Y al caminar, va silbando, ahuyentando los demonios de miedos y bajando los cantos del cielo.
Y en su caminar va danzando, cual pase de baile su andar semeja pues los caminos nuevos que nunca de huella en faro se prestan.
Tan nuevo como su sendero es, nuevo su andar ha de recorrerse y nuevos sus pies también.
Y cuando camina va riendo, para ubicar a los problemas en su lugar y por fuera detrás.
Para levantar una muralla insalvable a las penas y al dudar.
Y su sonrisa comparte porque el revolucionario no es de gustar solo andarse. Cada sonrisa recibe otra reflejada y a quién que le ve radiante como un sol, él se acerca al oído a decir: "Donde tú ves uno, dos reflejados en tus ojos es. Lo que bueno ves, multiplica. Y en tu corazón ya son tres.".
Sus pasos crean y transforman y nunca la semilla que pisa será arrancada. Jamás de donde haya pasado dejarán de crecer las flores.
Un verdadero revolucionario es un súper hombre nuevo siempre al día que fue. Y también es una súper mujer.
Y es ambos y es a la vez y al revés, niño y anciano, las razas todas y todas las maneras de ver.
Su voz no se calla, aunque a veces no habla y jamás se le ha oído gritar.
Sus pies son pregunta aparte. Sus pies son gigantes que traen paz y dejan guerra en los corazones cuando les deja atrás.
Sus pies son libres y parten en dos al pisar, ya aquí las montañas que levantó el hombre, ya acullá hunde en puente los abismos que separaron a los hombres.
Un corazón revolucionario sabe que nunca está solo. Solo está buscando los otros pasos a acompañar.
El auténtico revolucionario no se sabe dónde estar y es, en verdad, no más que un fantasma que salta por todos los corazones, esperando alguno que le quiera escuchar.
A éste corazón, en una sonrisa y un abrazo, su paso le hará par...
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