ciudad de luces difusas,
falsa calma que esconde
en la lejanía anónima
el sonido doloroso de la tierra
Dios se apiade de nosotros,
soberbios constructores de babeles
pobladas de dioses tecnológicos,
de culturas hedonistas y banales
que obnubilan mente y corazón
sin entender que felicidad es amor.
Escrito en Buenos Aires, en la noche del 11 de marzo de 2011, en homenaje a los amigos japoneses por la tragedia del tsunami.
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