(Fragmento)
El hombre anda rígido sobre su caballo entre los pastizales. La noche de cara ajada lo cubre con un manto azulado y cálido. Se ve ansioso, su misión es importante: debe llevar una carta al gobernador de Buenos Aires del General Quiroga .Esto le crea la obligación de no distraerse y llegar rápido, como una saeta. Hace dos días que galopa a campo traviesa, esta cansado, apenas se detiene para dormir sobre la montura o en busca de agua....cuando encuentra.
Un poco de luz blanca cae frente a el marcando la dirección del norte, es la luna esa vieja conocida clavada en el horizonte. La extensión que lo rodea como una mancha amarilla es territorio de hombres fuertes y valientes como el: Lucindo Pereda, macho bien plantado desde que nació y dejo de arrastrarse por el piso, al crecer, trabajando de peón junto a sus padres y hermanos en los campos del hacendado Guerrero, tras alambrados, el arado, después en la lucha cuerpo a cuerpo como soldado contra los realistas mostrando como un era un criollo, de esos que se gastan la vida en cada acción. Ahora en las huestes de los federales para acabar con los mal paridos – unitarios -o "Caranchos" como los llama el restaurador......
Tiene ganas de fumar, tanto polvo de camino le seco la garganta, hace una parada, saca tabaco, lo observa que es muy bueno, ganado en buena ley al apostar contra otro soldado durante una riña de gallos, las otras noches....Mientras lo enciende, la soledad y el silencio se le descubren como una daga gigante y traidora capaz de hundirlo en una confianza mal sana. En su cavilación se siente parte de esta tierra, se sabe como ella profunda y vital. De tener una guitarra a mano entonaría unas estrofas en honor del paisaje, el humo se entremezcla con la claridad y forma vivos dibujos de estilo denso, casi develados. Sueña con los ojos abiertos….
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