el trabajo de conexión no le causó mucha gracia por lo visto, estaba de muy mal humor, incluso, rechazó la propina y se fue casi espantado.
Con el “HD” la nueva plataforma digital que todos los canales habían optado, por no quedarles otro camino, impusieron el virtuosismo de los detalles a una exposición más ampliada e intensa hasta el momento.
Ella recorría la oferta de la televisión abierta, que en ese instante, le ofrecía un drama familiar donde dos mujeres gordas están a punto de tomarse de los pelos por un hombre. Pasa de repente, a otras mujeres de exagerados cuerpo, casi imposibles de concebir naturalmente solo a base de cirugías e implantes se puede lograr desnudar ante la cámara esa belleza artificial, que para asombro del espectador se mueven en un certamen de baile. La crónica roja de la competencia no da tregua al asombro, mientras cavila que cada vez es menor el impacto y más dura nuestra sensibilidad, ya no hay imagen que retrate el horror y nos conmueva. Siempre se buscaba llevar un poco más lejos, un poco más bajo. También visitó al grupo de jóvenes encerrados en una casa y espiados por cámaras panópticas. Ella no entiende qué interés suscita una persona cepillándose los dientes pero algún morbo se deberá activar para lograr esa audiencia envidiable. Llegó en ese recorrido nómade por los canales, a los avances de las noticias de la noche, que la esperaba como protagonista. Vio con encogimiento, una mujer entrada en años, sin juventud, de mirada interesante (entre seriedad y humildad), esta impronta, quizá, era su credibilidad pero no había nada de lozanía ni frescura. La calidad de imagen le devolvía en su pantalla, una suerte de dictamen irrefutable, los años habían pasado sobre ella y las huellas se exacerbaban bajo el lente de la nueva tecnología.
La periodista Bianca Rojas durante casi quince años interrumpidos, fue la figura femenina (de la dupla) que sostenía el informativo central del canal. Además, era una de las personalidades más respetadas del medio por sus aportes periodísticos y sus libros de historia, que siempre fueron poco valorados en foros académicos. Menospreciados a pobres resúmenes históricos o ensayos breves, en clave de crónicas, casi rayando en la ficción. Ella reconocía la inconsistencia en sus producciones, al igual que los fundamentos que esgrimían sus críticos, pero se defendía con la excusa de que su objetivo era solo la divulgación. De todas formas, siempre le llegaba el pedido editorial y, todos los años se veía inmensa; en las presentaciones, en la firma de ejemplares y entrevistas para promocionarlo. Obviamente, el mecanismo andaba por si solo. No tenía que solicitar ninguna ayuda, venían las invitaciones para exponer su más reciente trabajo, tanto en radio, prensa escrita y televisión. Como no podía ser de otra forma, ella era una figura pública y todos se alimentaban de todos. Una ecuación ideal que resultaba en ganancias al por mayor, particularmente, para la editorial que podía costear sus fiestas de fin de año con solo la venta del primer tiraje de ejemplares de la periodista. No era un éxito, era una rutina de ventas; basado en un nombre establecido y una publicidad gratuita.
La falta de tiempo era otro argumento. Ella se inducía para lamentar ciertas prohibiciones; como cultivar sus gustos intelectuales pero pronto llegaría el ocio para saldar sus carencias. Pretendía avocarse por completo a la investigación y no someterse, como hasta ahora, al subrayado de tesis de estudiantes que recibía para armar sus fragmentados textos. Iría ella misma a revolver documentos y actas, para darle al público y a la academia, el equilibrio justo de una ágil prosa, aliado a un desarrollo histórico basado en su sólida intuición periodística. Todas estas ambiciones las sentía próximas.
En cambio, no era insensible a la amenaza que representaba la revelación del periodismo joven, que el canal estaba apoyando casi impúdicamente. Conocía el movimiento de esta picadora de carne y no era su intención ser procesada, sin antes lucir un mínimo de dignidad. Pensaba renunciar antes que le solicitaran su retiro, antes de plasmar todos sus años de carrera en una placa a modo de homenaje, que olvidarían de pulir en algún rincón del estudio o incluirla en la planilla de productores (que nadie escucha) para seguir colaborando con la institución pero fuera de toda cámara.
Esta chica, sin formación (más allá del cursillo de periodismo que a duras penas pudo terminar) había saltado a la opinión pública cuando empezó a cubrir móviles en las calles. Le destacaban la frescura que emitía, cada vez que alguna de sus notas salían al aire. Su constancia era visible y los altos jerarcas del canal la ficharon para unirla al equipo de producción del informativo central y sus ediciones durante el día.
Un logro que le facilitó empezar a cobrar un moderado sueldo (ya que como becada no obtenía ingresos; solo los gastos de locomoción y algún que otro canje por publicidad, a cambio de vestuario, calzado y la cita habitual a la peluquería) fue enfrentarse en una discusión airada, con el militar retirado y último alto mando en la etapa final del gobierno de facto de la nación. A punto de ser procesado por crímenes durante la dictadura, la joven osó embestir al viejo con preguntas incómodas. Si hubiesen sido formuladas veinte años atrás, las respuestas serían distintas e incierto el futuro para esta chica, pero la democracia envalentona al periodismo o al menos los suelta de boca con más facilidad.
Bianca Rosas tomaba, todos los cambios del canal con respecto a la dirección de las noticias y su tratamiento, con una calmada atención. La plana policial, ocupaba buena parte del caudal de noticias (junto con los deportes como siempre) pero revestidas de una teatralidad sin precedentes. Estruendosos titulares, sonidos que eran compaginados, y todo apuntaba al crecimiento exponencial de inseguridad, que la población ya percibía. Las imágenes cada vez más crudas, teñidas de sangre contagiaban violencia y hacían que los números de audiencia respondieran a estas provocaciones; -la verdad es así-, comentaban los defensores de esta postura.
Un día, el vivo la tomó desprevenida. En esa ocasión, el cronista de la sección policiales advertía a los televidentes sobre el explícito contenido de las imágenes, que a continuación se verían y que podían provocar en personas sensibles un golpe emocional muy fuerte y los convidaba a no mirarlas. Mientras el movilero comenzó a recitar esta advertencia, ella se había sumergido en su computadora personal para revisar el nivel de audiencia que le llegaba minuto a minuto, fue cuando alzó la mirada (como tantos que sintonizaban el noticiero a esa hora). El estupor y la asquerosa fascinación ante el resultado que un vuelco de una camioneta en la autopista, había dejado como saldo; a tres de los cuatro ocupantes muertos. Una familia que viajaba fuera de la ciudad, había encontrado el trágico desenlace en la carretera. La única sobreviviente era la hija de unos seis años de edad. El primer plano la mostraba llorando desamparada y atrapada entre los hierros retorcidos. Luego, vendría el envió en directo de las peores imágenes; en las que se observaban el cuerpo sin vida de la madre y el de su marido al volante, decapitado.
Apenas unos breves segundos (eternos y crueles) para Bianca Rosas, que veía como su arrugado rostro volvía al aire en alta definición. Esa nitidez le aumentaba en años, junto a todos los detalles que el maquillaje no cubría, como las empecinadas manchas en sus manos que tapaban la boca torcida (como ocultando la vergüenza). De esta forma, tan descolocada, debió continuar como si nada hubiera acontecido, pero no pudo. Pidió una pauta publicitaria y comenzó el griterío histérico contra los productores y su colega. Vociferó el asco que le daba todo el canal y la falta de ética en sacar al aire algo tan bajo y sensacionalista. Indignada, se fue a su camerino pero no volvería a ocupar la silla junto a su compañero, con el que hacían la dupla más vista de la televisión ni se despediría como todas las noches. Deseándole un excelente fin de jornada y convocar a la audiencia para la próxima entrega informativa o cuando la noticia así lo solicite.
II
Grita desde su silla doña Eva, que sintonizaba el noticiero; - son los Morales, nene, vení a ver, “avemaría Purísima”-. Estática e impactada ante las imágenes, se persigna y mira al cielo para lanzar un ahogado sollozo que altera a su nieto, distraído hasta ese momento. La mujer le ordena que cruce la calle para dar aviso a la vecina, Magdalena Morales, madre del hombre, que su siniestro final había sido transmitido desde el lugar del accidente.
Corría el joven y saltaba el muro para acercarse al terreno de los Morales, pero ya había una decena de vecinos. Uno golpeó la puerta, mientras algunos más se sumaban, con la misma expresión sombría.
La vivienda abre sus puertas rápidamente. Mostraba el rostro compungido y desesperado de doña Magdalena. Se apoya en el marco de la entrada y un grito de dolor, que ningún efecto sonoro podría superar, impactó de forma tan lastimosa y real que llegaría a lacerar cualquier corazón endurecido.
La mujer llora y grita por su hijo, por su nuera, por sus nietos. Estrena la palpable dimensión de la tragedia. Al borde del desmayo, algunos vecinos de la cuadra que por su proximidad, la ayudaban a mantenerse en pie y le abren la puerta de un vehículo (que se detuvo hace un instante y nadie había visto). Otros se reúnen en pequeños grupos, para romper el incómodo silencio que se produjo a partir de la huida del coche. Ahora, la pobre mujer está en boca de todos.
I-II-III
El gerente del supermercado estaba furioso con el empleado, que no había dado ingreso a una partida de televisores. Le solicita a su secretaria que diera aviso por altavoz.
Inundaba el salón del inmenso supermercado la delicada voz, acompañada por el habitual acople. Al llamado improvisado, comenzó con un tembloroso timbre en la voz y el final del aviso no auguraba nada bueno.
- Señor Álvaro Morales, encargado de la sección audio y video, presentarse en gerencia ahora -.
El abrupto final de la solicitud por el altavoz, llamaba la atención de todos lo compañeros del encargado de ventas. Al unísono, lo miraron con obscena curiosidad.
Incomodado por el acervo de miradas que cosechó, Álvaro Morales; atraviesa los pasillos, sube la escalera y abre las puertas de la gerencia. Con la misma celeridad, con la que ejecutó estos movimientos, siempre se manejó y por esta característica; aplicada en el trabajo, finalmente le rindieron frutos.
Complacido con su cargo y su remuneración, las preocupaciones siempre giraban entorno a su trabajo y se excusaba de su obsesión laboral, refiriéndose como la rutina de un esclavo del salario.
El gerente lo recibía con el peor semblante que encontró para reprobar su equivocación.
Obviamente, surtió efecto el recibimiento. Álvaro Morales se sentía intimidado y confundido.
-Creo haberle dejado una orden acerca del embarque alemán que llegó hace cuatro días. ¿Recuerda cuál fue?- le instó con la mano para que le respondiera.
- Sé exactamente cual fue su orden; que los televisores no se pusiera a la venta y que permanecieran en el depósito hasta nuevo aviso-.
- Pues ¿entonces qué sucedió?
- Ayer fue mi día libre, alguien subió el producto y lo expuso al público. Se vendieron dos y están todavía en el sector de envíos para realizar la instalación a los clientes. Deberían salir en un rato.
- Usted me conoce y sabe que no tolero que me contradigan, orden que dejo se cumple- Revuelve unas facturas sobre el escritorio, mira detenidamente una de ellas y deja reposar la última sentencia, esperando que el silencio moleste.
- No le va hacer nada mal que usted realice uno de los trabajos. Vaya y tome una de las camionetas e instale uno, diviértase.
- No puedo hacerlo hoy, usted sabe que pedí para salir antes de hora tengo que hacer un viaje de cuatrocientos kilómetros por el cumpleaños de mi ahijada. Con esa tarea no llego a la terminal de autobuses a tiempo. Me esperan; mi mujer e hijos, con los boletos.
- Usted es una persona ágil y dinámica no se desanime. Además tiene locomoción propia, no sé porque no lo puede hacer.
Álvaro Morales se mordía de rabia pero por orgullo o terquedad, iba a someterse a los caprichos del gerente. Cuando abrió la puerta, lo detuvo su superior para una última mordida a su paciencia.
- Por cierto, el vendedor que está a su cargo me comentó; que una de las clientas es bastante popular en televisión. Cuando la vea en pantalla, en el futuro va a recordar su error, apúrese y salga hacer lo que le pedí.
Luego de salir del despacho toma su teléfono móvil y le dice a su mujer que lo espere en casa y que cancele los boletos, que van a ir en la camioneta de ellos. Le ruega que estén listos para cuando él llegue y le explicaría todo en el camino. Se encuentra cansado, malhumorado y para colmo escaso de tiempo.
Miró la dirección de la clienta y se va presuroso en la camioneta de la empresa. Llegó en quince minutos a la casa. Demoraron en abrirle la puerta, tan furioso se encontraba, que apenas dejó un destemplado “buenas tardes”. Pidió que le indicaran el lugar donde instalar los artículos adquiridos. Conectó todo el manojo de cables a las entradas correspondientes y a los parlantes. Por un momento, caviló el motivo por el cual la gente necesita que le instalen estos aparatos cada vez más prácticos. Claro está, que el envió y la instalación es gratis, como parte del servicio de la empresa y estos desconsiderados se dirán para qué desperdiciarlo, aunque yo pueda hacerlo.
Encendió el aparato con el control remoto (a punto de estrujarlo entre las manos) y verifica que la señal es recibida. Le entregó los papeles correspondientes al estado de la compra. La mujer firmó y le adjuntó una buena propina, por el trabajo realizado pero que él rechazó, con un desabrido muchas gracias. En ese momento, al ver el rostro de la mujer abriéndole la puerta, le resulta familiar. Intentó en su cabeza, hacer coincidir esa cara con la serie de fotografía en su archivo de la memoria. Enseguida, cayó que estaba frente a la mujer del noticiero pero no le interesa, en lo más mínimo, detenerse en la frivolidad de saludarla a modo de reconocimiento.
Salió para la calle en busca de su esposa, que esperaba su llegada. También, meditó que debió realizar la inspección del coche (que había postergado para la semana entrante). Ahora, solo se encomienda a la providencia, de que en plena ruta no fuera a quedarse varado.
Sabía lo retrasado que estaba. Había dejado la camioneta de la empresa en los galpones y se tomó un taxímetro hasta su casa. Cuando bajó, vio a la vecina de enfrente abriendo un poco la cortina para espiar quien descendía del coche. Cuando entró, lo primero que le dijo a su mujer fue; - La vieja Eva cada más chusma, pasa una mosca y se va a la ventana para no perdérsela-.
Su esposa le contesta; -Tú madre está con ella, así que no hables mucho que son las dos iguales-.
La familia Morales sube al auto, ya nada ni nadie puede impedir su partida. La mujer lleva al niño junto a ella en brazos, en el asiento del acompañante. Su otra hija, de seis años, se coloca el cinturón de seguridad en el asiento trasero. Mientras Álvaro, muy cansado, comienza a sentir jaqueca y enciende el motor. Quiere salir de la ciudad porque pude aumentar la velocidad en la ruta, para disminuir el atraso aunque a esa altura tiene deseos de cancelar el viaje.
Querido Luis, tu cuento es excelente. Se inscribe en la mejor tradición del cuento americano clásico. Atrapa desde el primer minuto por el relato en sí, y su construcción total es plena y contundete. Llena de imágenes vívidas y particulares. No creo haber leído entre los escritores de América Latina un cuento tan bien construido como el tuyo. Las imágenes atrapan y toman por asalto al lector, de improviso. Es realmente excelente. Por citar un sólo párrafo que me dejó alelado: "Grita desde su silla doña Eva, que sintonizaba el noticiero; - son los Morales, nene, vení a ver, “avemaría Purísima”-. Estática e impactada ante las imágenes, se persigna y mira al cielo para lanzar un ahogado sollozo que altera a su nieto, distraído hasta ese momento. La mujer le ordena que cruce la calle para dar aviso a la vecina, Magdalena Morales, madre del hombre, que su siniestro final había sido transmitido desde el lugar del accidente". Excelente realmente, excelente. Con todo cariño. Eva y Carlos
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario, me siento muy alagado. Gracias por sumarse a esta idea de enlazarnos con otros blogs y así poder llegar a más lectores. La difusión de estos espacios es vital para seguir construyendo y sumando páginas a nuestros proyectos. Todo comentario es bienvenido, un afectuoso abrazo Luis
ResponderEliminarHALAGADO!!!! No puedo creer como escribí eso
ResponderEliminarGracias Luis. Eres realmente buen escritor y esperamos que el futuro nuestros espacios se conviertan en un fúctífero lugar de mutuo intercambio
ResponderEliminarUn gran abrazo
Eva y Carlos
Editores de "Todas las Artes"