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jueves, 8 de agosto de 2013

LUNITA TUCUMANA ©, por Carlos Alejandro Nahas, de Buenos Aires, Argentina


¿Che, alguna vez les conté de los astronautas argentinos que estuvieron en la Luna?, tiró arriba de la mesa el Turco, mientras el Tano Brandán escupía el café con leche que estaba tomando y el Gallego abría los ojos como un “dos de oro”.

Mirá – le dijo displicente el Ruso agarrando una ficha de dominó – si nos vas a salir con una de esas giladas tuyas, te podés ir callando la boca, ¿querés? y le sostuvo la mirada, con una mezcla entre furia y curiosidad.

A ver, yo les cuento y ustedes sacan sus propias conclusiones, porque justo vengo del negocio de charlar con el punto que me batió todo ¿estamos?
Dale, concedieron los muchachos de la barra mientras el mozo se iba riendo entre dientes, como hacía habitualmente cada vez que el Turco empezaba a contar sus inverosímiles historias.
La cosa – arrancó – fue durante el gobierno de Frondizi - ¿se acuerdan de Frondizi? a lo que todos asintieron que sí con la cabeza y el Gallego amenazaba con tirarle por la mollera una ficha del juego, diciéndole ¿te pensás que somos boludos nosotros, en qué ispa te criaste vos, che?
Bueno, ta bien. Sigo. El tema es que el radicha estaba hasta las manos con la cuestión de las chirinadas de los milicos. Lo veía al Che, y había un planteo, privatizaba el petróleo, y había otro. Sobre el final de su mandato se mandó una de John Wayne que nadie supo nunca jamás. Resulta que su Ministro de Defensa se le cae un día y le suelta: “Señor Presidente, y si ponemos a un hombre en la Luna. A un argentino. ¿Ud. se cree que estos milicos van a dejar de joderle las pelotas?”. Yo no sé que estaba haciendo Frondizi en ese momento, pero seguro que escupió el café como hizo el Tano hacía segundos. Me contaron que lo miró fijo y le dijo: “¿Don Gabriel, porqué no se va un poco al carajo con sus boludeces?”.
Gabriel del Mazo, que era el Ministro de Defensa de entonces le respondió: ¿Me puedo sentar y le explico un poco? a lo que Don Arturo le dijo que sí. Mire, comenzó el tipo, tenemos los mejores cráneos del Balseiro, allá en Bariloche, tenemos la Fábrica Militar de Aviones en Córdoba, yo me juego la vida que nos hacen falta dos tornillitos de afuera y ya está.
El Presi, que tenía en su escritorio una pila de papeles más alta que la mierda, para sacárselo de encima le dijo “ta´bien, Gabriel, vaya e investigue a ver qué se puede hacer” y lo sacó cagando del despacho. A los tres meses se le cae de vuelta el gil y le dice: “Ya está todo dispuesto, señor. Pero para que sea una sorpresa para los milicos debemos hacer el lanzamiento en total secreto y cuando nuestros astronautas estén en la Luna, hacemos la transmisión en directo y por televisión desde allá”.
Imagínense muchachos que estamos hablando de casi 10 años antes de que los gringos pusieran al Armstrong ese en la luna. Resulta que Del Mazo le cuenta detalle por detalle los componentes del cohete, las distintas etapas del lanzamiento, los días que estuvo penando para conseguir este repuesto en Rusia, el otro en Francia, el otro en Estados Unidos, y así. El cohete se llamaría – para que no se ofendiese nadie – “El 9 de Julio” y ya estaban elegidos los dos pilotos que llevarían a cabo la misión. Un piloto de la fuerza aérea tucumano llamado Sergio Richetti, y un ingeniero aeroespacial de Buenos Aires, de nombre Luis Daponte. Los dos altamente calificados. Como había que ahorrar espacio no podíamos mandar a tres. El cohete era una versión algo más modesta del Saturno americano, y al igual que hicieron los yanquees, se iba a ir partiendo en pedazos a medida que avanzara hacia la luna. Finalmente quedaba sólo el módulo lunar, una versión criolla a la cual bautizaron “San Martín” que orbitaría la Luna durante un rato, hasta que se pusiera de culo para aterrizar. Los detalles técnicos no me los pregunten, porque el chabón que vino al negocio me llenó de datos, y yo no le entendía un carajo. Encima tenía como noventa años y me fue contando la historia en etapas, todas las semanas me contaba una parte del cuento.
¿Y qué pasó? casi le saltó al cogote el Gallego. ¡Seguí carajo! le gritó mientras todos en el bar estaban alrededor de la mesa. Más de uno se pensaba que era una fábula, pero es lindo creerse alto y rubio cuando se es petiso y fulero.
Bueno, la transmisión se triangulaba entre Falda del Carmen, la Fábrica Militar de Aviones y el Balseiro en Bariloche. Para que el tema pasara desapercibido lanzaron el cohete desde Falda del Carmen, a eso de las tres de la mañana. Las comunicaciones centrales iban a estar en las afueras de Córdoba, en la Fábrica. Ese iba a ser – por decirlo de alguna manera – nuestro “Houston” criollo. Y en el Balseiro iban a coordinar todo lo que fuese ingeniería. Imagínense que en plena guerra fría, un país del orto como el nuestro iba a poner el primer hombre en la luna, cuando los rusos boludeaban con el coso de Gagarín, y los norteamericanos estaban más preocupados por la “amenaza roja” que por el espacio. ¡¡Iba a ser una hazaña de proporciones descomunales!!
Un día antes de la partida, uno de los dos “argenautas” – como los había bautizado el propio Frondizi que estaba entusiasmadísimo con el proyecto, en directa proporción a como tenía hinchada las pelotas con los planteos militares – pide algo insólito. Una “Spika”.
¿Qué? preguntan casi al unísono los otros tres.
Si, una radio de las que había en ese entonces. Resulta que el porteño este – Luis – decía que era por las dudas, porque las comunicaciones por radio son las más seguras del universo, y la mar en coche. Los ingenieros argentinos lo querían sacar a patadas en el culo. Había espacio para dos puntos, la comida enlatada y en bolsas – porque a los americanos les tomaría como cinco años más descubrir el microondas – y un par de cosas más y pará de contar. El tema es que el porteño insistía e insistía. Finalmente le dicen que lleve la radio de mierda pero que se suba al cuete de una vez por todas.
Un día destemplado de junio del 59’ despega el “9 de Julio”. Para que en el pueblito cordobés no se armase kilombo, inventaron una kermese justo a esa hora y tiraron cañitas voladoras en el mismo instante en que despegó el cohete, así los lugareños no se daban cuenta. Desde el centro de mando cuentan: ¡3, 2, 1, 0! y sale el cohete nacional y desde los tres centros de mando se hacen cruces. La cosa es que toman contacto con Daponte y Richetti una vez pasado el punto crítico, esto es, cuando dejan la atmósfera terrestre. Cuando escucharon por el intercomunicador a los dos astronautas hablando, todos los argentinos, en los tres lados, saltaban de la alegría ¡¡Bravo, argentinos a la Luna!! ¡¡Viva la Patria, carajo!! dijo más de uno. El tema es que un viaje ida y vuelta a la luna te toma cerca de cinco, seis días. A los dos días ya tenés que estar poniendo las patas allá arriba ¿me siguen?, a lo que todos pasmados asintieron con la cabeza.
El primer día las comunicaciones una joya. Se los escuchaba perfecto. Se los veía bárbaro. Los argentinos de acá estaban entre compases, tiralíneas y los pocos sonares y radares que teníamos. Allá arriba Richetti y Da Ponte joya, bailando en gravedad cero y tomando mate – que dicho sea de paso con una simple película de plástico se puede diagramar para tomar hasta debajo de la ducha -. El tema fue el segundo día, cuando perdieron toda comunicación.
¡¡¡¿Cómo?!!! soltó la barra de un grito, ¿qué pasó?
Y…. no se pudieron comunicar más. No sé qué mierdas pasó pero se perdió absolutamente toda comunicación con la Tierra. Ni ellos escuchaban Córdoba ni Córdoba a ellos. Pero, según este viejo, parece que al piloto – este Sergio – se le ocurrió la idea pelotuda de poner la Spika. Según me contó este hombre, después de cómo tres horas Richetti logró sintonizar una radio argentina. Para lo que mierdas servía ¿no?
¿Y qué escuchó?, le preguntó el Ruso
No me lo vas a creer, pero estuvieron como una hora y pico, Da Ponte y Richetti deleitándose con “La Yumba”, el tango de Pugliese.
¿Y después? ¿Fracasaron? ¿Murieron? se desesperó el Tano Brandán
Nada – dijo el Turco – al viejo ese de mierda no le pude sacar ni pío. Calculo que los habrán rescatado antes de llegar a la luna, porque me trajo esto. Y acto seguido depositó sobre la mesa del bar una “Spika” más vieja que el ñaupa.
Todos se echaron para atrás en sus sillas, hasta que el silencio sepulcral lo interrumpió el Gallego para decirle:
Todo para traernos esta radio de mierda. ¡¡Andá a lavarte el culo, Turco mentiroso!!
Y como todos los jueves, el mozo riéndose se fue apartando de la mesa mientras se llevaba los pocillos vacíos de café.

8 comentarios:

  1. Pueden juzgar si es mentira o verdad… Mi Abuelo fue parte de esta historia… Mi Papa nacio en el 66….. los 3 votamos en la misma mesa…
    A. Richetti

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  2. Gracias amigo Flipper!!! Que te haya gustado el relato me es más que suficiente!! Si fue verdad o no.... que el lector se quede con la intriga!!
    Carlos Nahas

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  3. "felicitar a Carlos Nahas por su cuento "LUNITA TUCUMANA" que me hizo reír mucho, es un gusto leer relatos de este tipo, con un tema más que original, una construcción perfecta y una imaginación que pocos tenemos" (Myriam Jara, de Buenos Aires, Argentina)

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  4. Muchas gracias Myriam por tu elogioso comentario. Saludos afectuosos. Carlos Nahas

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  5. Muy bueno, Carlos!!!

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  6. Muchas gracias por leerme, Claudia, es un halago
    Cariños
    Carlos Nahas

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