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jueves, 17 de noviembre de 2011

LA JULIA, por María Agustina Nahas y Eva Marabotto, de Buenos Aires, Argentina


Se había ganado el apodo de la Gallega, ella que toda su vida había sido profesora de inglés. Pero sus colegas la apodaban así por las mil historias que contaba sobre su vida en España y la confesión de que la península ibérica era su segundo hogar. Pero para los alumnos era simplemente “La Julia”, sin que el artículo le aportase a su nombre ni siquiera un dejo despectivo.
En el colegio todos conocían su buen humor y el cariño que despertaba entre quienes la tenían como docente. Charlatana, gritona, peleadora, loca, maravillosa. Tenía "incontinencia verbal", como una vez acusó a un alumno. La sangre española le corría por las venas, sobre todo cuando se ponía a discutir con los chicos del fondo de 4to año, siendo ella merengue y ellos hinchas del Barça.
Había varios para los cuales La Julia era una bruja, pero a todos terminaba ganándoles el corazón con aquellas charlas interminables sobre sus andanzas por el mundo. Es que entre las lecciones de Reported Speech, Present Perfect y algún que otro listening, Julia sabía mezclar sabiamente consejos para la vida, apuntes culturales y recomendaciones literarias. Sus alumnos recordarán aquella clase en la que leían un texto en inglés sobre el dinero y la Julia terminó explicándoles a las doce chicas que se sentaban al frente de la clase cómo hacer un postre de dulce de leche y chocolate para agasajar a los hombres.
También ellos recordarán cómo Julia los hizo ver las andanzas de Columbo, aquel detective que todos los miércoles, al final de la clase, le obligaba a decir "Pero no hay como la serie de Poirot". O de aquella vez que escuchaban un listening de personas que viajaban y Julia terminó por posponer el listening a la siguiente clase porque en una de las pausas había comenzado a enumerar con lujo de detalles cada uno de sus viajes por Europa (Europa, claro, porque La Gallega era incapaz de visitar a esos enemigos del conocimiento que eran los estadounidenses).
Julia sabía contagiar su buen humor, su chispa de alegría, su adorable espíritu. Al final de una explicación acerca de cómo evitar las arrugas, La Julia agregó "y chicas, nunca se olviden de sonreír mucho, porque la vida es linda". Aunque tal vez la frase por la cual se perpetuaría por generaciones en el corazón y la mente de sus alumnos, sería "Julia es como el Espíritu Santo: ve todo, escucha todo y está en todos lados".
Hasta que en aquellas primeras horas de la mañana de un jueves de Septiembre, se dispersaron rumores por las aulas de 4to año que afirmaban que la Julia se retiraba, se largaba a su "merecido descanso", como decían algunos con sarcasmo y otros con la mayor sinceridad. La noticia les había llegado como un mail a los padres, pero, ¿cómo iban a saber ellos que esa mujer, "La Gallega" de la cuál hablaba el comunicado era la adorable Julia? Colegas y estudiantes hubiesen querido tributarle su afecto pero ella aseguró que le apenaban las despedidas y prefería que el del adiós fuese sólo un día más. Aquel día jueves a media mañana entró a 4to Informática. Los alumnos, deseosos de mostrarle su cariño, se habían peleado por ocupar los primeros bancos, para tenerla cerca.
Ella simuló no darse cuenta. Antes del recreo les confesó a los que se acercaron a convidarle galletitas que su jubilación había coincidido con el momento en que su hijo había decidido irse a vivir solo. ¡Con el tiempo que hubiese tenido libre para mimarlo! Con la mirada nublada, y, ante la insistencia de sus alumnos, Julia abandonó la idea de una clase convencional y la dedicó a contar lo que sería su vida a partir del lunes siguiente: viajes a España permanentes, y porqué no, a alguno de los lugares que quería conocer: Mykonos, Estambul, Cefalú.
Contaba con fervor sus ansias de disfrutar las mañanas sentada en un parque leyendo libros. Les comentó a sus alumnos que cualquiera que desease tomar un café en algún momento, que estaba para ellos siempre (con esto miró al grupo de las chicas de la esquina), y les dijo que "Pablito", como ella lo llamaba con cariño, el bibliotecario que había ganado la amistad de La Gallega, siempre tendría sus últimas novedades, o al menos dónde contactarla.
También suspiró que tendría más tiempo libre para su familia, aunque su hijo hubiese abandonado el nido. En este punto La Julia quedó con la mirada empañada y perdida, con un dejo de melancolía que le rompía el corazón a sus alumnos. El payaso de la clase de al lado entró pidiendo permiso con una sonrisa pícara y la Julia le respondió con un "Jah! Pasa, pasa vos." medio peliagudo. El chico entró y abrazó a la Julia, le preguntó como estaba y le hizo una broma. La Julia, con lágrimas en los ojos, lo echó entre risas. Desde ese momento la clase se distendió y la Julia empezó a hablar con un grupo selecto de gente que estaba cerca de ella. Les contó acerca de su hijo, de cuántas recomendaciones le había hecho al partir, de cómo le había dicho que cada vez que quisiese comer milanesas, que se pasase por la casa de su mama. Que si necesitaba que alguien le lavase la ropa, que pasase por lo de su mama. Que cada vez que tuviese un ratito libre, que se pasase por lo de su mama. Le dijo, prácticamente a gritos, que no quería que se fuese.
Y por un rato, cada uno estuvo en la suya, hasta que el timbre sonó, y toda la clase hizo silencio para escuchar unas últimas palabras. Pero La Julia se limitó a mirarlos a todos y a cada uno con una sonrisa.
Sonó su celular. Era un mensaje de texto pero a ninguno le molestó que lo tomase, y, menos aún, que lo leyese en voz alta: “Ma, te extraño. El domingo voy a comer milanesas. Dale?”. Sonrió la Julia, con lágrimas en los ojos y deletreó lento y para todos, mientras tecleaba: “Claro que sí, hijito. Te espero. Mamá también te extraña y te ama”. Y el segundo timbre la encontró llorando fundida en un abrazo con aquellos hijos a los que también empezaba a perder.

4 comentarios:

  1. Si cuando escriben separadas es bonito, más lindo es cuando lo hacen entre las dos. Los genes literarios están en la familia, no caben dudas.
    Un abrazo enorme,
    Eliza

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  2. ¡Qué hermoso, chicas! El mejor homenaje para esta mujer tan grande, de principios inclaudicables, como es "La Julia".
    Sólo conozco a Agustina, una alumna muy, muy querida también por mí.
    Andrea Galibert

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  3. ¡Gracias Profe! La verdad que quedamos todos muy tristes por la ida de la Julia, y como fue una clase tan memorable tenía que escribir algo al respecto, y mi mama me dio la idea.
    Gracias y espero que nos veamos el año que viene en 5to.

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