Localicé
el ocaso del día en mí,
creyendo
ver tu sonrisa en la bruma,
evolución
del silencio en frescura,
cual
tesis desleal de mis sentidos.
Perduras,
el olvido aún no erosiona,
te
sumerges y emerges en las aguas,
cristalinas
aguas de voluptuoso oleaje,
donde
Poseidón no reina, sólo mi mente.
¿Fue
la seducción mi soledad?
no,
creerías que profané la necedad,
fueron
tus labios con reminiscencia a Mar,
néctar
divino que incendió a mi alma.
Lapso,
detente impertinencia burda,
monólogo
destructivo de mi ser,
agitarás
el recuerdo hasta agotar la luz,
al
resucitar tus labios estos versos.
Contemplé
el respirar de la noche en mí,
creyendo
ver tus ojos en la penumbra,
cristalizó
el resplandor de la tiniebla,
ofrenda
mortal, en la Bahía
del Adiós.-
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