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jueves, 20 de marzo de 2014

EL HOMBRE QUE ESCUCHABA A MICHAEL JACKSON, por Eva Marabotto, de Buenos Aires, Argentina


Cuentan que hace un par de años los vecinos de Boedo olvidaron por un tiempo sus preocupaciones y las vicisitudes de San Lorenzo, el club que los unía, y dedicaron buena parte de sus ratos libres a desentrañar el misterio del Renault 12.

            Nadie supo bien como surgió el dato. Quizás fue en la verdulería o en la cola del supermercado chino. Hay quien dice que empezó con un comentario en un grupo de jubilados que tomaba sol en la Plaza Martín Fierro. El caso es que en unas pocas semanas el barrio se pobló de anécdotas de un Renault 12 rojo que circulaba por la calle con los vidrios polarizados y los parlantes atronando música de la década del ´80.

            A veces pasaba por la mañana y dejaba oir algún tema de Aerosmith o Guns and Roses. O quizás llegaba al mediodía y contagiaba el ritmo de With or Whithout You en la voz de Bono o de la pegadiza Thriller de Michael Jackson. Hubo quien juró que escuchó a través de una mínima rendija de la ventanilla  una voz masculina cantando The Final Countdown de Europe. Y una peluquera de la calle Oruro creyó entrever detrás de los vidrios polarizados a un alma sensible que se deleitaba con la melancólica Time after Time de Cyndi Lauper.
            En principio a nadie le llamó la atención la anécdota y supusieron que el auto pertenecía a un joven que había explorado hasta el cansancio la colección de cassettes de su padre, o quizás de un treintañero que recordaba los hits de su infancia. Pero fue la obstinación con la que el conductor ocultaba su identidad lo que generó mayor intriga entre los que lo veían pasar.
            Por eso no faltó quien saliese a la vereda ansioso por ver pasar el auto y vislumbrar quién iba al volante. El mismo diariero de San Juan y 24 de Noviembre recibió el encargo de detener al Renault para ofrecerle algún diario y desentrañar el misterio de las características del conductor. La más interesada en verlo era la peluquera de Oruro, una treintañera romántica en busca de un amor de otra época.
            Durante varios meses los vecinos armaron una red que hubiese causado la envidia de cualquier comando militar. Los comerciantes se mantenían alerta y registraban cada paso del auto rojo por la esquina de su negocio, los diarieros asumieron el compromiso de detenerlo para espiar al conductor y la muchacha de la peluquería retomó su vicio del cigarrillo para pasar unos minutos de cada tarde en la vereda a la espera del Renault que la tenía ilusionada.
            Pero los intentos fueron vanos. Solo lograron ensordecer sus oídos con los temas de U 2 y Dire Strait.s. Cada mañana y cada tarde alguien veía al Renault de vidrios oscuros que recorría las calles de Boedo en marcha lenta como si buscase algo que se le hubiese perdido en alguna de esas veredas.
            Le tocó a la linda peluquera desentrañar el misterio. Llevaba semanas soñando con el hombre detrás del volante. Se había enamorado de él, sin conocerlo, sólo por oír los temas que elegía. El la había fascinado con Leonard Cohen y  la había seducido con Bonny Tyler. Pero ella sabía que él la había notado. Fue una tarde en la que pasó escuchando Rapsodia Bohemia y ella fumaba en la vereda y había ensayado algún pasito para acompañar los agudos de Freddy Mercury. Fue apenas un bocinazo a modo de saludo, y una mano que ensayó un hola, pero ella quedó convencida de que había empezado algo importante.
            Y sucedió una tarde de otoño, cuando el Renault 12 rojo se detuvo en la puerta de la peluquería y esta vez no hubo gestos del otro lado del vidrio sino una puerta que se abrió para dar paso a un hombre de barriga prominente  y ropa algo anticuada que llevaba el poco pelo que le quedaba peinado a lo Rod Stewart. No había apagado el motor del auto y de fondo sonaba “For ever young”. 

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