Me cabe a mí la ímproba tarea de
representar a mis congéneres y justificar nuestra ciudadanía en la Patria
futbolera. Podrán citarme argumentos en contra como que si nunca hiciste un
caño no podés criticar al que se lo come, o que la noción de pase corto o pared
es una entelequia para el que nunca jugó un picado en medio del barro. Pero
bastará citar a los miles de cincuentones que critican la lentitud de Riquelme
mientras mastican maníes en un bar privados de la posibilidad incluso de correr
el colectivo.
Cierto que los muchachos
parecen tener una rara habilidad, diría un sexto sentido para aprehender las
cuestiones ligadas al deporte de la número 5. Junto a los vencimientos de
Ingresos Brutos y Bienes Personales y la fecha de la reunión con los japoneses,
ellos tienen espacio en su mente para registrar el nombre y el Cv del 5 de
Chacarita, la formación completa del Huracán del 73 o aquella anécdota donde
hubo rasguños entre Gallardo y el Pato Abbondanzieri.
Me declaro incapaz de
registrar todos esos datos. Por eso tienen mi eterna admiración pero en el terreno de la pasión y los sentimientos
permítannos emocionarnos con el gol de Diego a los ingleses contado por Víctor
Hugo o por Hernán Casciari. Pido permiso para sufrir en cada partido de San
Lorenzo en la Libertadores, al punto tal que no puedo verlos, sino escucharlos
escondida en una habitación y si estoy fuera de casa conectada al minuto a
minuto de un diario a través del celular. He llegado a parar el auto en la
puerta de la capilla de San Antonio, el sitio fundacional de San Lorenzo para
escuchar el partido y poder gritar a mis anchas. Conozco una maestra jardinera
que bajaba las persianas de su casa los domingos a la tarde si perdía Boca y no
salía de su la cama hasta el día siguiente. La vida la premió por su devoción
bostera y hoy está casada con el hijo del Chapa Suñé.
Cierto que nunca pateé
una número 5 pero a través de las imágenes, a través de las palabras de Panzeri
en adelante casi puedo sentir el césped bajo mis pies, el vértigo de una pared
en el área, la alegría de una avalancha de gol. Y toda una generación de
mujeres pide pista en las canchas. Mis compañeras más jóvenes ya se calzaron
los cortos y estudian táctica y estrategia o piden consejo a los más
experimentados.
En el terreno
periodístico y literario también la voz
femenina llega a la cancha. Hay programas conducidos o comentados por mujeres,
chicas que hacen vestuario y otras que ya pusieron sus botines en un terreno
que nos estaba vedado. Alcanzan dos ejemplos: Marina Zucchi homenajeó a su papá
recopilando la historia de 20 ídolos de Boca, desde el Chapa Suñé a Martín
Palermo en Desde el Alma que se presentó en la Feria del Libro. Y Mabel Pagano
recopiló 26 cuentos firmados por señoras y señoritas en un reciente texto que
tiene el sugestivo nombre de “Mujeres con pelotas” y lleva un prólogo de María
Rosa Lojo.
Por eso pido y me atrevo
a exigir un espacio en el sillón del living para seguir a Argentina en el
Mundial. El derecho constitucional de comentar las jugadas y de catalogar de
“pecho frío” al que prefiere no despeinarse. Años de sufrimiento y de pasión,
cientos de Raulitos, Gorda Matosas y Doñas Tota nos han ganado un lugar en la
cancha.
Por mí, de acuerdo con que tengas un lugar en un living futblero.
ResponderEliminarNo me gustan los estereotipos en que sólo los hombres pueden hablar de futbol. Porque en gran parte se cae en el peor resultado es el dos a cero, porque el que está perdiendo puede empatar. O si es mejor jugar bien o ganar...
De hecho, parece que estás muy informada sobre el futbol. Así que tenés razón.
Gracias, demiurgo. Preparo los trapos, entonces.
ResponderEliminarGracias, demiurgo. ¡Preparo los trapos, entonces!
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