Hoy me levante algo tarde,
cosa bastante habitual en mí. Fui al comedor y allí estaban a los gritos como
siempre. Mi papá, mi querido Carlos, el califa de Barracas, el contador de
historias, con el Negro, Armando, mi suegro. A los gritos discutían con cariño,
esforzándose para decir cada uno de ellos donde se comía el mejor asado de Buenos
Aires, cuál era el mejor vino, quién había compuesto la mejor ópera, cuál era el
mejor policial que habían leído. Entre lagañas les levanté la mano y los saludé
al paso mientras iba al baño. No me dieron pelota.
Más
en el fondo, en el living estaban Alejandro, Chango, Cacho Mamone, Don Hekimián
Padre, mi abuelo Carlos, Don José, mi abuelo Manuel y había como diez padres
más de mi corazón, comiendo de una picada pantagruélica.
Fui
al baño, me lavé un poco la cara y me volví a acostar.
Nunca
los voy a olvidar. Hoy más que nunca Viejo, te saludo y te agradezco. Por todo
lo que hiciste, por todo lo que hacés, por todo lo que harás por mí. Estoy muy
orgulloso de vos y te quiero. Allí donde estés, sé que me acompañarás siempre.
Hasta
mañana. Un beso en la pelada y un abrazo fuerte contra tu panza.
Tu
pibe, Carlitos
Me hubiese gustado oirlo cantar un tango...Su pasión....
ResponderEliminarbello relato!
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