Portada: Monumento 11-M (cortesía José Luis Ayuso)
III
No se equivocan los que afirman que el verano pone nervioso al barrio de Jamaa Al Mezuak. De una gran sensibilidad marina, como el resto de los tetuaníes de pura cepa, sus habitantes viven junio, julio, agosto y parte de septiembre con la mirada fija en la vecinas Martil....Cabo Negro o M’diq, viviendo al compás del retorno para las vacaciones de los afincados en el extranjero y sus, casi siempre lujosos vehículos y algunos incluso con sus « novias » rubias y a menudo altas que recordaban a los parados de la región que al otro lado del Estrecho aún había vida. El Cuando se evocaban « los buenos tiempos » se mostraba amnésico, como si el pasado le daba vértigos y como si expresara el deseo de permanecer pasmosamente inmóvil en el presente, sin referencias ni solvencias, como si trazara una nueva vía con un nuevo rebaño del que no quería, por nada del mundo, descarriarse. No se disfrazaba en nadie ni en nada para tapar los oídos ante lo que creía canto de las sirenas.
Sin embargo, su propia madre observaba que a veces daba la impresión de querer confesar púdicamente algo pero de repente como si tomara temperatura, daba bruscamente marcha atrás, volviendo a sus convicciones absolutas.
— Al tío le lavaron el « coco ».
Los que le conocían al dedillo comentaban el efecto sinóptico de su cerco en España aunque ninguno de ellos se había atrevido a imaginar su criminal reconversión.
— Para él, Madrid ya no era Madrid de sus sueños y de estos imbéciles que se pasan el día jugando el parchís o el dominó, elogiando o criticando a Raúl o a Zidan. No cabía ninguna duda: el niño atravesaba un periodo tumultuoso y... más se cabe.
— Cambió de gusto y de preferencia. Pero su seudo madurez es, a todas luces, superficial y primaria. hay que escucharlo cuando habla de lo inmoral o amoral.
— Y cuando « predicaba » que por cierto lo hacía discreta y abstractamente, casi con juegos de palabras eran kilómetros de risa... como el humor cubano.
— Nos volvía más rencoroso que un camello.
Sin confesarlo cabalmente, para él, todos sus amigos o conocidos de antaño, tanto en Fnideq, como en Jamaa Al Mezuak son infieles o descreídos. Su manera de ser, su rigidez e hipocresía social y su unidad de acción e intención comenzaron a constituir en su opinión un mimetismo que debe desaparecer.
La ceguera voluntaria. Una ausencia total de reflexión sobre quién es, qué fue y qué debe ser. Todos y cada uno de los ingredientes de un ser peligroso. Un personaje de dibujos animados que pasa de ingenuo a criminal.
Cuentan los que le conocían más, que en sus frecuentes idas y venidas entre Madrid y Tetuán, comenzaron a constatar con más elocuencia, que la metamorfosis de Yussef era, cada vez más evidente. Confundía mecánicamente virtualidad y realidad. Más que una simple proclamación de fe, lo suyo era, como solía ironizar su amigo Hicham, « una nueva visión del mundo absolutamente abstracta » que no dejaba a nadie indiferente aunque no alcanzaba el estado de pronóstico precoz. Todo le parecía desvinculado del pasado .Que nadie tiene el derecho a estar tranquilo y que la verdad suprema y la profecía se encontraban en Somos agua y en ninguna otra parte del mundo.
Su madre, Muy Malika expresó un día sus dudas sobre lo que llamaba «síndrome de alineación» a su padre.
— No me gusta la conducta del chico.
— Pues yo la encuentro infinitamente mejor que la anterior.
— Bueno... el que no duda no sabe cosa alguna.
— Eso... sigues dudando y no sé a dónde iremos a parar todos.
Parecía como si el fundamentalismo en Jamaa Al Mezuak dejara de ser un fenómeno insólito. Devotos, unos, pecadores otros o cuando menos, indiferentes a las prácticas religiosas, todos o casi todos soñaban despiertos con la penitencia.
« Los que lo adiestraron saben hacer hablar la emoción », pensó en voz baja para no irritar a su eternamente enervado marido.
Muy Malika que tenía el presentimiento de que su hijo fue domado para lo peor cuenta que un día al preguntarle qué tenía la contestó colérico: « Ahora comprendo por qué el Corán no cita el nombre de ninguna mujer salvo Maria ».
Emocionante como una ficción. Pero acostumbrada a vivir siempre y cualquiera que fuera la circunstancia en la quimera, ella comprendió que se trataba de un naufragio doctrinal. Más tarde lo comentó a su amiga y confidente Zahra: «Como si no tuviera otro deseo que la desaparición de su hijo».
Mujer de fe y de atinadas reflexiones, con telepatía o simplemente por picardía natural, Muy Malika vivía con la obsesión de lo que llamaba « adulterio confesional » de su hijo.
— Pero, mujer ¿Qué te pasa?
— No me gusta esta seudo concordia entre Yussef y su padre.
— Al contrario. Debes estar feliz y contenta.
— Conozco, tanto al hijo como al marido. No tienen nada en común. Nunca lo tuvieron y, créeme, nunca lo tendrán.
— Vamos a ver. ¿Querrás decir que no se querían?
— Se detestaban a muerte. De pequeño Abdelkrim le propinaba a Yussef cualquier paliza.
El auto de fe inquisitorial del padre volvió a surgir en Madrid pero… bajo forma de lógica aritmética en la que la palabra enmascaraba otras intenciones y la sed de descubrir otros objetivos. Se sentía humillado. Sabía que no podía abolir la casualidad ni la pena de...vida. El imaginario doméstico le parecía cada vez más cerca, más acosador y más palpable y la imagen de su padre, desafiando la vejez y las brigadas anti-drogas, le perseguía despiadadamente.
Muy Malika recordaba con estupor las preguntas del pequeño Yussef.
— Mamá, ¿De dónde saca tanto dinero?
— ¿Quién?
— Papá.
— ¿Por dónde has visto tú tanto dinero?
Con su exhaustivo sentido de la medida, Muy Malika trataba con todos los medios de disuadir a su hijo para que convergiera su mirada hacia otra parte. Sabía que, a pesar de insoportable, su marido era brillante e implacable y no toleraría este excesivo interés de su hijo « por lo que no le importa».
— ¿Pero, qué hace papá?
— ¿Cómo qué hace papá?
— ¿En qué trabaja?
— Te lo dije mil veces: Co…mer…cian…te
— ¿Qué comercio?
— Oye, ¡Parece mentira! Alguien te ha dicho algo, Yussef.
— Pues... no...si... en fin no.
Impulsivo y enigmáticamente imprevisible, Yussef se mostraba cada vez más indeciso sobre quién es y de qué viven y no pudiendo pregonar sus suposiciones, salmodia, sus sospechas en torno a la verdadera identidad de su padre. La teoría del suspense le convenció que la solución se encontraba al otro lado del estrecho de Gibraltar.
— Te lo digo yo, mujer, tu hijo es kamuni[1].
— No te preocupes, te lo suplico yo le hablaré y te prometo que te va a obedecer.
Se pasaba la vida tratando infructuosamente, sino de reconciliar padre e hijo, por lo menos advertir a su recalcitrante hijo. Pese a ser relativamente buena musulmana, respetuosa con los preceptos y practicante incluso, el modo de vida ascético de Muy Malika la convencía de « que un día...». La constante vigilancia que ejercía y el imposible equilibrio que buscaba eran premonitorios de un punto de no retorno. Cansada y decepcionada optó por una cultura de diversión que ella, más y mejor que nadie, sabía que era ridícula y costosa en malos ratos y en suspenses. Sin conocer la quinta enmienda de la Constitución americana que autoriza a guardar silencio y no testimoniar contra si misma y con una imperiosa prudencia pedía a Dios « orientar, un día, a su esposo hacia el camino recto » sin necesidad de determinar responsabilidades, Tanto que, siguiendo los consejos de su amiga Zahra se desplazó hasta Mekenéz [2] donde efectuó el peregrinaje ritual, al mausoleo del santo El Hadi Benaïssa[3] tomando parte, como se lo aconsejó su fiel compañera, en una hadra [4]en la que pidió a Dios y al santo reconciliar « los corazones de su hijo y su marido ».
A raíz de esta escena, digna de Kafka, regresó a su Mezuarkistán, encontrando consumada la separación entre padre e hijo.
— ¿Pero, qué pasó?
— Lo expulsó de la casa.
— ¡Parece mentira! Padre de mierda. No piensa más que en él y en sus sucios negocios. Es un hijo de pecado.
No sabía si su peregrinaje realizó o no su voto. Lo cierto es que se sentía liberada de una constante pesadilla. « De algo deben servir los santos ». Y aunque ella era extranjera al «gremio», esperaba su « bendición » que la esperó con tanta impaciencia e incluso ansiedad que años después confesó a una de sus amigas que «hay santos xenófobos que conceden exabruptos parte de votos de los forasteros»
[1] Expresión en árabe dialectal marroquí que se refiere a la persona que necesita ser presionado e incluso apaleado para obedecer. Kamuni de comino que libera su perfume solo cuando se frota.
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