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jueves, 2 de febrero de 2012

MADRE ©, por Carlos Alejandro Nahas, de Buenos Aires, Argentina


Para mi madre que cumple años en estos días, con todo mi amor

Hay en Buenos Aires una madre especial. Una madre que parece tener más hijos que los necesarios. Me explico mejor: tiene un solo hijo, que es quien pareciera tener mejores y más legales “títulos” para reclamar para sí de esa mujer la denominación de “madre”. Pero no, hay otros que se empecinan en reclamarle atenciones y auxilios invocando quien sabe qué derechos.
Ya desde la cuna, según cuentan las crónicas, sus primeras palabras para “su” madre fueron: “- ¡hija! -”
Y así, desde muy pequeña fue madre de su madre, de su hermano, de su esposo, de sus amigas, de sus empleadas domésticas, de sus compañeros de trabajo y aún hasta de las mascotas de la casa.
De tal modo, cuando nació su único hijo tenía una vasta experiencia en “madritud”, y aunque por entonces usaba estrechas minifaldas, los llantos ajenos y reclamos de afecto no le fueron en modo alguno extraños. Y así fue que con ese, su único y bienamado hijo, hizo el “doctorado” de madre.
Hecha esta instructiva y edificante introducción, que les servirá para comprenderla mejor, pasaré a describir a esta mujer increíble.
Madre no solamente es madre. También es otras cosas. Aunque parezca fantástico (y lo es) a lo largo de su vida logró encontrar espacios para ser maravillosa en otros terrenos. Y aunque la voy a describir en el rol que yo más he disfrutado, el de madre, tampoco voy a descuidar esas otras actividades.
Es dibujante. De las mejores del país. Hizo hermosos cuadros con carbonilla y acuarela (de los que conozco). Cuando le pedí que me enseñara la destreza del plumín horrorizada me disuadió de un futuro de miserias y bohemias con la mejor arma que entonces tenía a su alcance: una frutera y un jarrón.
También hizo yoga. Nudos humanos y arcos triunfales inundaron la casa mientras ejercitaba sus posiciones.
Escritora de prosa aguda y ácida, de cuartillas que nunca dio a luz por temor al linchamiento general en una plaza pública.
Adoradora de la música española y “bailaora” tímida de flamenco, en las injustificadas críticas familiares dejó atrás otra vocación latente.
Vendió remeras en el Once y fue contadora sin título. De la docencia ni hablar: enseñó a su hijo en el aula y en la casa un sinfín de cosas, entre otras, las primeras letras.
Compañera y amiga de su hijo en interminables madrugadas.
Todas estas cosas y mucho más es mi madre. Pareciera ser que sobre ciertas cosas es redundante hablar. Como toda madre acompañó a su hijo en alegrías y enfermedades. Está siempre al lado de la cama cuando el hijo cae somática o virósicamente. Sin embargo, lo que en una madre común es lo lógico y esperable, en mi madre se multiplica por cien, o por mil. Por esa condición natural que tiene de ser madre desde antes de serlo y sin saberlo.
Ya desde mi tierna infancia, nefastos machismos intentaron infructuosamente limitar sus manifestaciones de cariño hacia mí. Sin embargo, eso no le impidió mimarme sabiamente.
Hizo dos veces el colegio y también se recibió conmigo de abogado, tomándome innumerables lecciones, desde botánica hasta derecho de la navegación. Mientras tanto, vacunaba al perro, traía a su madre desde ochocientos kilómetros o dos cuadras, reprimía gestos contrariados en tediosas reuniones familiares y elegía corbatas para su hombre.
Esta madre de la que les hablo es la más maravillosa del mundo... pero no lo sabe ni le interesa ser sólo madre. Tiene mil proyectos en carpeta y mil proyectos más esperando nacer. Eternamente cansada de que los demás la cansen ¡nunca se cansa, sin embargo!
Recibió muchos lujos en su vida. Y así como llegaron los entregó para darle lujos a los demás. Peronista inveterada, visceral, predicó durante años hasta que consiguió lo que quería: evangelizar en las verdades justicialistas a su familia. Pareciera que el país entero es su próxima meta. Un día soñó con ser Eva Perón, con vivir su vida. Tal vez no lo sepa, pero para muchos lo es y lo será.
Alterna esquizofrénicamente a Pérez Galdós con Asimov, a Woody Allen con Spielberg. Morirá virgen de telenovelas y ese es uno de sus secretos orgullos. Xenófoba y altruista. Reniega de italianos mientras llora con la Boheme.
Supo darle de comer a cientos de amigos de su hijo. Sin saberlo tuvo mucho más que un solo hijo. Hizo la revolución en los sesenta y lloró quemando libros en los setenta.
Atendió a mis novias con garbo y elegancia, como si de una suerte de “Grace Kelly” se trataran, callando sufrimientos y sufriendo madrugadas.
Tiene un médico que le baja la presión ¡tomándosela dos veces!
En estos días hace de empresaria. Quién sabe cuál será su próxima actividad. Turista por el mundo le vendría bastante bien.
Me enseñó a creer y a tener pasión. Me enseñó el valor del silencio y la abnegación. Me enseñó a aprender, a gustar de un buen cuadro, los autores españoles y a emocionarme con José Carreras.
Me contó de “la Libertadora” y le dio sentido a mis convicciones políticas. Sufrió en silencio cuando me puse la boina y me hizo, sin saberlo, escribir entero un libro.
Hoy soñamos juntos recordando lecturas de ciencia-ficción que todos los demás denostan y que a nosotros nos producen un placer indescriptible. Es mi mejor amiga y mi compinche.
Es la mejor y más increíble madre de todo el mundo.
Es la abuela de mis hijos y se divierte con ellos con sólo mirarlos. ¡Les mete en la cabeza cada cosas de mina revolucionaria!
Sepultó a una hija mía enterrando su tristeza y la mía, sin decir palabra.
¡Qué más puedo decir de una madre tan increíble!
¡Que es mi madre!

4 comentarios:

  1. ¡Genial! ¡Impecable prosa! ¡Casi poética!

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  2. ¡Hola Carlos Alejandro! Saludos. Me ha emocionado el relato que has hecho de tu madre, tan elegante, tan sentido, tan humano y tan de un hijo, muy hijo, de los que hoy no abundan, desgraciadamente. Hoy son más "pasotas" y no se paran en observar y analizar los méritos, sacrificios y entrega de una madre con sus hijos. He sacado la conclusión de que eres un hijo ejemplar y de que tu madre, como todas y aún más, debe estar orgullosa de tenerte como hijo. Que Dios te bendiga a ti y a los tuyos, en especial a esa madre maravillosa que tienes.

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  3. Felicitaciones a esa madre por su hijo y a su hijo por esa madre... un relato que describe una vida de entrega de amor maternal hacia los demás con mucha generosidad...
    maginifico relato
    abrazo

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  4. Gracias Eva, gracias Pedro y gracias Lilian. Como todo lo que escribimos Eva y yo lo hacemos con el corazón en la mano.
    Un abrazo gigante a los tres
    Eva y Carlos
    Editores de "Todas las Artes"

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