A mi hija, María Agustina
Buenos Aires, agosto de 2012
Estimados Señores Beatles:
Sé que algunos de Ustedes no pueden leerme y que a los otros, poco les va a interesar lo que escriba, pero tengo la necesidad de hacerlo. Una necesidad que no había tenido en mis 42 años de vida ya que ésta no es precisamente la carta de una de sus fans.
Prefiero dejar en claro, mis queridos señores, que jamás me gustó su música. Será que no nací dotada para los idiomas y prefiero que me cuenten historias en una lengua que pueda entender. Será que el pop se me hace pegadizo pero insustancial y para escuchar música ininteligible prefiero los potentes sonidos del metal o la elegancia y la melancolía del jazz.
Desde chica se me hicieron cómicos sus flequillos y sus trajes de época y jamás entendí las escenas de llantos y gritos en sus presentaciones. Mi padre recordaba el preciso momento en que, ginebra de por medio, un amigo le contó que en los Estados Unidos triunfaba un grupo de pelilargos con trajes grandes. Durante años relataba su perplejidad al ver y oír sus canciones.
Pero me casé con un beatlemaníaco que guarda como uno de sus mayores tesoros la remera hecha jirones que documenta el paso de Paul por la Argentina. Pósters, la colección completa de CDs y cada una de las compilaciones editadas, la mayoría de sus discos y decenas de cassettes con las cintas pegadas se integraron al paisaje cotidiano de nuestro hogar. De a poco también se sumaron libros de fotos, biografías, ensayos críticos, un cuento para chicos con dibujos de John y decenas de objetos de memorabilia.
Al principio pensé que lograría resistirme al furor de la banda de Sargent Pepper. Contrarresté con Elvis y sus mejores baladas, algo de rock nacional y mi adorado Joan Manuel Serrat. El objetivo siempre fue no ceder la plaza a la invasión de los cuatro de Liverpool. Sin embargo, a poco de vivir juntos, a mi amor le surgió una aliada. Y fue incluso antes de que la tuviese entre mis brazos.
Fue cuando un CD de versiones melosas para niños de sus grandes éxitos se reveló como el mejor modo de calmar las patadas del pececito inquieto que nadaba en mi vientre. Con auriculares a modo de cinturón la panza creció al compás de un xilofón que marcaba el ritmo de Hey Jude y Yesterday.
Se llamó María Agustina y ni bien pudo decidir por sí misma se enroló en la guerra en el bando de su padre. Entonces las odiosas canciones empezaron a sonar en estéreo en nuestra casa. Padre e hija a veces coincidían en largas sesiones rememorando sus temas favoritos.
Cuando cumplió 15 años, Agus despreció el tecno, el reggaeton y otros ritmos de moda y convirtió el salón en un concierto de los `60, donde sonaban sus canciones, la torta los tenía entronizados, y la gente accedía con un ticket que imitaba el del célebre Hollywood Bowl.
Fue así como mis dos amores aliados convirtieron mi vida en una comedia con la banda de Submarino Amarillo. Pero me mantuvo firme. Ninguno de sus temas ingresó a la memoria de mi computadora o mi celular y viví casi 20 años refractaria a sus estribillos pegadizos.
Hasta que Agustina se fue a Bariloche. Me había preparado para el viaje de egresados, suponía que nos haría madurar como familia. Pero se convirtió en una tortura de diez días sin sus comentarios certeros y su sonrisa cómplice, sin sus confesiones y sus reclamos de hija mayor. Y se me hicieron insoportables. Y recurrí a sus canciones para sentirme más cerca de ella. A tararear Love my do o recordar como parodiaba la letra de All you need is love en una tema de homenaje a su hermano Juan Manuel.
Estimados señores, ésta es una carta de capitulación. Están conmigo en este momento en que los necesito para no extrañar tanto a mi amor. Voy a agradecérselos inmensamente y a partir de hoy, tienen en mí a su fan número 1. Prometo aprenderme sus letras y recitar de memoria toda su discografía. Se lo ganaron.
¡Qué hermosa capitulación!...
ResponderEliminarExcelente relato.
Un gusto haber visitado el blog.
Juan.
Estimada Eva, me encantó!!!!!!!!!!!!!!!! Particularmente me gustó tu humildad con que aceptaste ampliar tu horizonte musical. En la vida siempre es bueno hacer algunos cambios, en especial cuando se trata de sumar y no de restar, y es superlativo cuando sumamos junto a los seres que amamos, porque nos trae algo nuevo para deleitarnos y compartir. Felicitaciones. Cariños. Laura Martinelli
ResponderEliminarGracias, Juan! Gracias, Lauri! Cierto, amplié mis gustos musicales, pero también como familia sumamos montones de temas que ya forman parte de nuestro acervo, de la "banda musical" de nuestra vida. Muchos de ellos son de los Beatles.
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