¿Dos años ya? No. Mentira.
Si ayer me planchabas la camisa
para ir a la Facu.
Si ayer te ponías a ayudarme con
los dibujos de quinto grado.
No. Si hace unos días vimos con
Juan tirados a tu lado “Cinema Paradiso” y le hiciste la chocolatada a él y un
cortado a mí. Qué fuerte que lo hacías el café, che.
Hace poco nomás estuviste con
Agus en el San Martín viendo teatro.
Nada pasó desde que jugabas con
Mechi en Las Toninas y sus rulos.
¿Dos años? No te la creo. Si hace
unos días te estreché bien fuerte en mis brazos y te dije hasta mañana mamita,
nos hablamos. Si cada vez que suena el teléfono de línea sos vos, para
saludarme, para decirme que no baje los brazos. Como todos los días, al
mediodía o a la noche.
¿Dos años pasaron ya?
No me lo creo, vos seguís estando
acá, en el corazón de los que te queremos.
Hacenos un dibujo, con
carbonilla.
Pasanos un tango de Mariano Mores
que tanto te gusta.
Recomendanos una película del
neorrealismo italiano, “Milagro en Milán” que tanto te gusta, de De Sica.
¿Dos años?
No mamá, vos estás acá
haciéndonos un café a la madrugada a Sergio y a mi cuando volvemos del boliche,
estás con papa en Pinamar jugando con los chicos, estás en tu casa enseñándonos
como hacer keppe.
Es mentira, no pasaron dos años
desde que te fuiste. No te fuiste nunca. Jamás
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