En el ’45 lo fusilaron como traidor.
Sin ningún sustento, su viuda Mucadesa se quedó con tres hijos. A Nezir, el mayor, cuando tenía diecisiete años le trajo a una tal Neyra, sana y trabajadora, que pronto brotó y lució un vientre prometedor al año de casarse.
Precisamente en esa época Nezir cayó enfermo, postrado en el lecho, se secó como una rama y se fue como si nunca hubiera sido.
Detrás de Nezir quedaron su madre Mucadesa, el hermano Osmán de quince años, el hermano Beyto de siete, y la Neyra con su vientre, que cuando lo sacaban a Nezir de la casa se puso a gemir: “Y yo que llevo tu hijo en mis entrañas, Nezir, y tú, que te me has ido... pobre de mí, qué voy a hacer ahora.”
Cincuenta y dos días después del fallecimiento de Nezir, su madre rezó una dova, se endeudó para pagar a cuatro sacerdotes musulmanes, cuatro hodže, y así conmemorar su muerte según el rito ancestral. A la desconsolada Neyra, con el vientre hasta los dientes, la suegra le dijo que la hembra sin macho no puede, y que el hijo de Nezir no tenía que quedarse huérfano.
“Esta noche, hada, te acostarás con Osmán. Ya está crecido, pronto tendrá dieciséis, y parece como si tuviera veinte. Él será un padre y un amigo para el niño”, díjole la suegra a Neyra.
“Sangre turbia”, gritaban las mujeres por la aldea y los hombres por las tabernas, “un hermano yace en la tumba y el otro le cabalga la mujer y monta al hijo del finado”.
“¿Para qué hacer del niño un huérfano, cuando puede permanecer en su hogar”, decía la suegra de Neyra, la madre de Nezir, la madre de Osmán y la de Beyto, de siete añitos traviesos.
“Neyra se secó las lagrimas”, rumoreaba la aldea, “su hombre todavía no se ha enfriado, y ella ya lo calienta al yerno”.
De la noche a la mañana, Osmán se hizo todo un hombre, los bigotes empezaron a aflorar en su rostro, la voz se le puso viril. En efecto, Neyra dejó de llorar, estaba en estado de gracia, esperaba su primer retoño, hasta el alba besaba al yerno y al macho, le mordisqueaba el cuello. Osmán pone la mano en su vientre y siente que su sobrino ya se mueve.
Neyra trabaja, su vientre le llega hasta los dientes; sin embargo, logra llevar a cabo todas las faenas cotidianas, logra cumplir con todos, no permite que caiga ni una pizca de polvo o que algo quede sucio. Su tez ha cobrado un matiz rosado, tiene las piernas infladas, sus pechos están a punto de saltar por debajo de la blusa.
El pequeñín Beyto la observa, traspasa corriendo el recinto y se sienta en la falda de su madre Macadesa. Entonces le pregunta: “Mamá, ¿y cuándo se va a morir Osmán, para que yo me case?”
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Nota sobre el autor:
Enes Halilovich (Enes Haliloviæ), narrador, poeta, autor dramático, abogado y periodista, nació en 1977 en la ciudad de Novi Pazar, al sur de Serbia. Colabora con varios diarios de Belgrado y con la Radio Europa Libre. Es redactor en jefe de la revista literaria Sent. Su narrativa, comparable al efecto benefactor de ciertas hierbas amargas, despoja de todo elemento superfluo el enfoque del individuo y sus frustraciones dentro del grupo, que en este caso está compuesto por los habitantes de aldeas que parecerían haber sido cortadas del espacio y del tiempo, tal como su parte Woody Allen, por encima del cotidiano ruido mundanal, se muere por dentro preguntándose si poner un disco de Vivaldi o uno de jazz para recibir a la nueva novia que, sin embargo, ya no llegará más, porque se quedó atrancada en el ascensor del último piso de un rascacielos, o porque intuyó que la próxima película del famoso director ya no lograría el éxito de antes, a pesar de tanto despliegue de sicología en clave acerca del enajenamiento humano. Ambientados en el paisaje agreste de una región esencialmente rural en el sur de Serbia, donde se encuentran varios de sus monasterios ortodoxos medievales, y donde gran parte de la población profesa la religión musulmana, los relatos de Enes Halilovich ofrecen en realidad una estructura ultra urbana que podría ser considerada como el aporte más valioso del posmodernismo aplicado con auténtico espíritu creador, a la vez que con su léxico y su contenido conllevan un contrapunto local y añejo, así como una sabiduría casi bíblica. El presente relato ha sido extraído del libro titulado “Los descendientes de los pretendientes rechazados” (Potomci odbijenih prosaca, Rad, Beograd, 2004). (Traducción del serbio y nota sobre el autor: Silvia Monrós de Stojakoviæ).
Excelente relato que nos muestra situaciones en culturas diferentes!
ResponderEliminarMuy cierto lo que dices Sayama. Este blog habitualmente no publica de otros países iberoamericanos, pero nos pareció tan excelente el cuento y tan bien traducido, que no hemos tenido más remedio que "rendirnos ante la excelencia".
ResponderEliminarUn gran abrazo y gracias por leernos
Eva y Carlos. Editores de "Todas las Artes"