Esto ocurrió en La Pastora , hace tanto tiempo que no recuerdo con
precisión el año, sacando la cuenta debió haber sido en los primeros años del
bachillerato. Fue un momento extraordinario, no tanto por los cambios en el
sistema de enseñanza y las nuevas asignaturas, sino por todos aquellos eventos
que estaban ocurriendo en mi naturaleza. No sólo era la parte física, eso que
llamamos materia: huesos, músculos, efluvios…
era aquello que no se toca, no se ve y está más allá del pensamiento y
las emociones, digámosle lo intangible.
En ese océano está el conocimiento y la información, para no hablar de
cosas más profundas como el espíritu y el alma.
¿Usted es publicista? -Me preguntó uno de los morochos.
Le respondí de inmediato, en ese
instante pensé en la edad, cómo podía ser periodista si apenas tenía catorce
años. Hay historias que cuentan de
hombres que empezaron muy temprano a realizar oficios. Recuerdo que mi padre decía que a esa edad ya
trabajaba cuidando pájaros en Sanare y Quíbor.
No soy publicista –dije
Los hermanos eran gemelos, conocidos
de Osvaldo Vigas, se parecían tanto que no podíamos distinguirlos. Siempre
andaban juntos y si uno hablaba el otro estaba allí como asintiendo, atento a
cualquier yerro. Uno podría pensar que eran taxidermistas, agrimensores,
linotipistas, hacedores de una labor antigua que requería conocimiento y mucha
precisión. Pequeños, calvos, muy
afables, ambos usaban lentes y en aquellas monturas pegadas con cinta plástica podían
apreciarse ciertas diferencias, aunque saber quién era uno y quién el otro tal
vez no tenía mayor importancia. Ancianos, cargados de vida, fueron las razones
que me condujeron a tal acercamiento.
Era cierto, aquel encuentro parecía
una entrevista y ellos, amables y respetuosos, respondían sin aprehensiones.
Eso fue en la Pastora ,
en la ciudad de Valencia mientras mi madre visitaba a su tía Carmen. Pocos años
después de esa tertulia ocurrió lo del periódico panfletario hecho a multígrafo.
Fueron cambios muy rápidos, no nos habíamos bajado del caballo cuando nos
mudamos del pueblo a la ciudad y las costumbres, los hábitos... nos vimos envueltos en esa vorágine que pudimos
contener a tiempo. Nada extraño pasó
porque la mayoría de los ochenta mil habitantes de la urbanización, luego la
cifra pasó a doscientos mil, eran iguales a nosotros. El liceo, gracias a Dios,
siguió siendo el mismo donde nos habíamos iniciado, lo habían mudado del centro
de la ciudad en la parroquia Catedral para la nueva urbanización, construida en
el sitio de La
Isabelica. El Enrique Bernardo Núñez, nombre de un insigne
escritor carabobeño, nos quedó a dos
cuadras del apartamento.
Así las cosas los viejos se
divorciaron, uno de mis hermanos se casó, mataron a Pablo, Dante, nuestro perro
y mascota, se lo llevó el olvido y la tristeza.
En ese lapso formamos el grupo cultural y publicamos el órgano
informativo: “Nueva Visión”, el instrumento perfecto para protestar, decir algo
y abrazar ideas libertarias. Era una publicación “hecha a mano” con un
Gestetner importado y tenía un fin político. Queríamos crear conciencia, como
decía Paulo Freire, y para ello hacíamos reuniones todas las noches, luego
pasamos a los círculos de estudio. Los eternos calentadores de pupitres, ya viejones,
aquellos que duraban veinte años para graduarse, de las Residencias Tercer
Mundo, nos querían ganar para sus fines,
necesitaban cuadros para hacer la transformación que requería el país y
nosotros éramos los propios, los contestatarios. Nos sentíamos revolucionarios,
por eso cuando llegamos a la universidad no creíamos en cuentos, allí nos
encontramos con socialistas, comunistas, nihilistas, turistas… Había de todo en aquel zoológico de grupos
políticos y fanáticos; recuerdo a un alborotador, Alberto, fundador de un
partido obrerista llamado TERS (Tendencia Estudiantil Revolucionaria
Socialista) quien decía ser trotkista y con los años –ahora en tiempos de
Chávez- se convirtió en opositor derechista. En una clase de historia se nos
ocurrió decir que lo nuestro, la opción válida, era crear un socialismo a la
venezolana; Alberto me refutó y al increparme dijo que yo era un masista
trasnochado, que ese era un partido reaccionario. El tiempo le dio la razón en parte, el MAS no
sólo se fue para la derecha sino que en ese salto se llevó lo más granado del
pensamiento de izquierda para ese momento; y Alberto dio un brinco tan grande
que todavía lo ven volar por las frondas de los mangos de aquella escuela
ingrata. Siempre fue un pequeño burgués.
El periodiquito fue como una ventana
que se nos abrió para entrar al mundo, en el primer número destacábamos los
titulares y algunas imágenes tomadas de la Bohemia y Cuba Internacional. Por cierto que
eventualmente nos enviaban afiches y calendarios con las imágenes de los héroes
de la revolución. Allí publicamos denuncias
acerca de la guerra de Vietnam y el genocidio de Nixon. Otros titulares más
abajo señalaban las manifestaciones y los estudiantes muertos en pleno gobierno
del Doctor Caldera. Al final de su mandato llegaron a pasar de cuarenta, de eso
la derecha no recuerda y no dice nada. Ahora se quejan y hacen huelgas de
hambre si los miran feos. Los primeros poemas aparecían publicados en las
últimas páginas. Ese fue el momento del inicio en el periodismo, y lo decimos
porque a los meses fuimos invitados a una reunión con el Movimiento Prensa
Libre, de la mano de Pedro Manuel Vásquez, quien era nuestro amigo y mentor. Él
que había estado preso en Guasina, fue tomado como personaje central de la
novela testimonial de José Vicente Abreu, se llamaba SN; luego fue diputado y
mucho después (había estado en Moscú) le fue concedido el premio nacional de
periodismo mención opinión. Bueno él tenía su madre viva allí en La Isabelica , Doña Micaela
Vásquez, de modo que cada vez que él venía de Caracas para ver a su vieja, -ella
había cruzado el Orinoco en una canoa para ver a su hijo y gracias a esa hazaña
se convirtió en símbolo y en la madre de todos los guasineros- aprovechábamos
la oportunidad para escuchar sus historias. De boca de él nos enteramos de la
vida de Guillermo García Bustamante, el autor de la canción “Escríbeme” que
interpretó con gran acierto Alfredo Sadel.
De aquel largo poema que le
gustaba tanto declamar: canto a Marina Blade, y alguno que otro de Andrés Eloy
Blanco. De aquella reunión del MPL donde asistimos tres miembros del Grupo
Cultural Isabelica salimos a recorrer las calles de San Blas, la parroquia. Héctor Cipriano Villalobos, periodista amigo
de Pedro Manuel, igual que J.M Villarroel París, nos llevó a comer comida árabe cerca del
puente Morillo… con los años cayó en desgracia y se convirtió en una crápula;
qué dolor nos produjo verlo desdentado, sucio, harapiento por los lados del
Palacio de Gobierno con una botella de Cocuy como su más preciado título en la
mano derecha. Para aquellos momentos la poesía que leíamos era la del
Repertorio Poético de Luís Edgardo Ramírez y andábamos escribiendo versos en
agendas como las que usaba Luís Palencia, uno de los nuestros, el más viejo de
todos, su padre había sido militante del partido comunista en los cincuenta.
De esa experiencia con el periódico
hecho a multígrafo nos quedó la amistad y ciertas relaciones. Creo recordar en
aquella reunión en los terrenos del cuerpo de bomberos de la Universidad de
Carabobo, la presencia de Eleazar Díaz Rangel, quien ya era un destacado
gremialista y defensor de la libertad de expresión. Mucha gente quiso acercarse
a nosotros porque hacíamos cosas. Un día estábamos montando un cine foro, para
crear conciencia, y otro día teatro callejero. Más por intuición que por
formación y claridad política. Leíamos con avidez y eso era lo más importante.
Hasta los curas de Maryknoll (Catholic Foreing Mission Society of América) se
acercaron a nosotros pero siempre desconfiamos de ellos, no porque fueran de la CIA , sino por gringos. Antes
de ingresar a la universidad pasamos por el diario Hora Cero y allí conseguí un
trabajito como corrector, esa experiencia nos serviría con el tiempo y
afianzaría una recóndita afición por las letras.
En la Escuela , antes de ser Facultad,
estuvimos involucrados en una experiencia parecida, un encarte político que se
llamó “El Pasquín”, lo dirigía un joven brillante, tanto que no supo qué hacer
con su inteligencia y se convirtió en delincuente. A tiempo me salí de aquel
grupito de muchachos y muchachas de bien, como se decía entonces. Se llamaba igual
que el personaje de la mitología griega, el raptor de Helena. Llevado por la
avaricia y el amor al dinero estuvo estafando con unos terrenos hasta que cayó
preso, al salir de la cárcel regresó arrepentido a las fechorías, decía que
había estado estudiando en Canadá -no decía que estuvo pagando cana- y hasta le
creímos; cambió el modus operandi y se convirtió en organista de una iglesia. Guiado
por la devoción y el arrepentimiento engatusó a los feligreses quitándoles,
poco a poco, bienes, casas y fortunas. ¡Esas
cosas pasan!
La inteligencia debe ir acompañada
de valores sobre todo cuando coincide con personalidades psicopáticas, y al
decir esto pienso en el error -digo- de no haber estudiado psicología clínica
que era lo que nos gustaba. Tanto es así que nuestro primer artículo en la
prensa regional se llamó: “De Fobias, Manías y Obsesiones”; una respuesta a un
fanfarrón que dictó una charla sobre la familia a docentes de Escuelas Básicas
y decía, entre otras joyas, que si una pareja no tenía como fin casarse y tener
hijos, eran un par de sinvergüenzas. Eso cayó muy mal, pensaba en nuestras
abuelas y los millones de personas que no se casan. El tipo había estado en el
seminario y pertenecía al Opus Dei, era probablemente misógino y anduvo por
años destilando su veneno, por suerte no fui su alumno cuando daba clases. Le dije en ese artículo hasta del mal que se
iba a morir.
Ya graduado incursionamos en el
teatro, la radio y la fotografía;
experiencias que se cruzan y se mezclan, difícil separarlas. Después de
probar con las tablas como decía Homero Montes, se nos ocurrió realizar el
sueño de los días de colaborador con el grupo “Talión” de Valencia, éste no era
otro que editar una revista. Gárgola, arte y literatura. Creo que no nos
equivocamos, fue una buena experiencia, aunque salieron sólo dos números ello
nos permitió incursionar más adelante en los vericuetos de las ediciones e
ingresar con delectación en ese mundo de las publicaciones. Un nigromante
incorporado así nos lo informó, entonces
entendimos por qué el que había
nacido para martillo del cielo le caían los clavos.
Antes de ingresar como redactor al
semanario de humor “El Muérgano”, nos tocó coordinar en El Zuliano la página
literaria: “La Foja ”,
allí escribimos, cobramos y nos dimos el
vuelto un grupo de amigos. Al poco tiempo decidimos tener un espacio en la
radio, un programa donde pidiéramos decir lo que nos diera la gana y así lo hicimos.
“Del Tiempo y la Gracia ”,
una hora por mágico mundo de la palabra y la música, decía el epígrafe. Éramos al comienzo un pequeño comité, lo tuvimos por tres años y en ese lapso
entrevistamos a pintores, escritores, educadores, políticos, músicos; en aquel
espacio nos acompañó por un tiempo una amiga que tenía muy buen timbre, me
gustaba y nos divertíamos un mundo. Porque
la idea era crear esa sensación de coqueteo constante para que el oyente
disfrutara y creara fantasías con la música, lo demás lo hacía la imaginación.
Un día nos llamó el amigo José
“Cheo” González, el popular Sapo, para que lo ayudáramos con el tabloide del
Instituto para la
Conservación del Lago de Maracaibo, (ICLAM) y a los pocos
días tenía su artículo. Una investigación que habíamos hecho sobre los Barí, la Sierra de Perijá, y el
problema de la contaminación y la depredación del ambiente. Ello fue suficiente
para que nos pidiera en comisión de servicio, se trataba de la nueva oficina de
prensa que abría la
Secretaría de Educación del estado y allá fuimos a parar,
paralelamente manteníamos una columna en la prensa regional llamada “La Casa del Sol”, nombre que
después utilizamos para una fundación y pudimos publicar varios libros y una
revista a los amigos de la causa. Nada del otro mundo, el dinero que llegaba
del CONAC era tan poco que apenas pudimos realizar dos eventos importantes, el
resto del tiempo se nos iba en llenar formularios, aquellos engorrosos requisitos
administrativos que nos alejaron de los subsidios.
Pensé en lo que hacíamos y nos
convencimos de estudiar Comunicación Social para no entrar en discrepancias con
el gremio y en el fondo porque nos gustaba la idea de ser periodistas graduados.
Que alguna vaca sagrada dijera que estábamos ejerciendo ilegalmente la profesión,
usurpando un oficio, era lo que menos nos importaba. En la práctica era un todero
haciendo de reportero gráfico, redactor, corrector de estilo y hasta de
celestino de mis amistades. Entonces nos inscribimos en la UNICA , nos pareció lo más
lógico, desde el primer momento nos sentimos identificados con la
profesión. Escribíamos por aquí,
colaborábamos por allá y para arrechera de las periodistas de Frondas, la
publicación de la oficina de prensa, sus escritos pasaban por nuestras manos y
nos avergüenza decirlo, aquello era un montón de gazapos y errores de todo
tipo. Había honrosas excepciones. No
teníamos la culpa, tuvimos buenos maestros, profesores que insistían en eso de
escribir bien y sin errores ortográficos, además siempre nos gustó leer. La unión de las consonantes con las vocales
produciendo fonemas y así hasta los confines de los sintagmas para producir la
sintaxis.
Quien que haya leído a Quevedo y al
autor del Diablo Cojuelo no podrá olvidar el goce por las palabras. Cómo no
apreciar la extraordinaria función del diccionario y el uso de los signos de
puntuación, cómo olvidarnos de la conjugación de los verbos y la terrible
experiencia con aquel miserable que nos
hizo repetir mil veces modos y tiempos de verbos irregulares, por esa vía infinita
de la descalificación humillante. Haber, erguir, ir, ser… carajo, cuántas
formas de decir, cuántas palabras. En el
fondo debería estar agradecido, ¡ay, Alonso Martínez!, lo ocurrido fue aquello
que los psicólogos y educadores conocen como incentivo negativo, suele ser efectivo pero muy peligroso porque
una persona débil -no todo el mundo tiene que ser fuerte- se hunde y es presa fácil de las
depresiones. Del abatimiento hacia
adelante no hay nada bueno, es un camino tortuoso que puede culminar en
desgracias. Como dicen ahora, una
persona con la autoestima baja no soporta una burla, una chanza y por eso hay
que tener cuidado con sujetos en situación crónica, pueden reaccionar de forma
violenta, es un mecanismo de defensa y nada más.
Estaba encaminado a convertirme en
periodista, sólo tenía que cursar materias y presentar los exámenes de rigor.
Era un régimen especial para profesionales del medio, la escolaridad se
realizaba los fines de semana y básicamente se traba de estar presentando
exámenes y realizando trabajos escritos. Allí encontré columnistas, locutores, animadores
y otros compañeros en el ramo de la comunicación.
¿Qué estás haciendo aquí? -Me preguntó Mildred Delgado cuando me vio
con una agenda y aquella cara de yo no fui.
Nada, camarada, vine a sacar el título.
En efecto sólo se trataba de
adquirir una credencial y estaba
convencido, no iba a obtener otra cosa
que -como decían mis amigos en los años
setenta- un rango que te da un valor en el mercado de trabajo. Eso fue lo que hice desde el primer sábado, ir
en busca de un papel. Había mucha gente adulta y con años de experiencia,
llegaban con grabadoras y tremendos maletines. Esto se ponía interesante,
éramos más de sesenta y la mayoría venía de la radio. La televisión regional era
incipiente y de seguro los del canal de la paloma, Niños Cantores, no se iban a reunir con el perraje. Qué dicen
los perifoneadores en su día, dónde está el gremio y el club que los agrupa,
existe algún sindicato que no sea aquel de radio, teatro, cine, TV, afines,
conexos y similares. Me imaginaba el circo y los malabaristas, los marioneteros
y los saltimbanquis juntos libando cerveza celebrando el día. Ahora reunidos en
un salón de clases para convertirnos gracias a la academia en comunicadores
sociales; horas pasé en Radiolandia escogiendo la música, grabando cuñas para
el programa, Del Tiempo y la
Gracia , una hora por el mágico mundo de la palabra y… a mi
lado la bella Laila, vestida hoy con una
falda vaporosa, sin mangas, flores y su colonia Menen para niños en esta mañana
espléndida. Muy buenos días tengan todos,
les saluda el 12.388…
¡Buenos días, Laila!, qué dice hoy
tu corazón, cuales son las señales del cosmos, qué dicen las runas, las
mancias. -Ella reía como una modelo y locutora entrenada para causar un efecto
dulce en el oyente.
Las primeras entrevistas las hacía
Cheo porque él si era periodista y uno respetaba aquella “prohibición” pero
después de tres o cuatro programas nos olvidamos de la autocensura. Total,
nadie con dos dedos de frente tendría la osadía de querer imitar a ese
charlatán estrella de NCTV; el mal gusto y la mediocridad se instalaría en
todos los medios para vergüenza de la profesión. En conclusión decidimos
graduarnos para no ser ilegales y estando en el primer semestre de aquel
régimen especial me entró una insufrible sensación. Fue que se me instaló en el
alma un viento frío, una nube gris. Cheo se retiró del programa y nos quedamos
ella y yo, conseguimos patrocinio y al año siguiente estábamos en la emisora de
la universidad, mucho más cónsona con el estilo. Lo bueno de todo aquello fue
que los programas, la gran mayoría, quedaron grabados y después de veinte años
son una prueba, un registro histórico.
Lo intentamos pero regalarle los
sábados a la academia nos resultaba harto difícil, ya habíamos adquirido los
hábitos aventureros de la pesca y los viajes a los municipios foráneos. Era
como retroceder en el tiempo. ¡Bueno!,
auque suene pedante decirlo, estábamos más para dar clases que para recibirlas,
y menos escuchando las disertaciones nerviosas de aquellos docentes recién
graduados. Algo tenía que hacer, estábamos ejerciendo la profesión de
periodistas sin serlo. Un brillante docente de LUZ nos lo espetó, casi nos
llama impostores. Fue entonces cuando se nos ocurrió el plan B, nos fuimos para
el carajo y abandonamos todo intento de graduarnos como periodistas. Para no frustrarme estuve sacando crucigramas
y recogiendo latas por años; convencí a
mi hijo mayor Luís Ricardo para que se graduara de una vez por todas de comunicador
social, y en una especie de proyección de la conciencia, sería periodista a través
de él. Luego, continuaría siendo lo que
soy.
Creo que estuvo bien, estudié lo que
tenía más cerca y hoy vivo jubilado de una carrera que me permitió escribir cuanto
quise. En este sentido siempre recordaré
con agrado la “entrevista” a los gemelos de La Pastora. ¡Publicista!
Todavía sigo creyendo que hay que
crear conciencia en las masas y que la educación para la libertad es el camino.
Periodista cada vez que quiero y ahora lo hago por Internet. Lo mejor es que también escribo para joder el
parque.
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