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jueves, 2 de abril de 2015

POR FAVOR, RIEGUEN LA ALBAHACA, por Eva Marabotto, de Buenos Aires, Argentina

La madre buscó a tientas en un cajón de la cocina pero no encontró el bloc de notas. Eligió un volante que ofrecía comida para llevar y garabateo: "Por favor, rieguen la albahaca". Lo sujetó de un imán con la cara de un león que había en el frente de la heladera y salió.Tenía un largo día por delante.

El primero en verlo fue su hijo menor quien llegó a la cocina para servirse leche chocolatada. Se preguntó cuál de las plantas que ella había acomodado en un rincón del patio sería la albahaca. Recordaba vagamente que se trataba de una planta aromática pero no se sentía capaz de distinguir su perfume. Se propuso buscar imágenes en Internet para identificar a la planta consentida de su madre. Pero lo olvidó tan pronto como abrió su sesión en una página de juegos on line.
El padre se despertó poco después. Había pasado casi toda la noche en vela repasando las cuentas de la familia y elucubrando algún plan maquiavélico para hacer fortuna. Se calentó el café que ella había dejado listo y untó generosamente con queso blanco soa galletas de arroz. Le supieron a plástico pero a menudo la  vida tenía aquel sabor artificial y gomoso. Después chequeó su correo electrónico en el celular. Al guardar la leche vio la nota que ella había dejado. Le hizo gracia su preocupación por la plantas en un día en el que tenía varias horas de clase por la mañana y una intensa jornada de oficina por la tarde. Pensó que alguna de las chicas lo haría y se enfrascó en sus cavilaciones.
La mayor casi no pasó por la cocina. Se levantó con el tiempo justo para asearse, vestirse con la camisa blanca y el pantalón que su madre planchaba puntualmente y acomodaba sobre la cómoda y salió para la facultad. En su carrera vertiginosa manoteó una barra de cereal de la despensa y vio la nota con el pedido de riego. Se prometió cumpllirlo cuando volviese a almorzar si no quedaba en hacerlo con su novio en algún lugar del centro.
La última en levantarse fue la del medio. Dudó en convertir el desayuno en un almuerzo frugal y preparó yogurt, leche y los cereales de chocolate que mamá le había preparado sobre la mesa. Leyó la nota de la heladera cuidadosamente y se preguntó cómo se regaría la albahaca. ¿Debía hacerlo con agua fría o más bien tibia? ¿Generosamente o en pequeñas cantidades, como el azúcar a las claras para hacer merengue? ¿Y si la planta no sobrevivía a su riego? La incertidumbre la perturbó tanto que decidió consultar con sus compañeras. propuso la cuestión como tema en el grupo de What´s App del curso y dedicó buena parte de la tarde a leer las respuestas algunas certeras, otras descabelladas que le llegaron.
La madre llamó pasadas las 5, cuando la mayor volvía del trabajo y dedicaba un rato a ponerse al día con sus amigas. No llegaron a atender, abstraídos cada cuál en su quehacer. Ella dejó un mensaje. Contó que estaba cansada y que el día de trabajo no venía bien. Les recordó que había dejado carne asada en el horno por si llegaba a atrasarse.
Le mandaron un mensaje cerca de las 9, pero no respondió. Supusieron que estaría en otra oficina, lejos de su teléfono celular. Arrancaron con la cena pensando que ella llegaría en cualquier momento. Entonces sonó el teléfono. Atendió uno de ellos, nunca recordarían cuál fue. Del otro lado de la línea el hombre usó el  lenguaje de las series policiales. Dijo que un NN femenino se había arrojado a las vías del subte C, mientras llegaba una formación. En la cartera llevaba un documento con la dirección que correspondía a esa línea. Aquel desconocido pidió si alguien podía hacer el favor de acercarse a la morgue. Ellos recordaron de pronto que nadie había regado la albahaca.

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