Es posible encontrar un país, como se cuenta de
Creta, sin animales salvajes, pero un Estado que no produzca envidia, celo o
rivalidad, pasiones que son las más capaces de engendrar la enemistad, hasta
ahora no ha existido.
Plutarco.
Cómo sacar provecho de los enemigos
Una de las cosas malas, terribles, de hacerse
mayor, de envejecer, es que se pierden muchas facultades físicas, o estas, tras
un día de duro trabajo, precisan de mucho más tiempo que antes para recuperarse.
A cierta edad resulta casi imposible seguir leyendo por la noche, después de
cenar, tras haber estado todo el santo día con la vista fija en los libros o en
el ordenador. Esta imposibilidad me ha hecho recordar a un maestro ocasional
que tuve en mi adolescencia. Decía el tal maestro que el hombre debería nacer
teniendo ochenta o noventa años, y morir al llegar a la fecha en la que tenía
que haber nacido, de bebé. Él lo decía porque, de esta forma, el hombre,
posiblemente, no haría tantas tonterías ni estupideces como hace cuando es un
joven sin experiencia. Para eso el hombre, aparte de nacer teniendo noventa
años, supongamos, también debería hacerlo con toda la experiencia del anciano.
Es para pensarlo; aunque lo que a mí me gustaría es tener, dejando la posible
sabiduría de lado, la buena vista que tenía a los 18 ó 20 años. Es eso lo que
le pediría a Mefistófeles, caso de que este se me presentara en mi habitación,
que no el amor de una posible Margarita que, la verdad, no me importa poco ni
mucho. Además, el ser mayor no es sinónimo, como hemos visto, de cordura y
sensatez.