Esta página intenta ser un espacio multicultural donde todas las personas con inquietudes artísticas, en cualquier terreno que sea puedan publicar sus creaciones en forma libre y sin ningún tipo de censura. Son bienvenidas todas las muestras de las bellas artes que los lectores del blog nos quieran acercar. El único criterio válido es el de la expresividad, y todo aquél que desee mostrar sus aptitudes no tendrá ningún tipo de censura previa, reparos o correcciones. Este espacio pretende solamente ser un canal más donde los artistas de todas las latitudes de nuestra Iberoamérica puedan expresarse. Todas las colaboraciones serán recibidas ya sea en nuestro correo todaslasartes.argentina@gmail.com o bien en nuestra página en facebook denominada "Todas Las Artes Argentina" (Ir a http://www.facebook.com/profile.php?id=100001343757063). Tambièn pueden hacerse amigos de nuestra Página en Facebook yendo a https://www.facebook.com/pages/Todas-Las-Artes-Argentina/249871715069929

jueves, 11 de julio de 2013

EL TARASCÓN ©, por Carlos Alejandro Nahas, de Buenos Aires, Argentina

Si muchachos. Así como lo escuchan. Me dejó plantado en el medio del café. Había como 20 personas mirando. Yo tenía una vergüenza de la puta madre, no sabía qué hacer, completó su relato cabizbajo, el Gallego Manolo.
            El resto de la barra abría los ojos sin dar crédito a lo que escuchaban. Interrumpió el Turco diciendo:
-       ¿Pero cómo fue Gallego, qué le hiciste?
-       Y…. explicó Manolo mirando hacia abajo. Vieron como son las minas. Veníamos peleando fulero con la Bety, y a mí se me ocurrió ir a tomar un feca a la vuelta de casa. Lugar neutral que le dicen. Ahí nadie puede gritar, uno se controla un poco más. Hasta que vino ese momento fatídico en que le rompí las bolas con una verdad irrefutable. Y ella meta cambiar de tema. Y yo meta decirle: “pero es cierto o no lo que te digo”. Y como era cierto, nomás, y ella no me podía contestar ni pío, se iba por la tangente. Hasta que se llenó las bolas. Y a la cuarta vez que le repito la cantinela, se para de golpe, agarra la campera y con toda la pompa se la pone, se da media vuelta y se va a la mierda.


La puta, dice el Tano Brandán. A mí jamás me pasó una cosa tan vergonzosa. La verdad es que en mi vida habré visto un par de parejas en situaciones parecidas, pero la vergüenza que pasás… mamita. Te la regalo. ¿Y vos qué hiciste, Gallego?
Y…. qué querías que hiciera, me estaba viendo todo el mundo. Todos, te juro, todos se dieron vuelta. Yo agaché la cabeza y miré para abajo. Tenía toda la cara colorada. Eso no se le hace a un tipo, Che. Pasaron como diez minutos pero la gente no paraba de hablar, de murmurar. Apenas si me animé a pedirle al mozo el diario. Cuando me lo dio, te juro, me fichó con la cara más socarrona del mundo. Se estaban todos cagando de risa de mí. Todos.
-       ¿Y después qué pasó? Preguntó el Turco asombrado, mientras los demás se revolvían en sus asientos con lástima. Se podría decir que hasta el mozo lo miraba con piedad al pobre Gallego.
-       Y… después vino lo mejor, o lo peor, según como se lo mire. Yo estaba en la mesa de al lado de la ventana. Porque si vas a chamuyarte a la mina con la que vivís, te tenés que sentar en la mesa de la ventana ¿o no? La cosa que estaba enfrascado en el diario cuando veo pasar a la Mónica ¿la ubican?
Todos a coro revivieron. Había que poner un moderador para parar a la barra. Se interrumpían unos a otros con frases del tenor de “¡¡¡Esa morocha infartante!!!”, “¡¡¡la turra hija del carnicero!!!” “¡¡¡Las mejores tetas que vi en mi vida!!!” y cosas por el estilo. El Gallego pone una sonrisa ladeada y les dice: “Si, esa”. El tema es que salgo del boliche y le digo: “Mónica, qué haces tanto tiempo, ¿no te tomás un café conmigo?” y la diosa que me dice que sí. ¡¡Yo no lo podía creer!! Del boludo de la cuadra pasé a ser el as de las carreras ¿me explico? Todos los que antes me miraban con ternura ahora se decían unos a otros “mirá el hijo de puta del viejo ese”, o “qué rápido pasan los enojos por acá, ¿no?”
La cosa es que empezamos a charlar, y café va, café viene, cuando nos queremos dar cuenta eran como las nueve y había como seis pocillos arriba de la mesa. Yo seré boludo, pero no masco vidrio. Me lleva como veinte años la guacha. Así que me contó de todo, que está como administrativa en el centro, que gana bien, que no sale con nadie, yo que le cuento de mis cosas, de la patrona, de mi afición por la música. Ya habían pasado como dos horas y casi sin decir agua va le hago la pregunta del millón: “¿Vamos a comer algo?” ¿Y adivinen qué me contesta? ¡¡Que sí!! No lo podía creer. Subimos al auto y nos vamos al Palacio de La Papa Frita.
Ahí los muchachos entremezclaban los gritos de admiración del tipo “¡¡Ese es mi padrillo!!” con huevadas del tipo “sos más viejo que la perinola, chabón, ¿cómo la vas a llevar al Palacio de la papa Frita?”
Bueno, Che, señala el Gallego, en mi época no había tantos boliches como ahora. Y además si al Fiat lo llevo más allá de Corrientes tengo miedo que se me desarme todo, muchachos. Yo lo único que veía eran esas tetas turgentes debajo del traje sastre, esos ojos negros como brazas, esas gambas que eran dos columnas griegas, chabón. Yo pensé, si a esta le doy de morfar, ¡¡me la llevo a la cama!! ¡¡Estaba regaladaza!!
La cosa que a eso de las diez y pico habíamos comido por diez, y nos habíamos clavado como dos botellas de Rutini y estábamos los dos en pedo. Nos tocábamos por debajo de la mesa, nos hacíamos caricitas. ¡¡Yo estaba loco!! Le dije que me esperara un momento, me las tomé para el baño y mientras me echaba un meo me lastré un viagra chiquito, de los de cincuenta ¿Vieron? Cuando vuelvo, ¿a qué no adivinan lo que me dijo? Entrecerró los ojos de gata, me acercó la cara y con esos dos labios carnosos me dice al oído “¿Y si nos vamos a un lugar más íntimo?”. ¡¡A mi no me alcanzaban las manos y las patas para garpar y salir rajando de allí e ir a un telo, muchachos!!
Adentro del Fiat nos manoteamos como diez minutos y a los veinte estábamos entrando en el Noya ¿vieron ese que está sobre Saénz Peña o México, no me acuerdo bien?
Los amigos estaban con la boca abierta y la baba les chorreaba por el costado. No daban crédito a lo que escuchaban. En un momento el Tano Brandán lo interrumpió y le dijo casi parándose de la silla: “¿Che, vos estás seguro que era la Mónica? ¿No sería la Bety que había vuelto?”, a lo que el Gallego le dijo, no nene, calmate. Era la Mónica.
La cuestión que nos ponemos en pelotas y los dos en pedo, empezamos con los jueguitos. A mí había algo que desde el Fiat ya me daba mala espina. La mina me besaba y me mordisqueaba. Pero no eran mordisquitos así nomás, no, era medio como que la mina te estaba lastrando. No le dí mucha importancia hasta que llegó ahí. ¡¡Uff!! Al principio era una princesa rusa, pero hubo un momento en que llegó el instante fatal.
- ¿Qué pasó? Lo importunó el Turco.
- ¡¡Pasó que cuando el coso estaba en todo su esplendor, la muy turra me lo quiso comer!!
- ¿Cómo? Preguntaron los otros tres casi el unísono. El Ruso lenta pero imperceptiblemente se comenzó a llevar la mano a la entrepierna.
- Sí, muchachos, ¡¡me la recontramordió!! Cuando sentí los dientes que me desgarraban con todo, le dí un piñón que la saqué limpita de la cama. ¡¡Y la cosa no me paraba de sagrar, a borbotones salía la sangre!!
- “Ahhhhhhhh”, exclamaron todos de dolor. El mozo que no perdía detalle estaba pálido. El Turco se agarraba las bolas como si le doliese a él. El Ruso se agarraba la cabeza y el Tano Brandán estaba al borde del vómito.
- ¿Y qué hiciste, Gallego? preguntó el Turco con desesperación.
- Y, así como estaba agarré una toalla, me la vendé, me vestí a las apuradas, salí del telo, la toqué a la Mónica en el cuello para ver si estaba viva – estaba – y alcancé a decirle a la recepcionista que pagaba la mina. En el hospital me dieron siete puntos y me dijeron que si la mina mordía un poco más no me habría servido ni para dársela al perro. Hace diez días que ando inventando excusas para no tocarla a Bety, y le dieron como un mes de reposo, al coso.
Se hizo un silencio sepulcral. Estaban todos transpirados. El Ruso tenía los anteojos empañados. El mozo se había ido al baño medio descompuesto.
Finalmente quebró el silencio el Turco, quien con su habitual sapiencia sentenció:
- Y…. si hubieses salido corriendo detrás de la Bety, hoy la tenías entera. Pero, a veces el orgullo, el orgullo…. A lo que todos asintieron con la cabeza gacha, mientras volvían a la partida de dominó.

3 comentarios:

  1. "Eso mismo pienso, qué cosa,ché, por qué no nos corren si cuando salimos corriendo es para que corran tras nosotras? Ay, que a este personaje, más que viagra, le hacen falta un par de neuronas jajaja Pobre tipo. Muy bueno el relato. Felicitaciones."
    Myriam Jara, de Buenos Aires

    ResponderEliminar
  2. Turquito, me hiciste reir, seguí así nos seguis divirtiendo. Muy bueno Lalia

    ResponderEliminar
  3. Gracias querida amigaza Laly. Como crítica literaria, sos una gran amiga!! Besos. Carlos

    ResponderEliminar