Rafael era un prestigioso Abogado de cuarenta y ocho años casado con María Marta, una chica de una conocida familia montevideana.
Había tenido tres hijos, que tenían veintiuno, veinte y dieciocho años.
Un Estudio en la Ciudad Vieja en compañía de Fernando -amigo de toda la vida- una casa en Carrasco, otra en Punta del Este, dos coches, vacaciones en Europa una vez al año y total armonía con la familia que adoraba, conformaban su vida de maravillas.
Además de tan plácido entorno, Rafael tenía una amante estable -Irene- parte importante de su vida y a quien mantenía... y alguna que otra secretaria que eventualmente estuviera de turno. Sin ninguna duda, era un padrillo siempre en celo.
-Pasá, Fernando -dijo Rafael-
-¿Estás muy ocupado? -preguntó sosteniendo aún el pestillo de la puerta-
-No, ya terminé con estos expedientes, lo demás lo sigo el lunes... sentate, me da la impresión que tenés algo que decirme...
-Sí, quería conversar contigo antes de irme.
-Bueno, le digo a las chicas que se vayan, tomamos algo y charlamos -levantó el interno- Susana, ya pueden retirarse todas, Fernando y yo no necesitamos nada más... sí, gracias, hasta el lunes.
-¡Ah!... antes que me olvide -dijo Fernando- lo de Gustavo López ya quedó resuelto, firmó él y la mujer y todo en paz.
-Me alegro, porque ese asunto venía mal -Rafael abrió una biblioteca, sacó una botella de whisky y dos vasos- hace días que te noto preocupado, pero no te quise preguntar porque sabía que ibas a hablar cuando tuvieras ganas...
-Nos conocemos bien...
-¿Te acordás en la secundaria, cuando tenías algún puterío con una gurisa y me venías a consultar?
-Sí, vos siempre fuiste más hábil para manejar a las mujeres, en cambio yo, toda la vida fui un turro...
-No es tan así, al final, te casaste con la más linda... ¡salud, Fernando!, ¡por las mujeres!
-¡Salud, Rafa!
-Bueno, ¿qué está pasando?, ¡largá!
-Siguen los problemas con mi mujer, pero lo que más bronca me da es que no es directamente con ella, es la madre que se mete en nuestras cosas y complica todo.
-Mirá, Fernando, vos lo que tenés que tener bien claro es que no hay que darle tanta pelota a los problemas de la casa, no te compliques con pavadas... conseguite una minita estable que te distraiga y dejá lo doméstico para tu mujer.
-Vos sabés que nunca pude ser como vos, a mí me gusta mi casa, me gusta la convivencia con mi mujer y la quiero mucho.
-Pará, Fernando, yo también quiero a mi mujer, y mucho más a mis hijos que pronto serán excelentes profesionales... ¡adoro a mi familia!
-Somos distintos... yo no podría irme hoy viernes a casa de Irene, quedarme hasta tarde y decirle a mi mujer que estuve cenando con amigos...
-Bueno, pero María Marta ya fue acostumbrada desde siempre a esta vida, para ella es normal. Además, yo no podría vivir de otra forma... me sacás las mujeres y ¡me ahogo!... ¿tomás otro?
-No, Rafa, gracias, ya me voy... hoy la llevo a comer afuera para estar un poco en paz.
-Bueno, vamos saliendo... espero que se te arreglen las cosas... y si no, ¡echás a la vieja!
Bajaron por el ascensor y al llegar a la planta baja el portero les abrió la puerta.
-Gracias, Pedro, buen fin de semana.
-Hasta el lunes, Doctores, gracias.
Se despidieron en la playa de estacionamiento. Rafael subió a su flamante coche y se dirigió al Parque Rodó. En Veintiuno de setiembre y Bulevar Artigas se detuvo, caminó hacia un edificio, subió hasta el quinto piso en el ascensor, usó su llave y entró al coqueto departamento. Era pequeño, finamente decorado y con una hermosa vista al parque.
-¿Cómo estás, mi amor? -dijo Irene mientras lo abrazaba cariñosamente y le daba un beso-
Era una mujer de unos treinta y cinco años, muy hermosa, inteligente y con mucha experiencia para obtener lo que quería. Con calma y mucho cariño iba tejiendo sus planes, que siempre llegaban a buen final. Hacía diez años que era su amante.
-Te hice tu plato favorito: pescado al horno con salsa.
-¡Humm! -dijo Rafael quitándose el saco- ¡qué rico!
-¿Querés quedarte en la cocina o vamos al living?
-Nos quedamos acá...
-Bueno, te sirvo un whisky y te cuento las últimas novedades.
Hacía tiempo que le había pedido a Rafael que tuvieran un hijo, pero él se negaba, o simplemente no quería hablar del asunto, hasta que llegó el día en que -al fin- aceptó el desafío, temiendo que un día Irene dijera “¡basta!”.
Llevaban tres meses en la búsqueda de un embarazo que no llegaba.
-Tengo el resultado de mis análisis y está todo en orden, es decir que no tengo ningún problema... el médico está a la espera de que tú te hagas un chequeo...
-¿Para qué me voy a hacer estudios si estoy perfectamente bien?... tengo tres hermosos hijos, ¿te parece poco?
-Bueno, no te pongas nervioso, si no querés, no te los hagas... aunque me gustaría que complacieras al ginecólogo... él cree que sos mi marido... ¡no le voy a decir que sos mi amante!... si te hicieras el chequeo aunque no lo precises, me dejarías bien con el médico, y no como una puta barata... ¿qué te cuesta?
-Está bien, está bien, te voy a complacer... ¡no empieces con ese vocabulario ordinario...!
-¡Sos un amor!, vas el lunes a la clínica... y ¡santas pascuas!... tomate el whisky y vamos a la cama que te hago unos masajes porque estás muy tenso, ¡sí?
-Me parece lo mejor.
El jueves de la semana siguiente a la salida del Estudio, Rafael va a la clínica en busca del resultado de sus análisis.
-Adelante, señor -dijo la recepcionista- el Doctor lo espera en su consultorio.
-Buenas tardes, señor -dijo el médico- tome asiento, por favor.
-Buenas tardes.
-Bueno -dijo con rostro preocupado- tengo el resultado de sus estudios...
A esta altura, Rafael se sentía incómodo.
-Supongo que está todo en orden...
-Lamentablemente, debo decirle que sus espermas nunca fueron capaces de procrear.
-¿Cómo?
-No se preocupe, mi amigo, hoy todo tiene solución... usted debe haber tenido paperas de chico, o alguna otra infección infantil...
-Sí, tuve paperas a los diez años... pe... pero... yo...
Quiso decir que tenía tres hijos pero no pudo. Su majestuosa vanidad machista acumulada a través de toda su vida se había derrumbado en un segundo. Ya no era nada, había dejado de existir en el mismo momento de la revelación.
-No se ponga nervioso que esto se soluciona en pocos meses... con un tratamiento adecuado usted va a estar en condiciones de ser padre cuantas veces quiera. Venga por acá cuando se decida, le hacemos unos exámenes más profundos y empezamos el tratamiento, ¿de acuerdo?
-Sí... sí... gracias, Doctor.
-Cariños a su esposa.
El viernes de mañana lo encontraron muerto en su despacho. Se había pegado un tiro en la cabeza.
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