A Paula,
Decidí
plasmar mi vida en ella porque supe que nunca la compartiría con nadie. En
realidad, llegué una tarde a casa borracha y sentí el impulso de escribir
aquella frase que me quemaba la cabeza, canción que jamás debería haber
escuchado, letras que no me dejaban más remedio que abrir los ojos y aceptar
que por amor no llegaría a ningún lado. Allí estaba ella, la pared de mi
cuarto. Y en el centro entre líneas torcidas: “love is just a waste of time”.
Si bien al día siguiente uno se arrepiente de las
decisiones ridículas que toma ebrio, la pared ya estaba rayada, y, pensándolo
bien, no quedaba tan mal. Además, ¿quién más que ella para contar lo que me
pasa? Es testigo de todas mis noches: aquellas en las que me desarmo del dolor
que me causa esta soledad, en las que lo sueño una y otra vez, o cuando, con
suerte, se digna a venir y darme un poco de su amor. Entonces decidí continuar,
la escribí durante tardes enteras.
Al salir de las estructuras establecidas, atreviéndome
a dañar con marcas indelebles las paredes que mi madre tanto cuidaba, sentí que
mi vida se parecía cada vez más a lo que quería ser. Me sentí yo por primera
vez. Había comenzado a escribir mi propia historia.
Frases como: “Desde que te perdí, se están enamorando
todas de mí” o “It’s so much better without you”, delataban los intentos de
auto convicción por los que pasé, las veces que le juré no volver a caer en
caso de que él volviera por más, intentos en los que, obviamente, le fallé.
Otras me pintaban enojada, enamorada, triste y hasta desconectada del mundo.
Mientras escribía, ella se reía. No sé si el fibrón le hacía cosquillas o si
era un gesto de picardía al entender el por qué de cada cosa. Y si fueron las
cosquillas, debo admitir que se las bancó como una reina.
La cama me pidió en un tono celoso que le diera un
lugar en esa historia. Me conmovió y supe que tenía razón en hacerme tal
planteo, dado que sin ella todo hubiera sido distinto. Orgullosa de haber
soñado y vivido cada alegría y tristeza en ella, empecé a colgar en su respaldo
objetos protagonistas de cada capítulo: collares que me han obsequiado amantes,
pulseras que he compartido con amigas que hice y deshice en el camino y hasta
otros más simples como hojas de árboles o papeles de caramelos que marcaban
algún día en especial. Sobre la pared que da contra su cabecera, escribí una
frase en manuscrita que la hacía mi refugio y en la que le prometía no olvidar
jamás todo lo que me dio.
Toda mi habitación guardaba piezas de mi identidad,
solo bastó sacarlas a la luz para que fueran el comienzo de una historia. Desde
ese momento me siento alguien y no tengo miedo a los obstáculos que la vida me
pueda llegar a presentar.
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