Amo a los pueblos
que me rodean
-no sus Gobiernos-
Y como hija
nieta, bisnieta
de inmigrantes pioneros,
no me veo
como reza
en mi papeleo;
donde consta
y se subraya:
Que soy
Paraguaya.
Hoy, más que nunca,
Una ilusión mía
se trunca.
Yo que me sentía
perteneciente
a tanta gente:
A los pueblos,
mis vecinos
Brasileños,
Argentinos.
Los Bolivianos
y aun aquellos
de nuestras fronteras
mas lejanos:
Creí que todos
tan solo somos
una hermandad americana.
Pero basta que tan solo
la gerencia
de uno de los pueblos
quebrante
el mando,
mancillando
la regencia de su presidencia….
-la amistad de los pueblos
ya no cuenta-
Los gobiernos
americanos en un acto
se levantan,
formando un pacto.
En acalorados, patosos debates
desgarran
los endebles lazos
de la democracia.
Fingiendo ser justos
e infalibles
dan sus opiniones
insensibles
y se comportan como soldados:
¡Son centinelas no deseados!
Se respaldan en algún documento
en un momento
por todos firmado.
El poder gubernativo
del facineroso país altivo
es masacrado y juzgado
con insultos
e inculpación.
Y aquellos que en verdad
lo pagan
son el pueblo
y la nación.
La alevosa marrullería
desde siempre
lleva el rostro velado,
y los pueblos
que se creen hermanos,
están a merced
de su emboscada.
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