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martes, 8 de abril de 2014

NO ME ESCRIBAS LA PARED, SÓLO QUIERO ESTAR ENTRE TU PIEL, por Malena Lorenzo, de Buenos Aires, Argentina

A Paula,

Decidí plasmar mi vida en ella porque supe que nunca la compartiría con nadie. En realidad, llegué una tarde a casa borracha y sentí el impulso de escribir aquella frase que me quemaba la cabeza, canción que jamás debería haber escuchado, letras que no me dejaban más remedio que abrir los ojos y aceptar que por amor no llegaría a ningún lado. Allí estaba ella, la pared de mi cuarto. Y en el centro entre líneas torcidas: “love is just a waste of time”.

Si bien al día siguiente uno se arrepiente de las decisiones ridículas que toma ebrio, la pared ya estaba rayada, y, pensándolo bien, no quedaba tan mal. Además, ¿quién más que ella para contar lo que me pasa? Es testigo de todas mis noches: aquellas en las que me desarmo del dolor que me causa esta soledad, en las que lo sueño una y otra vez, o cuando, con suerte, se digna a venir y darme un poco de su amor. Entonces decidí continuar, la escribí durante tardes enteras.
Al salir de las estructuras establecidas, atreviéndome a dañar con marcas indelebles las paredes que mi madre tanto cuidaba, sentí que mi vida se parecía cada vez más a lo que quería ser. Me sentí yo por primera vez. Había comenzado a escribir mi propia historia.
Frases como: “Desde que te perdí, se están enamorando todas de mí” o “It’s so much better without you”, delataban los intentos de auto convicción por los que pasé, las veces que le juré no volver a caer en caso de que él volviera por más, intentos en los que, obviamente, le fallé. Otras me pintaban enojada, enamorada, triste y hasta desconectada del mundo. Mientras escribía, ella se reía. No sé si el fibrón le hacía cosquillas o si era un gesto de picardía al entender el por qué de cada cosa. Y si fueron las cosquillas, debo admitir que se las bancó como una reina.
La cama me pidió en un tono celoso que le diera un lugar en esa historia. Me conmovió y supe que tenía razón en hacerme tal planteo, dado que sin ella todo hubiera sido distinto. Orgullosa de haber soñado y vivido cada alegría y tristeza en ella, empecé a colgar en su respaldo objetos protagonistas de cada capítulo: collares que me han obsequiado amantes, pulseras que he compartido con amigas que hice y deshice en el camino y hasta otros más simples como hojas de árboles o papeles de caramelos que marcaban algún día en especial. Sobre la pared que da contra su cabecera, escribí una frase en manuscrita que la hacía mi refugio y en la que le prometía no olvidar jamás todo lo que me dio.
Toda mi habitación guardaba piezas de mi identidad, solo bastó sacarlas a la luz para que fueran el comienzo de una historia. Desde ese momento me siento alguien y no tengo miedo a los obstáculos que la vida me pueda llegar a presentar.

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