Dolor, dolor, dolor…
Dolor
que te atenaza el vientre. Dolor insomne. Dolor del cruel, del insano, del
maloliente.
Dolor…
Cuarenta
días ya de ver al orador, al cantante, al extrovertido, al justiciero, al
pedagogo, al bailarín, al estrepitoso, a la alegría hecha carne, postrado y sin
fuerzas. Dolor de verlo sin ganas, sin aliento, sin gloria en su cama de
hospital.
Cuarenta
días ya de noradrenalina, de glóbulos blancos, de catéteres y drenajes, de
suturas y junturas… jerga médica, esperanzas antropológicas.
Dolor, dolor, dolor. De poner Gershwin y su “Rapsodia en Azul” al oído. Ver como se emociona y mueve las comisuras de sus labios, levanta sus cejas, se escapa un breve lágrima por sus ojos. Dolor de esperar. Tensa y cruel espera. Dolor de panza, dolor del alma, dolor de no querer despertar en un mundo en el que no habites en él, de despertar en un mundo gris, vacío, estéril. Dolor de despertar muchas veces en la madrugada, del miedo al teléfono que suene, al teléfono que no suene, dolor de hijos que acompañan, dolor de compañera que quiere pero no sabe, que acompaña en un cortejo sin fin. Dolor de amigos que me preparan para lo peor, que están sin estar, que están siempre, que están. Mensajes que llegan y se van por el éter. Preguntas, miles. Respuestas, pocas. Nada.
Nombre:
Carlos Domingo. Profesión: Encantador de serpientes, maestro, amigo, cantante,
vendedor de ilusiones, profeta, tanguero, respetador de códigos, inspirador de
barrios, recolector de sueños, esposo devoto, tremendo padre. Hobbies: lector insaciable,
cinéfilo empedernido, paseador de nietos, tomador de cafés interminables,
conspicuo del “Café de los Angelitos”.
Dolor,
dolor, dolor. Del que no apaciguan mil calmantes. Del que toda la plata del
mundo no puede paliar. Del que hace el camino una y mil veces. Del que espera
sabiendo que al final del día una luz, un brillo, un mortecino amanecer puede
transformar en alegría. Dolor que no tiene plazos, vencimiento, espacio o
tiempo. Dolor del eterno, del que no se vuelve, del que te vuelve más paciente,
más sabio, más tolerante, más flaco, más macilento. Dolor intransferible, dolor
espasmódico, dolor perenne, dolor incierto.
En
el medio una mujer mayor, con más dolor aún. Si es posible. Si es superable. Y
si, lo es. Cargando sus espasmos, su corazón herido, su aflicción eterna, su
sueño de la segunda venida, sus quimeras luchando en permanente conflicto con
sus razones. Y más dolor.
Volvé.
Es lo único que te pido. Volvé, Gordo. Dale significado a todo este dolor. Dale
una razón para creer que Dios existe y no da ocupado. Que este dolor temple,
hierva, marque y sirva. Que tu presencia onmipresente se presente. Que los
tubos y cicatrices den lugar a tu estentóreo vocal. Una vez más. Sólo una vez
más.
Dale
sentido a este dolor. Dale barrio, dale cancha, dale luz.
Dale
fin… por favor.
No hay nada más desesperante que esperar. Pero al final del día esperamos que el Barba haga de las suyas y nuevamente nos sorprenda. Todas las hojas son del Viento, decía el Flaco pero en esta oportunidad va a tener que soplar Muy fuerte !!! Arriba Don Carlos acá lo estamos esperando, con quién vamos a discutir de Fútbol ?
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