Alberto Boco selecciona para acompañar esta entrevista, en octubre de
2014, seis poemas de su autoría:
Árbol de oro
Es fácil ver metal en la copa
brillo de oro con el sol inclinado
primero la mirada con el sol de través
y no hay otra cosa más que simple fresno
una mañana tibia de mayo por la calle del
triunvirato
entre el asfalto y las paredes los vidrios
devuelven la escena que pasa
y detrás la mirada rumbo a lo que viene
a cada metro en un día que crece
la calle del triunvirato
donde un árbol que no es de oro
no es más que la mirada
la carga de nuestra ilusión
en un punto de lo azaroso
como ha sido siempre
cuando miramos
detenidamente
algo
mirado de
cierto modo
cualquier alejandría que se hunde
tiene agonistas y mercaderes
verseadores putas y cronistas del tiempo
cabalgan en el azar
pasiones breves e incestos de época
bares pobres y nurseries por si las moscas
levantan artefactos y cosas
para después
del derrumbe
(del libro inédito “Redes”
– Escrito durante 2002 – 2003)
Los perros cueteros
“Mientras buscaba la estrella
vespertina en una fría ventana
y
silbaba cuando Arturo derramaba su luz,
oí
reñir a los lobos, y dije: Entonces esto
es
el hombre”
Allen Tate
festejos
tradicionales y ellos aparecen
un despertar cuando medra la noche y las explosiones comienzan
andar solos
por ahí hasta el ritual de lo que se pudre
y disimular en
el ruido y el olor de la pólvora barata
efectos de la
temporada…
sucios de arenas el gesto distraído
pelo encrespado como en un enojo
se van amontonando en el andar cansino hasta que lo avivan
donde se junta la presa casi nadie mira
tal vez algún chico que adivina y alguna mirada
otra porque intuye
gesto veloz de repente contra el estampido
fuego en la boca y otra vez hacia allá
lejos
qué canta en el fuego y el humo en el chasquido
como rama reseca que se quiebra cada vez
qué canta en la sangre y en la carrera de súbito despierta
y vos que los mirás como se mira el amor
esa química orgánica con ropa de ternura
mirar que no se nubla en el farolero simular de la época
quién sabe qué piensa –decís
detenido ahora en el alto de la mañana
como sombra contra el moverse del mar
ahí las nubes
coloreando como si vos y yo no supiéramos
que nada de
todo eso es intención mientras ellos están ahí
con esa cosa
que raspa como espera debajo de la sangre
cada estallido
que apure la caída
del que no
mira duerme y se divierte mientras
ellos con la
traza del viejo mapa y el ojo que parece apagado
pero detrás de
la mirada esa sombra
que apenas
campea sabe y espera
desde lejos y
a su modo
sabe y espera
siempre
desde bien
allá
Para Pugnax (*)
(*)
Nombre de un perro que integra la tripulación de un dirigible en la novela
Contraluz, de Thomas Pynchon.
Palomas en el cable
de la luz
Caminamos junto al paredón del gran cementerio
del oeste
sin martingalas
con el viejo trance.
Hay palomas en el cable de la luz.
Peripatéticos
de hoy
nada parece
falso ni verdadero al sonido de los celulares
el contacto
con la palabra todavía produce algunas imágenes
y han
evolucionado mucho los medios de transporte.
Los niños geniales gozaron su olimpo y su
fidias,
los altos de lycavitto y el parnaso
ahí nomás
ideas de
altura al alcance de la mano. Los
césares en Roma
obtuvieron sus mil años de humedad cristiana
en los huesos...
Las palomas volaron.
Hay
cicatrices de caca todavía en las veredas.
Señales
en el gran cementerio del oeste.
(del libro inédito
“Palomas en el cable de la luz” – escrito durante 2003 -2004)
Puente
Saavedra
Llega un
grito a través del cielo. Ya ha ocurrido otras veces,
pero
ahora no hay nada con que compararlo.
Thomas Pynchon
conjurados con algún bulto que
arrastrar
en la
zona gris de los apeaderos y los transportes
la
opacidad se respira en grandes y pequeños tráficos al paso
se bebe y
se come con la niebla de la desconfianza
los
gestos no necesitan de nada más
desde un
lado del canal Pirata Prentice(*) cultiva
bananas
y
espera la parte que le toca en la ruleta
rusa del mundo
algo después
dos paredes alambradas y una tierra de nadie
ni la
grandeza ni la grandilocuencia de la Gran Muralla
en la escena un borracho y un
predicador
alguna prostituta un policía y
una nena
puede
haber un río una cordillera y gente de armas
entre las
placas del transformador late una diferencia de potencial
como en
todo pasaje también una forma de la teatralidad
presentida
en el aire la descarga eléctrica dibuja una fotografía
es
previsible por otra parte una solución así
una épica
de los bordes
tecnología
y redes en el gran carrusel
menos y
más explícito que un circo romano
camino al
“22” con menos y más peligro por la línea divisoria
vamos y
venimos atentos al efecto doppler
cambia el
sonido de lo que se aleja
lo que se
acerca.
(*) Uno de los personajes de la novela “El arco iris
de gravedad”, de Thomas Pynchon
Tardecitas
te
digo que hay cosas que la mirada no sabe
las
devela te digo como si las llamara de reojo
por
un sendero del parque lo descubro
picotea
el pasto el pájaro carpintero y también ahí
en
otra parte deshecha contra la pala excavadora
un
revoltijo de pluma gris y rojo la paloma
dirían
algunos que los dioses la han dejado
sombra
sin memoria en el orco dirían pero
yo
que trabajé con celo la carne para no caer
en
la clausura de allá y elegí lo abierto de aquí
esta
cerrazón cerca de las cosas como para volar bajo
apenas
veo la piel de la belleza en este reflujo de todo
como
cuando tus ojos en vos capturan el matiz
el
cuerpo fugaz en los trazos y de golpe pareciera
que
toda la pena del mundo le caben
como
cuando ves pequeñas tragedias y no se te nota
entonces
yo que soy un confidente que no sabe traicionar
te
miro hecho un animalito furtivo para llegar en vano
al
tacto de lo que ya ni te pertenece de tan tuyo
no
llegar nunca –esto es lo digno–
a lo inapresable de
vos y lo desconocido de mí.
Entrevista realizada a través del correo
electrónico: En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Alberto Boco y R. R.,
octubre de 2014.
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